"Este humor que ridiculiza no es humor, sino mal humor, mofa a costa de otros, en este caso de miles de catalanes de origen andaluz"
El destino es caprichoso y ha unido dos humoradas paralelas, pero con muy distinto final: la primera, la de una enfermera andaluza que llevaba unos meses trabajando en Barcelona, a la que se le ocurrió grabarse un video bromeando por la lata de pasar una prueba de catalán, lo que le deparó un bombardeo de insultos y amenazas, y que no le renovaran el contrato en el hospital. Además, se le ha abierto una investigación y sometido a un interrogatorio severo, en catalán por supuesto, para evitar posibles contagios. Justo en la misma semana vimos la parodia que se hizo en TV3 de la Virgen del Rocío, cuyos autores no entienden que a muchos no les haya hecho gracia. Siempre es difícil poner límites al humor y ya se sabe que mediante un chiste está permitido ir un poco más allá de lo admisible, pero este humor que ridiculiza no es humor, sino mal humor, mofa a costa de otros, en este caso de miles de catalanes de origen andaluz. Además de hacer broma a su costa, luego se les riñe, si se quejan, por no tener sentido del humor y se les recuerda, como ha dicho Colau, que la parodia está amparada por la libertad de expresión. Sin embargo, que una enfermera bromee con que le fastidia tener que sacar el C1 de catalán no es, al parecer, libertad de expresión, sino una ofensa intolerable a Cataluña. Aquí no hay humor que valga. Esta chica, sin pretenderlo, representa a ese buen número de catalanes que insisten en hablar cuando les apetece en castellano, además de en catalán, y demuestra a que se exponen con ello. De ellos pueden reírse, pero no al revés. Hay encuestas que muestran ya que los jóvenes catalanes están muy poco interesados en asuntos como la independencia, quizá por sobredosis, lo que no augura nada bueno para el nacionalismo que lo ocupa todo. No hay relevo. Eso quizás explique lo que ocurre. Se reacciona con rabia ante cualquiera que cuestione las cosas, aunque sea apenas una jovencita, como ocurrió también con aquel niño de Canet para quien se pedía un 25% de castellano -un provocador- y del que nada hemos sabido.
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