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"Tymofiy Shadura, soldado de Ucrania de 40 años, le da una última calada a su pitillo antes de morir"

Avatar del Chapu Apaolaza Chapu Apaolaza12/03/2023
Tymofiy Shadura, soldado de Ucrania de 40 años, le da una última calada a su pitillo antes de morir. Al menos dos soldados rusos se le acercan apuntándole con sus armas en un vídeo grabado en un bosque cerca de Vulhedar en la región de Donetsk. No se tira al suelo, no levanta las manos, no se arrodilla, no pide clemencia, no se rinde, en definitiva. Se mantiene ante los soldados en una postura serena, casi indiferente, calmada de alguna extraña manera, casi como si no le importara lo que va a pasarle, como si no estuviera acordándose de los hijos, de la madre, de la hermana que lo identificó más tarde en el vídeo o del día en que su abuelo lo llevó a conocer el hielo, que es de lo que se acordó el coronel Aureliano Buendía ante el pelotón de fusilamiento en el arranque de Cien años de soledad. Tymofiy permanece suspendido en ese abandono de uno mismo que permite la aceptación de su destino y en el que anida buena parte de la grandeza del ser humano, eso que lo hace ser diferente de todos los demás animales. No como el perro que huye o ataca, o el caballo que se desboca aterrado por la autopista, o que se mata a fuerza de embestir contra las paredes de la cuadra rodeada por el fuego, no. Aquí se encarna la mágica posibilidad de abandonar el instinto de supervivencia y de ser algo y alguien en la linde con la propia desaparición. Se trata de ser justamente uno a un segundo de dejar de serlo y de que lo revienten los rusos a balazos en un par de ráfagas, justo antes que del primer tiro en la cabeza, el cuerpo se le vuelva blando y se le doblen las piernas y caiga sobre sí mismo, desmadejado, como si se le hubieran soltado todos los huesos, los músculos y los tendones del cuerpo. Se trata aquí de enseñarle una media sonrisa socarrona a la parca como cuando Pedro Muñoz Seca, a punto de ser fusilado, pronunció sus últimas palabras: “Me lo podéis quitar todo, salvo el miedo que tengo ahora mismo”. Se trata de pegar una última calada al pitillo del soldado delante de sus asesinos, de echar el humo, de decir: “Gloria a Ucrania” y sucumbir siendo ya, paradójica y definitivamente, inmortal.
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