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"El carnaval que no cesa"

Avatar del Luis Arbea Luis Arbea24/02/2023
Pues sí, el carnaval continúa y nos va a durar todo el año, no nos podemos quejar. Si por casualidad nos habíamos quedado un poco cariacontecidos por la reciente entrada en esta tradicional etapa cuaresmal que nos devuelve a la mesura, la continencia y la sensatez, estamos de suerte: nos esperan unos meses repletos de bullicio, burlas y mascaradas, el desenfreno y el disparate seguirán entre nosotros, aunque tampoco nos debería sorprender demasiado, ¿acaso la vida no es pura tragicomedia carnavalesca?
En cualquier caso, esto es lo que hay: ya ha empezado la esperpéntica campaña electoral (disfrazada de precampaña) y con ella el desenfreno de palabras, mensajes, proclamas, eslóganes y otras estrategias menos pudorosas (hasta cierto punto permitidas y justificadas, esas cosas del juego democrático) que, sin el más mínimo desmayo, insistirán hasta la saciedad en las incontables perversidades del enemigo y, por supuesto, en las también infinitas maravillosas bondades de los nuestros. Así, hasta diciembre, muy fuerte. Y, aunque ya deberíamos estar acostumbrados (hemos sufrido la misma cantinela durante los últimos años en la gran mayoría de foros públicos y privados), muchos de nosotros, a pesar de soportarlo con una paciencia que para sí la hubiera querido el venerable Job, hemos terminado exhaustos, hartos y aburridos. ¿Qué pecado hemos cometido para merecer tamaña tortura?
Sin embargo, estas prórrogas carnavaleras también tienen su faceta divertida y artística: asistiremos a brillantes sesiones de teatro con un escogido elenco de intérpretes, extraordinarias puestas en escena y una exquisita riqueza de vestuario: espectacular el variado surtido de pieles de cordero que ocultarán lobos hambrientos de poder acicalados con el blanco de la moderación y la concordia. Por otra parte, además, nos inundará una incontenible verborrea de proyectos y promesas que jamás verán la luz y que solo nos las creeremos los que ya estamos seducidos, puro teatro. La transgresión y el engaño están servidos, año de elecciones, año de manipulaciones. Encantador espectáculo al que se unirá la omnipresente voz de los medios de comunicación que se hará oír con sobrados decibelios en esta particular verbena animando el cotarro y (desde su particular y hasta cierto punto legítimo sesgo ideológico) atizando el fuego tratando de arrimar la ascua a su sardina, aunque no siempre con hechos e informaciones veraces y contrastadas sino que, desgraciadamente, en demasiadas ocasiones, con verdades sesgadas y tendenciosas, bulos y toda suerte de enredos con demasiada frecuencia acompañados de voces violentas que provocan un ruido insufrible. Y no vale decir que todos hacen lo mismo ni que todos son iguales porque, reconozcámoslo, algunos son más iguales que otros.
En fin, una movida no precisamente arrebatadora que a buena parte de ciudadanos nos tienta a pasar de ella, desconectar y olvidarnos de las urnas; no obstante, los que seguimos creyendo que la democracia no es mala compañía y no queremos caer en un poco recomendable nihilismo y, tratando de ser mínimamente coherentes, no tenemos otro remedio que aceptar las elecciones populares (con toda la parafernalia que conllevan, incluidas las campañas) como algo fundamental para conservarla. Eso sí y en lo que a mí respecta, si pretendo participar con una cierta gallardía, no tendré más remedio que ponerme tapones en los oídos, una venda en los ojos y una mordaza en la boca como aquellos tres monos sabios que no querían ni oír ni ver la injusticia, ni escuchar las mentiras, ni expresar la insatisfacción ni el desencanto. Que solo hablen las voces de dentro. Sin duda, una medida protectora, incluso terapéutica, aunque tal vez la salud mental se resquebrajaría menos si estos interminables carnavales fueran más discretos y callados, lo agradeceríamos tanto…
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