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Nadie hasta ese momento se había atrevido a decir que no estaba dispuesto a olvidar ni perdonar

Avatar del Pedro Charro Pedro Charro13/02/2023
Salí de viaje, pero allí donde uno va llegan los ecos, aun lejanos, de lo que queda atrás y de camino leí la noticia de que se cumplían ahora 27 años del asesinato del abogado donostiarra Fernando Múgica, algo que ocurrió poco después del de Gregorio Ordóñez, cuando el propio Fernando, como socialista, advirtió que ese crimen era como si se hubiera cometido “contra uno de los nuestros”. Sin embargo puede que Eta le asesinara vicariamente, es decir, para castigar de la peor forma a su hermano Enrique que, como ministro de Justicia había puesto en marcha una política para dispersar a los presos y zafarlos del control de la banda, lo que ésta no perdonó. Aquello creó dolor y estupor, y el propio Felipe González, recuerdo, apareció conmocionado. Todavía resuenan las palabra que el propio Enrique dijo en el entierro de su hermano: “Yo no olvido ni perdono a los asesinos, a quienes han levantado su mano, a los que defienden o exculpan a Eta”, y añadió que era verdad que todos los muertos son iguales, todos son llorados por sus familias, pero que un ser humano antes de morir puede ser corroído por el odio y la violencia, o ser un ser humano de paz y tolerancia “tal y como era mi hermano”. Llevábamos muchos muertos encima, pero nadie hasta ese momento se había atrevido a decir que no estaba dispuesto a olvidar ni perdonar lo ocurrido. Tal vez porque perdonar es un tema tabú, un mandato que traemos de marca por nuestra raíz cristiana que nos manda perdonar a los que nos ofenden, pero que luego ha de luchar con la rabia, el dolor y el duelo. Perdonar no puede caer en la trampa de borrar lo ocurrido, de evadir responsabilidades. No compete solo a una de las partes, sino que es de ida y vuelta. Hace falta que el ofensor lo pida. Que sienta la necesidad de reconocer y reparar el mal que ha causado. Que se transforme. Nada de esto ha ocurrido con el final de Eta, y la mayoría de sus presos, tal como en tiempos de Múgica, se han mantenido fieles a la banda. En la encrucijada del posible perdón, casi ninguno ha comparecido.
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