"¿No habíamos quedado en que para avanzar debíamos salir de nuestras ‘zonas de confort’?"
A mediados del pasado siglo se extendió la cultura del ‘hágalo usted mismo’, que combinaba el rechazo del sistema con la astucia comercial. Por un lado se trataba de animar a la gente a construir sus propios muebles y a cultivar un huerto en el balcón para hacerla sentirse independiente, y por otro de ampliar las ventas de todo tipo de cacharros. Viva usted la emoción de la jardinería a cambio de llenar la casa de herramientas inútiles, venían a predicar los gurús del bricolaje. Al mismo tiempo empezaron a proliferar autoservicios, máquinas expendedoras, cajeros automáticos y otros sistemas de venta con los que el cliente podía hacerse la ilusión de tomar decisiones sin intermediarios mientras la empresa reducía gastos de personal. Tras una larga historia de fracasos y abandonos el culto al bricolaje fue decayendo, y con él los sueños de autonomía de unos consumidores que con el paso de los años se han revelado más comodones. Tampoco es que hayamos vuelto a los sistemas tradicionales, pero llama la atención que en los últimos tiempos hayan surgido nuevos servicios a domicilio que se hacen cargo de tareas elementales. Cocineros en el hogar. Manitas por horas que igual engrasan cerraduras que ponen bombillas o cuelgan cuadros en la pared. Paseadores de perros. Organizadores de armarios. ‘Personal shoppers’, es decir, tipos que te compran las camisas y te dicen qué zapatos van mejor con esos pantalones. Expertos en hacer maletas. La oferta es variada y va creciendo, no sé si en la dirección del mínimo esfuerzo o en la de la tontería supina. Pero no despreciemos su dimensión reparadora entre tanta pérdida de puestos de trabajo. Un caso para la reflexión: operarios que por un módico precio se ofrecen a montar los muebles de Ikea, la firma que basa su éxito precisamente en la venta de productos ideados para que el comprador los monte con sus propias manos sin dificultad ninguna. Empiezas a pensar que la humanidad se encamina a su extinción cuando te enteras de que algunos supermercados han puesto a la venta huevos fritos envasados al vacío. Unos huevos fritos. ¿No habíamos quedado en que para avanzar debíamos salir de nuestras ‘zonas de confort’?
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