"Al Gobierno foral le preocupa que la mano se privatice. A mí me preocupa que se sacralice"
El Gobierno foral ha anunciado que se opondrá al registro del diseño industrial y de la marca ‘Mano de Irulegi’ por parte de empresas y particulares. Al Gobierno foral le preocupa que la mano se privatice. A mí me preocupa que se sacralice. O sea, que acabe convertida en objeto de culto como un fetiche de propiedades milagreras. Hay motivos para temer que así suceda, vista la unción mostrada por algunos asistentes a su presentación en sociedad hace unas semanas en el Planetario. Como el pasado es un vasto almacén de signos para alimentar las identidades, no resulta extraño que visitar los museos de antigüedades siempre haya tenido algo de peregrinaje. En cuanto el historiador se descuida, un ánfora se convierte en una patria y sobre un remoto apero de labranza se sientan las bases de un credo inmemorial. Desde el primer día la mano fue sometida al vaivén entre el entusiasmo y el menosprecio. Unos la recibieron como el hallazgo del siglo, mientras que otros se apresuraron a cubrirla de sospechas, siempre sin término medio. Nada que no conozcamos en esta simpática tierra de contrastes. Pero, así como los investigadores ponían el acento en las palabras grabadas en la pieza, la atención del común se orientó de inmediato al soporte material, a pesar de su escaso valor arqueológico y su nula relevancia material. Así somos las gentes sencillas, poco dadas a la especulación intelectual y más abiertas al hechizo de las cosas tangibles. Para qué escuchar a los que saben de lenguas si tenemos banderas, escudos, reliquias y griales ante los que postrarnos y, si se diera el caso, con los que atizarnos. Desplazada del ámbito académico a nuestros estrechos marcos mentales, la mano deja de ser un feliz hallazgo para la ciencia y se convierte en un objeto litúrgico de veneración compatible con el uso arrojadizo. Si además la silueta de la mano de Irulegi se presta al merchandising, miel sobre hojuelas. El patrimonio local puede incorporar un nuevo elemento a su nutrida colección de emblemas y nosotros podemos estampar en la camiseta la mano de la discordia. O sacarla a pasear, según preferencias. Que investiguen ellos.