Igual nos estamos pasando con tanto remilgo
Los museos británicos han decidido evitar la palabra ‘momia’ por considerarla ofensiva. En su lugar proponen utilizar el sintagma ‘persona momificada’, que según ellos enfatiza la condición humana de los afectados y los trata con mayor respeto, a la vez que pone de relieve la relevancia cultural de los cuerpos embalsamados del Egipto faraónico. A la espera del comunicado de Ramsés III agradeciendo la medida, a los visitantes físicos o virtuales de los museos nos llega un cierto aroma de progreso moral a tono con los tiempos. No cabe duda de que las lenguas son entes dinámicos que deben transformarse de acuerdo con las sensibilidades cambiantes de las sociedades. Ahora bien, tampoco es cuestión de cargar sobre las lenguas toda el ansia de ejemplaridad de nuestros virtuosos corazones. ‘Momia’ tiene más solera que ese abrupto combinado verbal de ‘persona momificada’ que parece sacado de un manual de medicina forense. Al fin y al cabo, los historiadores se bastan para preservar el valor cultural de las momias sin necesidad de meterse a filólogos y embalsamarlas por segunda vez con los vendajes del eufemismo. Igual nos estamos pasando con tanto remilgo. Igual tampoco es tan urgente sacudir los diccionarios como si fueran hisopos de exorcista para desterrar las palabras molestas. La que sí urgía borrar del artículo 49 de la Constitución era el epíteto’ disminuidos’ y sustituirlo por ‘personas con discapacidad’, tal como han acordado nuestros grupos políticos mayoritarios. Aunque la caducidad de los eufemismos sea vertiginosa y haya que estar actualizándolos sin cesar para no incomodar a alguien, en este caso ‘disminuidos’ -que en su día fue considerado un elegante repuesto de ‘subnormales’- entraba de lleno en el terreno de la ignominia. Que la única unanimidad lograda en la legislatura se produzca en el ámbito del lenguaje da idea no solo del deterioro de las relaciones entre los partidos, sino también del miedo generalizado al uso de palabras comprometedoras. Pero esto es harina de otro saco. En cuanto a las momias, si los museos británicos desean tratarlas con respeto y dignidad, podrían empezar por devolverlas a Egipto, de donde nunca debieron haber salido.