Planes de prevención contra los incendios
La sociedad y las instituciones deben desterrar la idea de que el medio natural ha de cuidarse a sí mismo, abandonado y vaciado; los incendios se evitan trabajando durante todo el año
Los incendios desatados en lo que va de año en España han arrasado 200.000 hectáreas de terreno, de las que más de 15.000 corresponden a la Comunidad foral. Estamos a mitad del verano y no puede descartarse una tercera ola de calor e incluso una cuarta antes del otoño. El período estival, con un incremento de la movilidad ciudadana y su expansión por el medio rural junto a la reducción por vacaciones del contingente de responsables públicos y profesionales que conforman los sistemas de protección civil, añade riesgos a la subida de las temperaturas. El problema no es nuevo, pero se ha agravado sin que las administraciones concernidas adoptasen más y mejores medidas de prevención y abordaje de las que ya resultaron deficitarias en años anteriores. Tampoco los llamados incendios de sexta generación son nuevos. Solo que están proliferando con llamas que alcanzan tres y cuatro metros, con la gestación de nubes propias que acumulan una enorme carga eléctrica, con una fuerza de desplazamiento superior y más imprevisible en su orientación. Urge disponer recursos humanos y materiales extraordinarios para afrontar los dos próximos meses de riesgos en el país, para inmediatamente después revisar -en cada administración pública y entre todas- las políticas y los presupuestos que aseguren 2023 desde el invierno. Como urge releer el Código Penal y la jurisprudencia al respecto para que el legislador encare con absoluta premura la actualización de los tipos delictivos que concurren en el incendio intencionado o en el incendio por temeridad o negligencia. Porque sigue siendo sorprendente descubrir que la mano del hombre está tras la mayoría de los desastres. Pero para todo ello es imprescindible que las instituciones, los partidos políticos, se hagan cargo de la evidencia científica sobre la emergencia climática, sin que la nieguen relativizándola y sin que la esgriman para eludir responsabilidades inmediatas. Hay que desterrar la presunción general de que el medio natural ha de cuidarse a sí mismo, abandonado a su suerte.