Momento severo para Sánchez
El Gobierno no puede contaminar el plan anticrisis con las disonancias de sus socios y ha de comprometer al PP en su refrendo parlamentario
El anuncio ayer por el presidente Sánchez de que el Gobierno rebajará del 10 al 5% el IVA a la electricidad preludia las medidas -las prorrogadas con respecto al decreto de marzo y las nuevas- con que el Consejo de Ministros extraordinario de este sábado nutrirá el plan anticrisis con el objetivo prioritario de combatir la inflación. Pero no solo. Que el jefe del Ejecutivo haya decidido apretar el acelerador con su ampliado programa de actuación socioeconómico, incorporando una iniciativa a la que se había resistido hasta ahora y anticipándola en una sesión de control en la que estaba siendo interpelado por la crisis y otros frentes, evidencia también el carácter instrumental que ha adquirido el plan tras la debacle del PSOE y de sus socios de Unidas Podemos en las elecciones andaluzas. Siempre resulta censurable, sea el Gobierno del color político que sea, que se emplee el BOE no únicamente para objetivos de alcance institucional que repercuten en el conjunto de la sociedad, sino extendiéndolos a la estrategia partidaria. La sensación que cunde de que el presidente recurre a su margen de maniobra en el plan anticrisis para la declarada pretensión de responder a las necesidades de la ciudadanía, pero también para oxigenar su ejecutoria después del descalabro del 19-J, resulta perjudicial para la credibilidad de su reacción frente a una espiral inflacionista que no cesa y agudiza la inquietud social. Máxime cuando el Gobierno acaba adoptando una medida -el recorte impositivo en la factura de la luz- sin consenso cerrado entre sus socios y tras haberse negado durante semanas a aplicarla como le pedía el PP. El momento en que se encuentra el país es severo. Lo es por las estrecheces que está soportando parte de la población por la desbocada subida de los precios en la alimentación y la energía, derivada del impacto de la guerra en Ucrania pero también de algunas singularidades de la economía española. Y lo es por la inestabilidad de un marco político ahogado por la polarización y la falta de acuerdos asentados en mayorías sólidas, plurales y transversales.