La mala gestión de los montes aviva el fuego
Durante años no se ha actuado en los montes y a los agricultores y ganaderos se les ponen demasiados inconvenientes para hacer ese trabajo imprescindible de limpieza
La situación de incendios que asolan estos días la geografía navarra no tiene precedentes, ni por su magnitud, ni por las afecciones a poblaciones, ni por los daños agrícolas y medioambientales. Fuegos en la Ribera, en la Valdorba, en la Sierra de El Perdón, en el Valle de Etxauri, Tierra Estella... propiciados por unas condiciones atmosféricas que han convertido los campos de cereal y los montes en un auténtico polvorín, capaz de desencadenar con una simple chispa un escenario de fuego incontrolable. Las altas temperaturas, la sequedad del terreno y el viento sur, con los campos a punto de cosechar, debería haber sido motivo suficiente para que el Gobierno foral hubiera tomado decisiones más drásticas, y no meras recomendaciones. Le ha faltado diligencia para prohibir labores agrícolas con riesgo de provocar incendios. Sin embargo, esta situación que vive Navarra requiere una reflexión mucho más profunda, que enraiza con el olvido del mundo rural y de la gestión de los montes. La frase recurrente de que los incendios se apagan en invierno, no por tópica deja de ser real. En la actualidad, la maleza de los montes es el mejor combustible para las llamas, porque durante años no se ha actuado y a los agricultores y ganaderos se les ponen demasiados inconvenientes para hacer ese trabajo imprescindible de limpieza. Lo sucedido estos días debe suponer un cambio de estrategia por parte de los poderes públicos y dedicar un mayor esfuerzo a la prevención, porque cada vez son más frecuentes las olas de calor y las probabilidades de incendios se multiplican. Y ni el número de bomberos ni los medios de los que dispone Navarra son capaces de hacer frente con la eficacia requerida a los numerosos puntos de fuego generados en tan corto espacio de tiempo, como ha sucedido este fin de semana. Es un motivo más para invertir en prevención, porque con toda probabilidad, con una mejor gestión de los montes costaría menos controlar y apagar los fuegos estivales. Desgraciadamente, los estamentos políticos van a menudo por detrás de los acontecimientos.