Reparación para todas las víctimas de abusos
La Cámara foral aprueba hoy una ley para investigar los abusos en el seno de la Iglesia, sin reparar en que abusos se dan en todos los ámbitos y que la justicia la imparten los tribunales
Hoy el Parlamento de Navarra pone en marcha una iniciativa de reconocimiento a las víctimas de abusos sexuales cometidos en el seno de la Iglesia católica de Navarra, con el objeto de reparar el daño causado y promover la asistencia a la víctima. No es la primera propuesta de investigación de casos de abusos a menores cometidos en el ámbito de la Iglesia: el Gobierno español encargó esta tarea al Defensor del Pueblo; también la Conferencia Episcopal ha encomendado a un prestigioso bufete una investigación. A la Iglesia se le puede achacar desde falta de diligencia a lentitud a la hora de afrontar este gravísimo problema en su seno, pero igual de cierto es que el papa Francisco ha dado un giro con su determinación de esclarecer cada uno de los casos que se hayan podido producir y reparar el mal causado. Afrontar de cara los abusos fortalece a la propia institución. La Iglesia, como la sociedad entera, no puede obviar el daño provocado durante décadas y la condena sin paliativos. Sin embargo, la proposición que va a aprobar el Legislativo foral arroja demasiadas sombras. La fundamental, que una comisión de “expertos” impulsada por los políticos pretenda declarar quién ha sido víctima y quién no, al margen de las instituciones judiciales. Aunque se remarque que se respetarán los derechos de las personas y en ningún caso se vulnerarán las garantías jurídicas. El Parlamento no es el encargado de repartir justicia, para ello están los tribunales, que son los que se ocupan de valorar las causas por agresión y abusos sexuales, los cometidos en el seno de la Iglesia y los habidos en cualquier otro ámbito. El hecho de poner el énfasis solo en unos casos, de forma excluyente, hace ver además que hay grupos políticos que en lo que de verdad están interesados es en estigmatizar a una institución como la Iglesia, cuando son todas las víctimas las que se merecen el reconocimiento y la reparación, y que los culpables sean juzgados con las garantías debidas por los tribunales de Justicia. Un afán real de reparación no puede obviar esta realidad.