"La vacilación entre acrónimos da idea del pozo oscuro en el que ha caído la Selectividad de antaño"
La vacilación entre acrónimos -¿se dice EvAU, EBAU, EVAU?- da idea del pozo oscuro en el que ha caído la Selectividad de antaño. Si no nos ponemos de acuerdo en su denominación, ¿cómo hincarle el diente en serio al engaño consentido sobre el que se sostienen unas pruebas tan determinantes en la vida académica de nuestros jóvenes? Hay quien las equipara al temible ‘gaokao’ de los chinos, ya saben: esa práctica de tortura masiva que se salda cada año con cientos de suicidios y millones de dramas familiares. Pero la EvAU representa su versión occidental dulcificada, nada que no pueda soportar un adolescente en mediano estado. Hasta los mismos estudiantes admiten que dura, lo que se dice dura, no es; a lo sumo un poco agobiante, y no tanto por el nivel de exigencia como por los calores de la estación y por la concentración de varios exámenes en pocos días. En teoría, lo dificultoso no está en la prueba sino en los dos cursos que la preceden. Eso al menos se deduce de los exigentes currículos legales de las asignaturas del Bachillerato. En la práctica la EvAU produce sobre ellos un perverso efecto jibarizante: los simplifica, los recorta, los adapta al guion de la prueba de tal modo que el profesorado tiende a despojar los programas de todo aquello que no pueda salir en el examen. Resulta así que el Bachillerato, concebido en principio como un aprendizaje de madurez encaminado a los estudios superiores, ha acabado convertido en una etapa de adiestramiento para la prueba a la que rinde pleitesía. Hay algo de aberración educativa en todo esto. Los centros de enseñanza rivalizan por ofrecer los mejores números en las estadísticas de aprobados. Los estudiantes presionan sobre el docente para que vaya al grano. Los cerebros de la prueba, cediendo a las exigencias de centros y profesores, proponen modelos de examen cada vez más previsibles. ¿Y el saber? ¿Y el conocimiento? ¿Y las capacidades y destrezas intelectuales que deberían adquirirse antes de los estudios universitarios? Todo queda en segundo plano ante la dictadura de la nota de corte. Y así, curso tras curso, examen tras examen, ministro tras ministro, sin que nadie parezca interesado en dar con una fórmula mejor.
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