"Todos recordamos campañas contra los accidentes de tráfico o contra los incendios, pero ninguna contra el tabaco que haya logrado impactarnos"
Quizás pueda sonar pequeño, insignificante, esto de ‘salvar’ a un 4%. ¿Un 4% de cuánto? ¿Salvarlo de qué? Pues bien, pongámonos en contexto. Cerca de 169.000 estudiantes de secundaria comenzaron a fumar en 2021. O lo que es lo mismo, un 30% de los jóvenes españoles reconoce haber fumado en el último año según datos del Ministerio de Sanidad. Una cifra que sigue siendo de las más altas de las Unión Europea. ¿Por qué ocurre esto? Porque en España, en el tramo de edad de los 14 a los 18 años, en lugar de disuadir a los jóvenes a que dejen el tabaco, logramos que se consolide el consumo. Un 18,4 % de los estudiantes de 14 años fuma y esta cifra, ya de por sí muy elevada, se incrementa exponencialmente alcanzando el 43,7% a los 18 años. ¿Podemos evitarlo? La respuesta es sí.
Una de las medidas que más impacto tiene en la población joven es aumentar los impuestos a los productos de tabaco, ya que este grupo de edad suele tener menos disponibilidad económica. Una medida que año tras año venimos reclamando los profesionales sanitarios. Diversos estudios publicados apuntan que un incremento del 10% en el precio del tabaco supone una reducción del consumo del 4%. Este impacto, además, es mayor en los grupos de menor poder adquisitivo, como es el de los jóvenes, y su impacto es inmediato sin necesitar ninguna inversión adicional por parte de la administración sanitaria ni siquiera una reducción de los ingresos fiscales. Esto supondría que, al menos, 6.700 jóvenes cada año se sentirían disuadidos de coger ese cigarro. No es una cifra menor.
Pero todavía podemos ahondar en más medidas que supongan auténticas barreras para que los jóvenes no se consoliden en el hábito del tabaco: reforzar las prohibiciones sobre publicidad, promoción y patrocinio del tabaco, restringir todavía más si cabe los ámbitos donde está permitido su consumo, especialmente en los lugares públicos y que la Administración sea más proactiva en la publicidad de los peligros del tabaco, especialmente de los nuevos productos, tan atractivos para las nuevas generaciones. Y es que todos recordamos campañas contra los accidentes de tráfico o contra los incendios, pero ninguna contra el tabaco que haya logrado impactarnos realmente.
Y sí, el tabaco mata bastante más que los accidentes de tráfico y no únicamente debido al cáncer de pulmón, sino a otros cánceres (vejiga, laringe) y otras patologías cardiovasculares Y, ¿cuánto mata? Si seguimos sin revertir los actuales porcentajes de consumo de tabaco en España la respuesta seguirá siendo mucho. En referencia al cáncer de pulmón un 80% de nuevos casos está ligado a este tóxico. Cada año realizamos más de 30.000 nuevos diagnósticos y se producen 22.000 muertes. El cálculo es sencillo. Para ahondar más en el problema, cabe destacar el progresivo aumento del consumo entre el sexo femenino. Ellas fuman más que ellos y el cáncer de pulmón ya se está feminizando. Calculamos que para 2025 será la primera causa de muerte por cáncer entre las mujeres en España, superando al cáncer de mama que es más de cuatro veces más frecuente.
Con estos datos en la mano no cabe duda de que la puesta en marcha del Plan Integral de Prevención y Control del Tabaquismo debe ser inminente. Llevamos demasiado tiempo sin nuevas medidas coercitivas y quizá por ello el consumo se ha estabilizado en los últimos años. Es urgente, por ejemplo, aumentar los espacios libres de humo y proteger a la infancia. Sirva una cifra: un fumador pasivo tiene hasta un 30% más de probabilidad de padecer enfermedades respiratorias o cáncer de pulmón que aquel que no está expuesto de forma continua. De hecho, el humo de segunda mano es la segunda causa directa relacionada con los tumores de pulmón. Los hijos de padres fumadores también elevan hasta un 20% el riesgo de patologías como asma, otitis o catarros frecuentes.
Con la covid-19 comprobamos que era posible poner en marcha la prohibición de fumar en terrazas y espacios públicos al aire libre. No demos marcha atrás. Este puede ser el espaldarazo definitivo para acabar imponiendo lugares seguros para los no fumadores. Además, este paso definitivo permitiría desvincular, en un escalón más, el binomio ‘ocio-tabaco’, tan arraigado en la sociedad. Y también, por qué no, eliminar su consumo en los interiores de los vehículos y regular su uso en el entorno familiar, ante la presencia de menores.
No vale mirar hacia otro lado. El momento de actuar es ahora si queremos reducir drásticamente el impacto sanitario que cada año produce el tabaco. Porque cualquier medida que suponga un pequeño porcentaje de cesación en el hábito tabáquico son vidas que salvamos mañana. Y cada vida cuenta. Un 4% de mucho sigue siendo mucho.
Bartomeu Massuti Secretario del Grupo Español de Cáncer de Pulmón
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