"La influencia de Rusia en Oriente Medio"

Las exigencias de libertad, pan y dignidad en las revueltas árabes, hace 11 años y en 2018 y 2019, acabaron sometidas por golpes militares y guerras civiles (Egipto, Siria, Yemen, Libia); el sectarismo religioso (suníes y chiíes enfrentados; yihadismos violentos; islam cortesano ligado a los jeques del Golfo); y la represión de los movimientos sociales (Irak, Irán, Líbano). Permanecen las desigualdades sociales (54% de la población vive con menos de 4 $ al día) mientras aumentan las grandes fortunas (el 11 % controla el 51 % de la riqueza). El conflicto de Yemen y los derechos de las poblaciones palestinas y kurdas se han estancado sin soluciones justas. En este reforzamiento reaccionario, los regímenes de la región coinciden con Rusia en el autoritarismo y el centralismo frente a las minorías y a la oposición; el liderazgo personal y de las dinastías familiares; la militarización de la seguridad con milicias afines y el control electoral, impidiendo parlamentos fuertes y el desarrollo de sociedades civiles. Rusia ha recuperado su peso como gran potencia en Oriente Medio, aprovechando el repliegue de EEUU. Si el choque con Occidente se complica para Putin, podría incrementarse la tensión entre EEUU y Rusia en esta geografía y extenderse la injerencia moscovita en África, donde es el mayor proveedor de armas y explota importantes recursos minerales. El Kremlin ha postulado un pragmatismo diplomático. Participa en reuniones multilaterales para fortalecer estados nacionales (Siria, Irak, contencioso nuclear con Irán) y amplía sus relaciones con aliados habituales de EEUU (Golfo, Turquía, Israel) con el propósito de limitar la influencia de EEUU, que ha intervenido con operaciones bélicas mucho más que con el diálogo. No obstante, Moscú también ha impuesto una actuación militar sangrienta, que ha consolidado el poder del dictador sirio Al Assad. Rusia ha reforzado su hegemonía: bases de Tartús y Jmeimim; ganancias en contratos de armas; inversiones en yacimientos minerales y en la reconstrucción de Siria: 1.000 millones de dólares. En este marco, varios países relevantes de Oriente Medio han hecho equilibrios en la condena a la agresión rusa a Ucrania. Siria y Libia (con bases rusas en Al Jufra y Sirte) son partidarios de Putin. Irán e Irak se han abstenido en la votación en la ONU. Emiratos, que ha aumentado un 38% sus relaciones comerciales con Rusia, y Arabia Saudí se mostraron indecisos en la reunión de la Liga Árabe. Los saudíes tampoco se han sumado a las sanciones a Rusia. El príncipe Salman tiene algunas cuentas pendientes con el presidente Biden. Rechaza las conversaciones sobre el programa nuclear iraní y que EEUU pueda eliminar la calificación de terrorista a la Guardia Revolucionaria. Mohammed bin Salman tampoco acepta las recriminaciones de Biden sobre las violaciones de los derechos humanos (ejecuciones, asesinato del periodista Jashogyi, detenciones de mujeres). El resultado es que Arabia Saudí se ha negado a disminuir los precios del barril de petróleo para presionar a Rusia, como le había pedido EEUU. Los saudíes y los rusos potencian la asociación petrolífera OPEP+10 para aumentar su independencia. Turquía practica el doble juego. Miembro de la OTAN, ha suministrado a Ucrania los eficaces drones Bayraktar TB2 y apoya su integridad territorial. Pero no rompe los lazos con Rusia ni apoya las penalizaciones económicas, ya que compra misiles rusos S-400, son vecinos en el Mar Negro y comparten oleoductos de hidrocarburos. El gobierno turco ha impulsado negociaciones entre Moscú y Kiev. El presidente Erdogan pretende un mayor reconocimiento internacional ante las próximas elecciones y en medio de una grave crisis económica. Un paso más en su autonomía estratégica es la reconciliación con Arabia Saudí, su adversario suní. Turquía quiere obtener préstamos y reforzar la seguridad frente a Irán, adversario común en Siria e Irak. Israel también nada y guarda la ropa. Ni ha enviado armas a Ucrania ni ha sancionado a Rusia. Diversas razones contribuyen a que sus relaciones sean buenas. Cerca de un millón y medio de israelíes proceden de Rusia y uno de sus líderes, Avigdor Liberman, se sienta en el Ejecutivo. Además, Tel Aviv y Moscú mantienen en Siria un acuerdo tácito por el que la aviación israelí puede atacar bases proiraníes. Las inversiones rusas en empresas tecnológicas alcanzaron en 2021 la cifra de 46 millones de dólares en 2021 y entre sus accionistas, algunos políticos, uno de ellos el ministro de Defensa, Benny Gantz. Oligarcas amigos de Putin han llegado a Israel, porque disponen de doble nacionalidad según la ley del Retorno. Sin embargo, la acogida a refugiados ucranianos ha provocado de nuevo la disputa entre el nacionalismo judío ortodoxo - partidario de limitar su entrada, porque muchos no cumplen el principio de tener una madre judía - y el centro izquierda laico y el judaísmo reformador, que consideran una vergüenza esta norma restrictiva. Javier Aisa Gómez de Segura Periodista especializado en actualidad internacional. Co-fundador de Espacio REDO

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