La flexiseguridad concertada
El cierre de empresas y el despido indiscriminado, al que estamos abocados si se deroga, sin otra alternativa, la reforma laboral, tiene un efecto pésimo para las empresas
El acuerdo para derogar en su totalidad la reforma laboral, firmado por el PSOE, Unidas Podemos y Bildu en la tarde del 19 de mayo ha llenado de indignación y preocupación a sindicatos y empresarios. En el primer punto del pacto se afirma que “las fuerzas políticas que suscriben este acuerdo se comprometen a derogar de manera íntegra la Reforma Laboral de 2012. La derogación deberá ser efectiva antes de la finalización de las medidas extraordinarias adoptada en materia económica y laboral derivadas de la crisis originada por el Covid-19”. Los desmentidos del PSOE han sido replicados con contundencia por el señores Otegui e Iglesias: “Voy a ser cristalino en esto: Lo firmado es lo acordado”.
En estos momentos, antes de entrar en un cambio atropellado de las relaciones laborales, es necesaria una reflexión sosegada sobre este tema y escuchar la voz de empresarios y sindicatos, así como las orientaciones de los analistas de la Unión Europea. Eurofound publicaba en mayo de este año un estudio sobre Tendencias y Enfoques Políticos de la Flexibilización en Europa, en el que se analiza la evolución del mercado de trabajo en los últimos 10 años. Los responsables del estudio afirman expresamente que las conclusiones del mismo tienen una aplicación clara en la situación caótica de las relaciones industriales, provocada por el corona virus.
Entre esas conclusiones, la más importante es la necesidad de retornar a la flexiseguridad. Un concepto que, según Eurofound, es neutral y se ha generalizado en todos los países durante estos años. Comprende un “combinado” de formas diferentes de relaciones del trabajador con la empresa que deben regularse entre representantes de los trabajadores y el empresario: contratos a tiempo parcial, jornadas reducidas, contratos temporales, teletrabajo, semana de 4 días. La flexiseguridad tiene una doble función. La primera está orientada a armonizar las necesidades del mismo trabajador. La flexibilidad hace posible que los trabajadores combinen sus responsabilidades laborales con la conciliación familiar, el estudio y la formación personal, el aprendizaje de idiomas o la dedicación a otras actividades de interés para el trabajador.
La segunda y más complicada función es garantizar la supervivencia de la empresa y su adaptación a los cambios bruscos del mercado. La pandemia ha convulsionado los mercados. Los empresarios tienen que buscar un hueco en un momento de incertidumbres nuevas que se unen al reto de la desglobalización, la digitalización, la reorientación de los mercados y del cambio climático. Los trabajadores están preocupados por su futuro. Lo estamos viendo ahora mismo en Francia en la Renault que va a trasladar su emblemática planta de Flint a Turquía y Eslovenia. O en la Nissan de Barcelona. En Alemania el 40% de los trabajadores del potente sector de automoción temen por el futuro de su contrato. En estas circunstancias cuál puede ser el estado de ánimo de los trabajadores españoles.
Es cierto que la flexiseguridad implica también precariedad. De hecho el estudio de Eurofound revela que una cuarta parte de los trabajadores no quieren el trabajo a tiempo parcial y el 60% de los contratos temporales no son deseados. A pesar de todo, se afirma en este estudio que ”la crisis de 2008 ha demostrado que mantener a los trabajadores y formarlos perfeccionando sus cualificaciones es un buen camino para una recuperación más rápida”.
El cierre de empresas y el despido indiscriminado, al que estamos abocados si se deroga, sin otra alternativa, la reforma laboral, tiene un efecto pésimo para las empresas. En numerosos casos tendrán que cerrar y en la mayoría provocará la pérdida de talento, desmoralización de los trabajadores, sobre todo en unos momentos de carencia de oportunidades de empleo. De ahí la necesidad de que en el marco de cada empresa, empresarios y trabajadores negocien el mantenimiento, con una fórmula u otra, del empleo y la permanencia de la actividad de la empresa y que el Estado compense con dinero el “trabajo reducido” con ayudas no coyunturales, sino permanentes como la alemana Kurzarbeitergeld.
En este contexto, el mensaje que las empresas deben transmitir a los trabajadores es que, con la ayuda del Estado, van a utilizar todas las alternativas posibles antes que recurrir al despido. Lo contrario de lo que se hace: mantener solamente los puestos que se necesitan para el volumen de producción programada. Y esa búsqueda de fórmulas para mantener los puestos de trabajo es la tarea más difícil y creativa que deben asumir empresarios y sindicatos dentro de cada empresa.
La flexiseguridad requiere, por tanto, un nuevo enfoque de las relaciones entre trabajadores y empresarios. Lo cual obliga a dejar en segundo plano los convenios colectivos sectoriales y a sentarse empresarios y trabajadores para ver cómo pueden sacar cada empresa adelante. Las grandes y pequeñas empresas saben que su éxito depende del talento y Know How de sus trabajadores, y que la fidelidad del trabajador a la empresa requiere estabilidad en el puesto, formación, retribuciones salariales justas y que nadie se quede en el camino. El éxito en la salida de la crisis será seguro si sabemos elegir el destino y el camino, que pasa por la flexibilidad concertada.
Luis Sarriés Sanz. Catedrático de Sociología