Opinión
ENVIDO
Cuando el criminal es el bueno
Actualizada 29/12/2018 a las 06:00
Caminas desde el edificio del Gobierno al del Parlamento y pasas, por este orden, junto a cuatro hinchables donde botan los niños, un circuito para montar en segway y, escasos treinta pasos más allá, la celda carcelaria. No tiene barrotes. Una cabina acristalada de ocho metros en la que permanece quien le plazca durante turnos de media hora para, según la “dinámica” Orain Presoak de la “red ciudadana” Sare, “socializar la conculcación de los derechos humanos que sufren los presos vascos de Nafar
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