A primera vista,
Irene Nonay Monleón no cumple con la imagen tradicional del agricultor. Pero solo hacen falta unos pocos minutos de los casi 40 que duró hacer esta entrevista para darse cuenta de que esta joven ribera, de
29 años de edad, reúne todas las cualidades para triunfar en el mundo del campo. En su niñez y adolescencia, aprendió las claves del agro ayudando a sus abuelos en sus tierras de almendros en
Bardenas. Tiene la capacidad de sacrificio necesaria para plasmar ese conocimiento en las más de
70 hectáreas que ahora gestiona; y es consciente de la necesidad de llevar al día ese trabajo de ‘oficina’ tan necesario en este sector. Pero, sobre todo, desprende una pasión que en estos dos años como agricultora profesional no se ha reducido ni un ápice pese a las dificultades derivadas de la pandemia de coronavirus y de la guerra de Ucrania.
Estudió Farmacia, ejerció esta profesión en la botica familiar, y hace dos años decidió dedicarse en cuerpo y alma al campo. ¿Qué le motivó a dar este giro a su vida?
Un día me di cuenta de que si yo no seguía con los almendros de mi abuelo nadie más lo iba a hacer. Y me dio tanta pena que todo ese trabajo se perdiera, que me planteé hacerme cargo de ellos, plantando otros nuevos, y dando continuidad a la tradición agrícola de mi familia.
¿Cómo fue ese momento en el que llegó a casa y dijo: ‘Mamá, papá... quiero ser agricultora’?
En mi casa nadie ha tenido trabas para hacer lo que realmente le gustara hacer a cada uno, y tampoco las hubo en ese momento. Y, por supuesto, nunca me han dicho que no pudiera hacer algo por ser mujer. De hecho, mi abuela era la que mandaba en casa. Ella era la que contrataba a los peones que ayudaban a mi abuelo, la que decidía qué se iba a plantar cada año, y dónde se iba a vender la producción que se consiguiera.
Para emprender un negocio así hace falta combinar la pasión por el campo con tener la mente fría para gestionarlo.
Y ahí creo que tengo un poco de mi abuelo y un poco de mi abuela. Junto a ellos crecí entre los almendros.
¿Cómo le ha ido durante estos dos primeros años como agricultora profesional?
Planté mis primeros almendros en febrero de 2020, justo antes de que llegara la pandemia. Al principio, un nuevo árbol de este tipo solo es un palo clavado en la tierra. Tienes que armarte de paciencia, cuidarlo para que pueda dar frutos, y saber que, durante los primeros años, habrá más pérdidas que beneficios. Ahora en septiembre recogeré mi primera cosecha, que será mínima, pero el mundo del campo es así. Hay que tener paciencia.
Si hubiera sabido que después de plantar sus almendros iba a llegar una pandemia mundial y una guerra en Europa, ¿habría hecho lo mismo?
Sin duda. La decisión la tomé mucho antes y no me arrepiento. Paradójicamente, la pandemia me ayudó a que el tránsito de mi trabajo como farmacéutica a agricultora fuera más llevadero. Como con el toque de queda no se podía salir por la noche, yo madrugaba al día siguiente para venir al campo. Y como no se podía salir de Navarra, me entretenía viniendo a cuidar los almendros. Y en cuanto a la guerra de Ucrania, el aumento de los carburantes era algo que los agricultores ya veníamos padeciendo desde mucho antes.
¿Contempla la opción de volver a la farmacia?
Yo he terminado la carrera y he trabajado como farmacéutica. Yo sé que mañana mismo tendría empleo en la botica, pero mi apuesta firme es por el campo y en mi cabeza no cabe otra opción que no sea que salga bien.
¿Cómo ha sido el recibimiento por parte de sus nuevos compañeros de profesión?
Aquellos que llevan toda la vida en el campo se alegran un montón de que haya gente joven que pueda coger su testigo, y les da igual que sea un hombre o una mujer. Es cierto que siempre hay comentarios aislados, pero no me han llegado a mí directamente. A mis padres les dijeron un día algo así como: “¡Ay la chica! Habiendo estudiado una carrera..., y ahora se va al campo”. Estas cosas a mi familia les dan igual y a mí también, con lo que no hay mayor problema con eso.
Pero todavía existe esta mentalidad en la sociedad.
Sí, pero ha cambiado mucho. Antes parecía que la única manera de prosperar en la vida era estudiar, salir de aquí, y no ir a trabajar al campo por nada en el mundo. En cierto modo, esa mentalidad todavía se mantiene, pero yo pienso que el camino que he tomado es el correcto. Al menos así lo siento, y soy feliz con lo que hago.
Ahora, quizás por efecto de la pandemia, la sociedad reclama más alimentos saludables y de proximidad. Se habla de sostenibilidad, de economía circular...
Todo esto, que parece muy moderno, en realidad es muy antiguo. Mis abuelos ya lo hacían, por ejemplo, con el sistema de trueque de productos entre los vecinos.
¿La recuperación de estos valores, tan estrechamente relacionados con el mundo del campo, puede servir para atraer a más jóvenes a este sector?
Puede ser, pero no es fácil. Yo he dado este paso porque he vivido el mundo del campo desde pequeña. He tenido a mano el tractor de mi abuelo para aprender a manejarlo y todos los conocimientos que me legaron. Pero entiendo que para una persona que no ha crecido con esto en casa y no lo haya mamado desde pequeño es casi imposible poder hacer lo que yo he hecho.
Pero ahora, con todos los avances tecnológicos introducidos en el sector agrícola, la dureza del trabajo en el campo se ha aminorado.
Mi bisabuelo salía de casa con sus dos yeguas y tardaba 6 horas en llegar a sus campos. Era tanto el tiempo que debía invertir que se quedaba toda la semana en sus cultivos. Los sábados volvía a casa, se aseaba, preparaba los víveres que iba a necesitar para toda la semana y el domingo, después de misa, se iba al campo otra vez. Ahora yo tengo aire acondicionado en mi nuevo tractor. El trabajo en el campo no es tan sacrificado ni tan físico como entonces, porque ahora todo está muy modernizado.
La necesidad de seguir avanzando en la modernización tecnológica del agro es un nicho importante de empleo.
Por supuesto. Mi tractor tiene GPS, limitadores de velocidad, unos dispositivos de seguridad mucho más avanzados que cualquier coche... Hay abonadoras que registran los datos de la cosecha anterior para optimizar su rendimiento en la siguiente campaña. Todo esto seguirá desarrollándose en los próximos años, y ello requiere de profesionales especialistas en nuevas tecnologías. El mundo del campo es muy amplio..., y las posibilidades de empleo también.
¿Se siente pionera o ejemplo para otras mujeres tras el paso que ha dado?
No me considero pionera, ya que las mujeres siempre han ido al campo y han trabajado en él, pero desde el papel secundario o, incluso, invisible. Y tampoco me considero un ejemplo, ya que creo que lo que estoy haciendo es normal. Solo me siento agricultora, y nada más.
Pero lo cierto es que no es común ver a una mujer, y tan joven como es usted, montada en un tractor trabajando entre almendros o en campos de brócoli y cereal.
Es cierto que hay veces que se me quedan mirando cuando me ven al volante y me sorprende porque para mí es normal, aunque puede ser que para el resto de la gente no lo sea. Más que ser un ejemplo, lo que me hubiera gustado es que, cuando tenía 15 años, hubiera habido otras chicas jóvenes montadas en sus tractores, trabajando en el campo, o haciendo lo que yo estoy haciendo ahora, y así haber podido tener un espejo en el que mirarme.
¿Qué le dirían sus abuelos si ahora vieran a su nieta al frente de su explotación de almendros?
Seguro que estarían muy contentos y orgullosos.
“El mundo del campo tiene mucho que decir, y las redes sociales sirven para darle visibilidad”
Los pasos que Irene Nonay va dando en el mundo del campo se pueden seguir casi a diario a través de sus canales de Instagram y Twitter. En el primero de ellos ya suma casi 4.000 seguidores, por los 14.500 con los que cuenta en Twitter. Además, la joven ha abierto un canal de venta directa de sus almendras a través de la web
almendrasdebardenas.com.
Las redes sociales son para usted como un ‘apero’ más.
El mundo del campo tiene mucho que decir, y las redes sociales sirven para darle visibilidad. En ellas puedo mostrar aquello que siempre ha sido de lo más normal en mi familia o entre mis amistades, pero totalmente desconocido para muchísimas personas.
En sus redes muestra cómo crecen sus cultivos, los efectos de las heladas, cómo ataca el pulgón a las plantas...
La gente no es consciente de todo el trabajo que hay detrás de ese alimento que compra en el supermercado. Por eso es importante divulgar nuestra labor. Y la respuesta que estoy teniendo está siendo muy buena.
¿Ha notado que la labor del sector primario se valora más tras la crisis del coronavirus?
Es cierto que una parte de la sociedad ha comenzado a valorar más nuestro trabajo, pero sigue habiendo mucho desconocimiento.
Otro de los temas de actualidad con respecto al mundo rural es intentar dar soluciones a los problemas de la llamada ‘España vaciada’.
Esa es una situación que hay que abordar porque es cierto que existen territorios muy afectados, pero no creo que sea el caso de la Ribera. Yo vivo a 10 minutos de un hospital, de un hipermercado, de un Decathlon, de un McDonald’s... Aquí te montas en un tren y en 2 horas estás en Madrid. Esto no es la España Vaciada.
¿Qué opina de la llegada del Canal de Navarra a la Ribera?
Sin agua no hay futuro. Cada vez llueve menos y, cuando lo hace, es de modo torrencial. Yo planté mis almendros en esta parcela porque podía regarlos con agua del Canal de Tauste. Pero de este tema podríamos estar hablando muchas horas. Y es que, a cambio de los terrenos que se van a regar con el
Canal de Navarra, Europa pide que haya otras zonas, como son mis tierras, que no se van a poder regar nunca, ya que se debe mantener un porcentaje de superficie de secano.
Los desafíos para el campo van a ser muy importantes.
Ahora mismo, los grandes terratenientes del mundo son Jeff Bezos y Bill Gates. Los propietarios de la tierra son grandes fondos de inversión y compañías que fijan los precios a su antojo haciendo polvo a los pequeños agricultores.
DNI
Irene Nonay Monleón, de 29 años, comenzó su formación académica en el colegio Compañía de María de Tudela, del que, posteriormente, pasó al Colegio San Francisco Javier (Jesuitas) de la capital ribera. Continuó su formación en la Universidad de Navarra, donde realizó la carrera de Farmacia. Estuvo ejerciendo esta profesión hasta que en 2020 decidió hacerse cargo de la explotación agraria familiar en la Negra de Bardenas hasta casi duplicar su extensión. Ahora cuenta con más de 70 hectáreas, principalmente de almendros y cereal, pero también de brócoli.