Opinión
La UE como actor global: la visita de líderes europeos a China

- Ariana Betalleluz
La atención mediática sobre la guerra de Ucrania se extiende, inevitablemente, hacia la postura que van manteniendo las partes más interesadas del conflicto: sobre todo, pero no únicamente, Estados Unidos, la Unión Europea y China. En concreto, los titulares se han apresurado a destacar la reciente visita conjunta de Emmanuel Macron y Ursula von der Leyen a la República Popular China, precisamente por su relación con la guerra; relación que, por otra parte, puede no ser evidente a primera vista.
En realidad, no es de extrañar este acercamiento hacia Xi Jinping: en última instancia, los líderes occidentales compiten por ser quienes efectivamente medien en un acuerdo de paz en beneficio de Ucrania. Si este no puede ser directamente negociado con Putin, quieren recurrir a alguna parte “neutral” que pueda ejercer presión sobre el líder ruso. Este parece ser el rol de Xi en la apuesta de Macron, von der Leyen y otros líderes europeos: el de un actor ambivalente que, sin embargo, puede ejercer una influencia significativa sobre Rusia, con quien China mantiene una relación motivada por intereses estratégicos, más que ideológicos.
En este contexto de búsqueda de la paz es en el que la visita conjunta de Macron y von der Leyen cobra importancia. En primer lugar, debido a que manifiesta un intento, cuando menos, de mantener un frente unido europeo tanto respecto a la guerra de Ucrania como a la proyección de la identidad de la política exterior de la Unión, motivada, esta última, por el fomento de valores democráticos. En este mismo ánimo conciliador se sitúa la visita de otros dos líderes europeos al presidente Xi: el presidente alemán Scholz el pasado noviembre y Sánchez a finales de marzo. Sin embargo, el planteamiento estratégico del frente Macron/von der Leyen parece haber quedado debilitado por la divergencia de opiniones manifestada separadamente: von der Leyen ha destacado la creciente actitud asertiva de China y Macron ha mostrado interés por la propuesta de Pekín.
Estas divergencias han sido exacerbadas por los medios de comunicación chinos, señalando divisiones internas entre europeos. Ante esta pretensión de “dividir y vencer”, de poner a prueba la unidad europea de parte de China, conviene recordar la conveniencia de proyectar a la Unión como un único bloque en el contexto internacional. Si bien es evidente que la convergencia de 27 planteamientos estratégicos distintos –contexto a explotar por China, y en el que Macron destaca por sus diversas declaraciones de reticencia a la influencia estadounidense en Europa– cabe recordar la prioridad común más inmediata de todos los Estados miembros: un incondicional apoyo a Ucrania, retórico y práctico. Apoyo que, en sí mismo, no es solo una cuestión de justicia y de prevalencia de los principios del derecho internacional, sino que además constituye parte de una política de defensa europea más sólida, convincente y disuasiva.
Un segundo punto a evaluar de la visita es el de las autoridades participantes en cuanto representantes europeos. Se ha hecho ya referencia a la postura de Macron más escéptica a la incidencia estadounidense en asuntos regionales: este planteamiento supone un punto de encuentro con China, también reacia al “intervencionismo” de Biden. El gesto por parte de Macron de invitar a la presidenta de la Comisión y de compartir un itinerario también es significativo, en cuanto que podría dar lugar a una doble interpretación. Por un lado, señalaría un reparto de autoridades equivocado, haciendo notar que la representante institucional de Europa (von der Leyen) responde a liderazgos individuales en lugar de lo contrario; por otra parte, las competencias de representación de la Unión en el exterior le corresponden más bien a Josep Borrell en calidad de Alto Representante de la Unión para Política Exterior y Defensa (con independencia de otros factores que le impidieran el viaje, como su reciente contagio de Covid-19). Las anteriores consideraciones son, en fin, constataciones adicionales de que, en materia diplomática, todo comunica, y las personalidades individuales son también activos estratégicos.
Si se opta por visitas individuales, conviene que sea en la manifestación de un mismo interés, y en aras de la obtención de la meta compartida entre todos los interesados por igual, empezando por la propia Ucrania. Lo contrario –un aprovechamiento personal de las relaciones con el régimen chino a costa del objetivo común– podría resultar más bien en perjuicio del diálogo pendiente de paz y el futuro de las relaciones entre la Unión Europea y China en general, dando a entender al régimen de Xi que el contacto con Europa se traduce en múltiples conversaciones en paralelo con cada Estado miembro. Por todo ello, el enfoque europeo hacia China debe ser reevaluado y reunificado; una tarea difícil, por otra parte, dados los intereses particulares que tiene cada país con China como socio y competidor comercial, pero no por ello menos asequible.
Ariana Betalleluz es delegada de Formación de Equipo Europa Navarra
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