Tan real como comprobable. La tecnología es capaz de desempeñar un papel importante y, a menudo, también decisivo en la solución de muchos de los problemas urbanos. Entre los múltiples ejemplos, el control de accesos al corazón de las ciudades, una traba que solamente busca restar contaminantes y, a su vez, trata de poner escollos al vehículo privado con idea de que los medios de transporte sostenibles se vayan afianzando en calles, parques y plazas.
Sin ir más lejos, son las cámaras de videovigilancia que el Ayuntamiento de Pamplona colocó esta legislatura (noviembre de 2019) las que verdaderamente filtran (y sancionan) a aquellos conductores que, por el motivo que sea, acceden a alguna de las zonas restringidas del Casco Viejo de la ciudad.
UNA A UNA
¿Y dónde se encuentran estos policías encubiertos? En el entramado de las calles Mayor-Bosquecillo (entrada-salida), Nueva (entrada), San Antón-Navas de Tolosa (salida), Paseo de Sarasate-Navas de Tolosa (salida), Paseo de Sarasate-San Ignacio (entrada), Espoz y Mina (entrada), Estafeta (entrada), Labrit-Merced-Arzobispado (entrada), San Agustín (salida), Carmen (entrada-salida), Santo Domingo (entrada) y parking de Educación (salida).
Recordemos que la sanción en caso de incumplimiento ascenderá a 90 euros en los casos de acceso sin permiso y de 30 euros por superar el tiempo.
En cuanto a la gestión, insisten desde el ente municipal, las multas derivadas del sistema de accesos al Casco Viejo no se tramitarán hasta pasadas 72 horas de la infracción.
En época de prisas
Basta pararse a pensar, si se dispone de tiempo, para darse cuenta de que la aceleración, las prisas y la velocidad forman parte de nuestro día a día. Ejemplos los que quieran imaginar. Seguramente más. Por ello, en ese contrapunto calmado que todos, sin excepción, necesitamos, el intento por evitar que el coche sea solución principal a esa falta de minutos. Tenemos la suerte de vivir en una ciudad que, salvo excepciones, posibilita recorrerse a pie. Calles y plazas que merecen una segunda mirada. Pausada, sosegada. Y ya no se trata de contaminar menos, que también, sino de disfrutar de las vistas. Como quien decide atesorar un paisaje, el que sea. Controlar los accesos al centro de Pamplona debería ser exigencia irrenunciable y, si me lo permiten, cada vez con más impedimentos. El coche, limitado; las piernas, liberadas.