Laura Penagos, actriz: “El euskera me marcó desde mi infancia en Colombia”

Usted es la tercera mujer colombiana que aparece en esta sección este curso. ¿Hay una comunidad amplia de mujeres creativas colombianas en Pamplona? No sabría decir si somos una comunidad amplia. Pero las sociedades somos cada vez más diversas. Y los colombianos, históricamente, hemos tendido a emigrar por obvias razones. No es un secreto la situación política y social que a lo largo de todo este siglo ha sufrido Colombia. ¿Y cómo llega a Pamplona? En 2005 conocí a un navarro en mi pueblo, Suesca de Cundinamarca. ¿Y surgió el amor? Surgió el amor. Nos casamos y vivimos en Colombia un tiempo. Después vinimos aquí. Vine por amor. Estudió teatro en Bogotá, en la escuela Teatro Libre durante cuatro años. Sí. Luego estuve dos años profesionalmente como actriz. Y fue entonces cuando conocí a mi expareja. En 2023, hago 15 años en Pamplona. Tiempo en el que ha trabajado como actriz y que le ha dado tiempo a aprender euskera. Sí. Quince años que me han dado tiempo para vivir, tener experiencias, aprender de ellas, aprender euskera, que en mi vida ha sido muy importante. ¿Por qué? A mí lo que me interesa es hablar euskera, comunicarme y expresarme. También la cultura que se genera en torno al idioma. Sí que es cierto que el euskera me ha dado las mejores oportunidades profesionales. Yo empecé a hacer teatro profesionalmente en euskera. No había tenido la oportunidad de hacerlo en castellano. En 2022 acabamos una gira de un año y medio con la obra Atzerrian lurra garratz, que en castellano sería En el extranjero la tierra es amarga. ¿Para usted ha sido amarga? Yo creo que hay un punto en el que hay una nostalgia, desarraigo, ciertas cosas... En mi caso el desarraigo ha sido duro. ¿Ha vuelto a Colombia? Sí. Suelo ir. Pero me pasa que cuando voy, veo que los lugares y las personas, todo lo que viví, ya no es lo mismo. ¿Ya no son los de su memoria? Exacto. Los recuerdos, el imaginario que creé de Bogotá y de mi pueblo. Así que cuando voy, siento que ya no me pertenecen. Han pasado muchos años. Y luego está el fenómeno de que ya no sabes de dónde eres. ¿Se siente extranjera en Colombia y en Pamplona? No pertenezco a Pamplona, pero tampoco a Colombia. Yo digo que pertenezco al arte. ¿Ciudadana del arte? Sí. El arte, en ese sentido, es mi hogar. Yo digo que soy colombiana y euskaldun, porque hablo euskera. Recuerdo que alguien me dijo, “nunca vas a aprender euskera. Si lo de aquí no aprendemos, tú menos...”. Y eso fue un estímulo. Me propuse aprenderlo y sigo aprendiéndolo. ¿Y cómo fue su primer contacto? Mi expareja hablaba euskera. Y también en mi casa, la relación con el euskera ha marcado mi infancia. ¿En Colombia? ¿Por qué? Mi padre estudió en Colombia con curas jesuitas. Nos contaba que en el seminario, porque iba para cura, cuando los jesuitas no querían que los demás se enterasen de lo que decían, hablaban en euskera. Eran de aquí. Y mi padre jugaba a pelota. Hoy todavía existe ese frontón. Cuando conocí a mi expareja, me pareció un idioma muy particular, característico y especial. ¿El euskera está muy ideologizado, que es lo peor que se le puede hacer a un idioma? Creo que está muy manoseado políticamente. Y creo que en general, los que hablamos euskera sí que tendemos a politizarlo. Creo que es una realidad. Y es una pena porque es un idioma y es un tesoro. Creo que se politiza por las dos partes. ¿Puede vivir del teatro en Pamplona? Sí. Es un lujo. Pero tengo altibajos. Esta es una profesión intermitente. ¿Cómo es el teatro en Colombia? ¿Sigue patrones europeos, españoles? La escuela Teatro Libre, tiene una formación clásica, basada en los clásicos con una visión muy europea: Stanislavski, Grotowski... Y también con una realidad muy europea, muy burguesa. Paralelamente, se desarrolló el Teatro La Candelaria, mucho más ubicado en la realidad colombiana. ¿Cuál es nuestro teatro? ¿Desde dónde tenemos que crear? ¿Cuál es nuestro universo teatral? En ese sentido, creo que La Candelaria es el máximo representante del teatro colombiano y latinoamericano. Su paisana, la cantante Zarys Falcon, decía que por el hecho de tener un físico racializado, al principio solo le ofrecían en Pamplona trabajos de cuidadora o de servicio doméstico. ¿Le ha ocurrido a usted? A mí no me ha pasado. Pero sí que he tenido episodios de cierto racismo. Yo creo que todas las personas somos racistas. Y la que diga que no, tiene que mirárselo. Creo que hay muchas formas de racismo. Yo trato de tener mayor conciencia de este tema. Porque veo que a veces soy clasista o racista. Y es algo que hemos heredado de una memoria colectiva. Yo creo que nuestro sistema se basa en creencias que nos hacen actuar de una u otra forma. Yo voy a ser colombiana toda mi vida. Y no me ofende si alguien me llama ‘sudaca’. Y no me ofende porque yo no le doy ese poder a esa persona.

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