Es ese enclave de la Plaza del Castillo el que despierta el interés de quienes eligen el corazón de Pamplona como engranaje para sentir su palpitar. Es ese entramado de casitas de madera las que devuelven el aroma de los adornos a una Navidad que necesita vibrar otra vez. La feria más emblemática de diciembre ya regala sonrisas a través de 27 puestos de venta, un stand de comercio justo y un tercer rincón en el que convergen los esfuerzos de hasta tres organizaciones no gubernamentales.
Apenas pasan unos minutos desde que el reloj diera el visto bueno matutino para poder pasear por los aledaños del kiosco. Instantes que ya daban rienda suelta a los primeros clientes de un sábado en el que el mercurio eligió seguir resistiéndose a alcanzar una temperatura en la que no fuera necesario enfundarse guantes, gorros y bufandas. Personas que iban y venían sin rumbo fijo, observando con detenimiento el devenir de un sábado invernal. Como Joaquín Echeverría. Este vecino de Pamplona, prefería “primera hora” para poder ver el género del mercado de Navidad sin prisa ni aglomeración. Tras dos circunferencias casi perfectas, huevos trufados. “A mi mujer le encantan”, revelaba en el puesto de Sandra Izcué. A la cabeza de ‘Trufa de Tierra Estella’ (más concretamente de Ibiricu de Yerri), la artesana dejó que la experiencia fuera un grado. “La trufa es muy desconocida. La gente piensa que se necesitan excelentes conocimientos culinarios para poder usarla y no es así”, declaraba para desmontar uno de los mitos más recurrentes. “El secreto es usarla casi cruda, para trufar huevos, mantequilla, aceite… y después cocinarla. El resultado es espectacular”, reiteraba. Tras tres años en la feria de Navidad, Sandrá proponía visitas a la trufera. “Hacemos los fines de semana y, normalmente, quienes acuden terminan sorprendidos”, compartía junto a unas cestas de regalo.
Apenas unos metros más adelante, el olor a jabones, chocolate, garrapiñadas… inundaba el ambiente. Aspecto que se agradecía tras las mascarillas, obligatorias para comprar en este particular mercadillo urbano. “Me parece correcto porque, a pesar de estar al aire libre, estamos todos tranquilos, los que compramos y los que venden”, opinaba Julen Jiménez atento a la miel.
EXPERIENCIA POSITIVA
Con toda la confianza puesta en la feria de navidad, Maitane Azparren sonreía tras su puesto de embutidos. Chorizos y salchichones que no dudaba en dar a probar. “Recomiendo el salchichón trufado”, indicaba quien lleva 4 años formando parte del mercado. El Bordón, empresa que data de 1989. “Lo hacemos con mucho cariño”. La sonrisa, tímida, se escapaba tras una saga procedente de Viana.
Pero también hubo quien, por primera vez, eligió lanzarse a la aventura y formar parte de la feria de Navidad. Las pitxis Diseño Textil. Obra de la vecina de Berriozar Ana Poza. “He estado tres meses preparando la colección porque tengo dos manos y una máquina y estoy muy contenta con el resultado”, se sinceraba tras bolsos, carteras y mochilas, sus ‘joyas de la corona’. “Tienen que darse las circunstancias de tiempo, dinero…el momento, vaya”, añadía.
Y así, entre casetas, la de Comercio justo, con Araceli y Haizea. Como complemento a su tienda de la calle Mercaderes, el café y el chocolate seguían siendo sus productos estrella. “También tenemos juegos cooperativos”, explicaban enfundadas en sus gorros.
No obstante, el éxito, al menos a ojos de los más pequeños, era más que evidente. Piruletas de Papá Noel, Reyes Magos, Olentzero, los clásicos de Disney… y eso sin olvidarse de puros, chupetes y martillos de caramelo. “Un clásico”, sonreía Ibai Flamarique, quinta generación de Garrarte. Desde 1980, también sigue vendiendo sus tradicionales guirlaches y turrones. “Tenemos para todas las edades”, comentaba tras un puesto repleto de colores tremendamente llamativos.
CLAVES
27 casetas de exposición y venta de productos artesanos y dos espacios más: de productos de comercio justo y otra en la que tres ONG (Manos Unidas, Fundación Iñaki Ochoa de Olza y Kibera Pride, presente en el sistema de orfanatos de Kenia) informan sobre sus iniciativas.
Horarios. Las casetas de madera permanecerán abiertas hasta el 6 de enero, en horario de mañana y tarde: de 11 a 14 y de 17 a 20 horas. La feria únicamente cerrará los sábados 25 de diciembre y 1 de enero.
Organizada por el Ayuntamiento de Pamplona y gestionada por la asociación de Elaboradores de Alimentos Artesanos, adjudicataria del contrato correspondiente.