Primer Pilón tranquilo, a dos velocidades
Las reses de la ganadería Manolo Merino tardaron en salir, por lo que el encierro superó los dos minutos


- Paloma de Albert. Falces
El primer encierro del Pilón permitió continuar con paz la celebración de las fiestas patronales de Falces, en honor a la Virgen de Nieva. Ni la lluvia, presente hasta un cuarto de hora antes de la carrera, ni la tardanza de las vacas para salir de la cabrería consiguieron obstaculizar un recorrido de 2 minutos y 15 segundos que se saldó sin incidentes. Como es habitual, a las 07.30 se condujo a las vacas hasta el corral ‘de la cabrería’, en el trayecto conocido como ‘encierrillo’. Y las reses de la ganadería Manolo Merino, de Marcilla, tuvieron menos curiosidad durante el descenso que en la subida. La afluencia de público a ambos lados del camino provocó cierto desconcierto a una de las vacas que, a partir de la Fuente de los Pajarillos, avanzó despacio y sin apartar la mirada de sus observadores. Esta indisciplina parecía augurar un encierro accidentado. Pero nada más lejos de la realidad.
A las 8.45, como es tradición, se colocó la Virgen en la hornacina. La comitiva que la escoltaba, entre la que se encontraba el párroco Pablo Amorena, la corporación municipal y la charanga Gazte, se situó al inicio de la cuesta y, como las decenas de personas que ya se habían situado a lo largo del recorrido, guardaron silencio para escuchar la jota dedicada a la patrona. Todo rastro de solemnidad se rompió cinco minutos más tarde. Los asistentes entonaron la conocida ‘canción del Pilón’, por la que se pide al que no vaya a correr que “se retire enseguida”.
Repentina velocidad
A la señal del cohete, a las 9 h, las vacas salieron de la cabrería con lentitud, a regañadientes, en una manada compacta. Al tomar la primera curva, sin embargo, cambiaron de tercio. La velocidad de las reses aumentó la peligrosidad y, a la altura de la Fuente de los Pajarillos, dos corredores se vieron obligados a apartarse del camino y se refugiaron en la zona de los matorrales, justo antes del corte del barranco. Ya en la zona de la cuesta, una de las vacas tomó la cabecera y la manada se abrió.
Su ímpetu y su velocidad provocaban que los corredores se retiraran hacia los laterales y se lanzasen sobre el suelo para evitar una embestida. Las maniobras para esquivar un empitonamiento y la estrechez del recorrido a lo largo de sus 800 m causaron algunos tropiezos y golpes entre los participantes. “Las dos primeras vacas venían un poco rápidas. Hacia la mitad de la cuesta me han tocado el pie, me he descontrolado y he caído como un trapo al suelo”, relataba el veterano corredor Igor Otadui Irasugi, de 45 años y natural de Mondragón (Guipúzcoa). Sin embargo, ningún mozo precisó de asistencia sanitaria. “El encierro ha sido limpio, aunque ha habido algún susto al comienzo”, confirmaba José Manuel Merenciano Moreno, portavoz de DYA. “Estamos bastante contentos de que no haya sucedido nada”, apostilló.
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