Ser de Osasuna es ver el fútbol de pie

Cuando estás arriba del todo, cuando falta la última estrofa del Riau Riau o cuando está todo igualado en el marcador es cuando más riesgo tienes de caer. Y así fue. Sin llegar a los dos minutos, el plan sujeto a la fuerza de la grada se desvanecía. Pero recuerden, en Osasuna el fútbol se ve siempre desde arriba. De pie, como todo el Gol Sur. Botando. Sintiendo, sufriendo y dando clases de afición. Desde el otro lado lo veían sentados. La tarde empezó pronto en La Cartuja. A los primeros artistas les tocó actuar ante unas gradas muy poco pobladas. Fueron los seguidores madridistas los primeros en entrar y ocupar de forma muy dispar el Gol Norte. Llamó la atención cómo muchos de los merengues fueron ubicándose en sectores que la RFEF había guardado para compromisos. De esta forma, teniendo en cuenta esto y que Gol Norte de La Cartuja tiene más capacidad que Gol Sur, ubicación de Osasuna, el campo transmitía sensación de mayoría blanca. Sin embargo, después del encuentro, el propio club navarro explicó según sus estimaciones que las cifras entre aficiones eran similares. Se contabilizaron unos 26.000 seguidores por lado navarro. TENSIÓN EN LA GRADA El primer cántico fuerte de la parroquia rojilla se dio a las 20.42, una hora y veinte minutos antes de iniciar el partido. Fue en honor a Jagoba y lo entonó un bloque grande que esperaba la entrada del resto de aficionados retenidos en los controles de acceso al estadio. En uno de esos puntos, bajo uno de los túneles se congregó la mayoría de los rojillos que iban llegando desde la Fan Zone del parque Fernando de Magallanes y el centro de la ciudad tras una larga caminata. Con el paso de los minutos artistas como Marta Sánchez, Soraya, Alaska y Mario y Ozuna fueron sucediéndose en un escenario instalado en la pista de atletismo que separa la grada del terreno de juego. En el césped, antes de entrar al vestuario para cambiarse, se pudo ver a los jugadores rojillos concentrarse de diferentes formas ante lo que iba a ser una cita histórica. Abde con sus auriculares ignorando el A quién le importa que sonaba en directo, Chimy con el esférico de la final entre las manos o Roberto Torres, excapitán de Osasuna, entretenido con el móvil. Charlas entre Iñaki Ibáñez, delegado, Pablo Ibáñez, héroe de San Mamés, y Nacho Vidal, lesionado para lo que resta de temporada. Unos treinta minutos antes de empezar el encuentro y con una grada teñida de rojo, Torres fue citado junto a Roberto Carlos para charlar brevemente sobre la final. El jugador de Arre, con la afición de frente en el córner derecho, aprovechó para agradecer al club por la oportunidad ofrecida para acompañar a la plantilla durante estos días. Tras retirarse estos dos jugadores, el speaker anunció a Joaquín Sánchez. El bético del Puerto de Santa María fue el encargado de dejar el trofeo junto a la línea de cal al ser el último capitán en levantar la Copa del Rey. Después, ambas aficiones sacaron sus mejores galas y decoraron los dos fondos con mosaicos. Los rojillos con cartulinas rojas, azules y plateadas en las que se podía leer la palabra Osasuna y los merengues un desplegable que rezaba ¡Hasta el final, vamos Real! Era el inicio de una batalla de grada y campo. La intensidad propia de una final también se contagió en la grada durante todo momento, pero en especial en el último minuto de la primera parte cuando Vinicius trato de provocar a Moncayola y la afición rojilla respondió a la acción. En ese momento, en la grada de Preferencia surgía una discusión entre ambas hinchadas con amenazas desde la distancia. Para tratar de poner orden aparecieron miembros del staff se seguridad junto a agentes de Policía. Finalmente no tuvo consecuencias. La intensidad de la que presumió la afición rojilla durante los noventa minutos fue corroborada al término del encuentro en la despedida a los jugadores. “Es una pasada cómo anima esta afición a sus jugadores”, pronunciaban comentaristas radiofónicos. La plantilla agradeció el apoyo con una media vuelta de honor.

Ser de Osasuna es ver el fútbol de pie

La afición rojilla, cercana a los 26.000, apoyó al equipo y dio una exhibición en la grada

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