Ambiente
El Sadar celebró, sufrió y festejó a lo grande
19.724 espectadores se dieron cita en una gélida noche que tardarán en olvidar. hubo vuelta de honor final

- Borja Bernarte
- Luca Ciordia
Y se vio todo en blanco y negro, como dice la canción. De un ciclón de furia y optimismo tras el gol del Chimy Ávila a un jarro de agua fría heladora a falta de dos minutos para tocar la gloria. Fue el único instante de toda la noche que El Sadar enmudeció. Le costó segundos reaccionar, pero volvió a rugir para llevar en volandas al equipo en su tercera prórroga consecutiva. Nadie dijo que iba a ser fácil. El guion bien lo podrían firmar los mejores artistas de Hollywood. Porque en el minuto 99, con el equipo alicaído y la grada dudando, Abde frotó la lámpara para culminar una jugada estratosférica.
Ya se presagiaba una noche mágica en los prolegómenos del partido. Porque cuando en El Sadar la afición entra al estadio pronto es sinónimo de partido grande. Nunca falla esa máxima en un osasunismo acostumbrado a ocupar su butaca a última hora. Ayer se volvió a cumplir. Graderío Sur ya estaba lleno y faltaban todavía 20 minutos para el comienzo del encuentro. Esta vez, los protagonistas calentaron sobre el césped arropados por los seguidores. Los mismos que casi tres horas después dieron la vuelta de honor.
Como era de esperar, y tras los incidentes en el partido contra el Mallorca, las banderas y bufandas poblaron las gradas. De esta forma se vivió un Vals de Astráin a la altura de unos cuartos de final de la Copa del Rey. Emoción a flor de piel en los asientos y nerviosismo sobre el terreno de juego. Con tanta excitación ambiental, Osasuna salió timorato. La afición, ese jugador número 12, respondió pronto y alentó a los suyos para calmar los nervios propios de una cita histórica para el club.
Al cuarto de hora el Sevilla ya había botado cinco saques de esquina. La salida en tromba de Osasuna se quedó en pequeño txirimiri, como el de la climatología. Hubo, de hecho, una jugada muy significativa. Sergio Herrera, David García y Lucas Torró abrieron sus brazos pidiendo calma. Los rojillos mostraban su peor versión en el día más importante de la temporada. No así la grada que se dejó la garganta, pese a las bajas temperaturas y el horario. Unas condiciones, que pese a generar malestar entre los aficionados, no iban a ser tan importantes como para ver el partido en casa. 19.724 espectadores -unos 600 sevillistas- alzaron la voz en El Sadar en una noche inolvidable para todos los estamentos del club.
LA AFICIÓN TAMBIÉN JUGÓ
Y eso que hubo que tener paciencia. Los grados bajaban con el paso de las horas, no así la sensación térmica en la grada. Las reservas de chocolate y café, un detalle de Bodegas Otazu, se agotaron pronto. Se acercaba la medianoche y ya sobraban hasta los guantes para aplaudir.
Después de una primera parte donde hubo que aguantar de pie, todo cambió tras el paso por vestuarios. Osasuna botó dos saques de esquina seguidos y eso encendió la mecha como si fuera el chupinazo de San Fermín. Los rojillos ya pisaban campo contrario y la ocasión, clara por cierto, no tardó en llegar. El meta Bono, que salió en el descanso por las molestias de Dmitrovic, se hizo grande ante un disparo del Chimy Ávila. El Sadar rugió para meter también miedo. “La afición quiere estar, pero no por estar sino para jugar también”, dijo Arrasate en la previa. Ese fue el ejemplo más claro.
Pero lo mejor estaba por llegar. Doble cambio en Osasuna y energías renovadas. De nuevo el Chimy Ávila, esta vez como único punta, no falló ante Bono. El coliseo navarro se movió eléctrico para festejar uno de los goles más importantes de la temporada. Hubo un cambio de guion en el 94 pero los rojillos estarán en semifinales.