“Si los bailarines no estuviésemos locos, la danza ya habría desaparecido”

Hoy (por el viernes 28 de abril) ha costado un rato que el Gobierno pudiera localizarles para darles la noticia. Concha. Estábamos por ahí, dando una vuelta, tan tranquilos. Y cuando hemos venido a casa y hemos visto las llamadas, se nos ha ido la tranquilidad (risas). Nos hemos enterado por el hermano de Jose, que lo había oído en la radio. Jose. Nos hemos puesto muy contentos y también muy nerviosos. No nos lo esperábamos, porque había candidatos muy importantes. Y como generalmente se le da tan poca importancia a la danza... A mí me ha sorprendido. ¿Qué supone recibir este premio juntos? Concha. Yo considero que el premio es para Jose, porque la obra es de él. Yo he sido la persona que ha estado a su lado, ayudando y potenciando lo que él quería hacer. Vale, he sido importante, pero la obra es de él. Concha, usted es la tercera mujer que recibe el premio Príncipe de Viana. Me alegra muchísimo. Sobre todo, porque el premio es para la danza. Pienso que se puede potenciar mucho el mundo de la danza, que está un poco olvidado. ¿A quiénes les gustaría dedicar este galardón? Jose. Este premio nunca hubiera llegado a nosotros sin todos los bailarines y todos las personas con las que hemos trabajado, y tampoco sin las ayudas que ha habido en su momento por parte de la Administración. Creo que la danza sigue siendo la hermana pobre del arte, es la última en todo. Y también creo que la danza se hace a pesar de todo. Si los bailarines no estuviésemos un poco locos, la danza ya habría desaparecido. Pero mira, en este momento hemos llegado a recibir un premio... Parece que se va tomando en serio poco a poco. También reconocemos que es difícil cambiar todo de golpe. Concha. Nuestro primer agradecimiento es para Maite y Bertha Bermúdez, que siempre se han portado increíblemente con nosotros. Y, por supuesto, nos marcó mucho nuestro primer profesor, don José Uruñuela. ¿La danza es una pasión? Jose. Siempre digo que la culpa de que nos dediquemos a esto es el primer maestro de danza que tienes cuando eres pequeño. En mi caso, yo empecé con 15 o 16 años, con don José Uruñuela, y después con Peter Brown. Igual no nos enseñaron a bailar, porque Concha y yo aprendimos a bailar en Holanda, pero esos primeros profesores plantaron la semilla del amor por la danza. Puedes ser mejor o peor bailarín, mejor o peor coreógrafo, pero yo creo que todos los que estamos metidos en esta profesión tenemos algo en el interior que nos ha cogido y nos ha metido de lleno. Yo disfruto como un niño. Tengo la mesa llena de un proyecto que nunca haré, pero es lo que llena mis días. Y desde que me dio un infarto, más todavía. Te das cuenta de que la vida es tan efímera... ¿Están orgullosos de haber creado cantera? Concha. Sí, ahora hay gente muy importante que salió de nuestra escuela. Tenemos a Beatriz Uhalte en los Ballets de Montecarlo, a Marta Coronado, que también es fantástica... Naiara Mendioroz, que está en Holanda, Laida Azkona, Elisa Arteta... Ante todo hemos querido hacer un trabajo honesto y riguroso. Y además hemos tratado de que la danza fuese fácil de comprender para los alumnos. El pasado jueves se presentó el Festival Internacional de Danza de Navarra. Su directora, Isabel Ferreira, señaló que aquí veía mucho talento pero poco apoyo al sector. ¿Están de acuerdo? Jose. Por supuesto. Ahora mismo hay varias personas que están trabajando con una mentalidad abiertísima, pero les falta apoyo. Creo que no solamente cuenta el apoyo económico, a mí siempre es el que menos me ha importado. Ahora que hay tanto Civivox y teatros alternativos, se debería crear un circuito para que la danza ocupe el lugar que le corresponde en la cultura. Los políticos tienen que darse cuenta de que la danza tiene que estar presente, también en la educación. ¿Han pensado el proyecto que les gustaría llevar a cabo con la dotación del premio? Jose. Ni idea. Ahora empezaremos a pensar qué se puede hacer. Concha. Jose está trabajando, pero me dice que todavía pueden pasar años hasta terminarlo. Después del montaje Beckett 5, que se estrenó en 2010, ¿está el gusanillo de volver al escenario? Jose. Yo siempre tengo ese gusanillo. Escribo, dibujo, pienso... Es muy divertido, porque siempre he estado creando ballets para otros, pero ahora estoy creando ballets para mí mismo. Todo es fantasía, imaginación. Se me ocurre la locura que quiero, hago bailar a los personajes que quiero... Pero aún no tengo la intención de llevarlo al público. Tienen un proyecto de documental con Bertha y Maite Bermúdez. ¿En qué fase está? Jose. Sí, Ventanas adentro. Ellas lo han ido montando todo, y a mí me parece que eso es lo bonito, dejar esa libertad para que cada cual haga lo que quiera con lo que yo escribo. ¡Todos somos tan diferentes! Las cosas se pueden hacer de mil maneras, según las emociones, las sensaciones y los sentimientos que recibe la otra persona al ver esos dibujos. A mí me gusta mezclar danza, teatro, música, pintura, escultura... y locura, que es lo principal. Y que no falte el humor. Negro, pero humor. Siempre ha dicho que Concha se encarga de hacer realidad lo que está en su cabeza. Jose. A lo mejor llevamos juntos 57 o 58 años. Concha es el alma de todo. Yo invento, yo creo, y Concha se encarga de la parte más difícil, que es la de coordinar todo. A veces me corrige muchas cosas, porque yo me voy, me voy, me voy... Concha y yo estamos todo el día dándole vueltas al tema de la danza, como debe ser.

“Si los bailarines no estuviésemos locos, la danza ya habría desaparecido”

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