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Libros

Dieciocho despedidas con sonrisa

Un libro recopila obituarios publicados por Jose Murugarren en 'Diario de Navarra', adioses llenos de emoción como el que dedicó al fotógrafo Pachi Calleja. Los ha ilustrado Patricia Miranda

Ampliar Patricia Miranda y Jose Murugarren, fotografiados en las instalaciones de Diario de Navarra
Patricia Miranda y Jose Murugarren, fotografiados en las instalaciones de Diario de NavarraEduardo Buxens
Publicado el 16/04/2023 a las 06:00
Les han dicho que detrás de sus textos y de sus ilustraciones el personaje que un día dijo adiós sonríe. Tienen razón. Han creado 18 homenajes, 18 retratos en letra y dibujo que relatan con emoción cómo vivieron, soñaron, trabajaron y disfrutaron esas 18 personas, unas cercanas hasta lo más íntimo, otras lejanas, famosas pero referenciales. “Tanto los textos como las ilustraciones tienen algo de optimista, de aceptación de la situación... puede que hablen de algo doloroso, pero han de ser agradables de leer y de contemplar”. Esos tributos de palabras y trazos los han creado Jose Murugarren, redactor jefe de Diario de Navarra, y Patricia Miranda, ilustradora y diseñadora en BrandOK, empresa del grupo La Información. Son 18 obituarios que en su gran mayoría se publicaron en su día en Diario de Navarra y que ahora han reunido en un libro, Esa gente que tanto amé (Papeles del Duende). Lo presentan este lunes en Civican (19 h) en un acto que contará con los periodistas Idoia Altadill y José Luis Larrión, autor del prólogo, y el silbador José Julio Apesteguía.
¿Cómo surge la idea del libro?
Jose Murugarren (J.M.) Desde hace un tiempo cada vez que fallecía una persona conocida o allegada, desde el punto de vista de los afectos, me planteé hacerles un texto de despedida. Cuando había reunido unos cuantos, la editora, que había leído el texto dedicado a Enrique Pimoulier, me llamó y me preguntó si tenía más. Sí, los tenía, y hablando nos planteamos la posibilidad de sacar adelante un libro con textos sobre gente a la que había tenido cercanía y afecto.
Personas de dos tipos muy diferenciados. Unos muy cercanos, otros famosos.
(J.M.) Es una combinación de los dos. Unas son personas muy cercanas, a las que he querido, otros son personajes de referencia, sobre todo musical, por los que en algún momento de mi vida me he sentido influenciado. Son gentes de músicas variadas, desde Ennio Morricone hasta Camilo Sesto.
¿Son personajes a los que tratan de reivindicar?
(J.M.) En esos personajes ‘lejanos’ sí hay una reivindicación, hecha desde mi experiencia y como autocrítica. A Camilo Sesto le pido perdón; tenía mucho tirón, triunfaba pero nadie se atrevía a decir que le gustaba. Y a mí me encantaba. A Georgie Dann todos le rechazaban, pero en una fiesta, tras la tercera cerveza, no había quien se resistiera a bailarlo.
Los textos ahora se acompañan con las ilustraciones.
Patricia Miranda (P.M.) Se trata de un proyecto diferente a otros. Generalmente hay que interpretar el texto, pero en este caso había una complicación más, un paso hacia lo emotivo. Son lecturas que no son fáciles de mostrar gráficamente. Además, tienes el hándicap de que por el tema no puedes utilizar recursos que te puedan llevar al humor, a caricaturizar al personaje. Eso suponía una complejidad, pero hacía el reto mucho más bonito.
Combina ilustraciones con primeros planos y otros en los que los personajes se mueven en planos más amplios.
(P.M.) Frente al retrato descriptivo, mi idea era dotarle de concepto, para que resultara una imagen evocadora. Los retratos eran una serie de imágenes frontales, similares, donde no podía hacer mucho más que ser fiel a la foto. Por eso, intenté explorar un poco más y representar al personaje en una posición, haciendo una actividad, sugiriendo algo más que el mero semblante. El proyecto lo pedía.
¿Lo más difícil en este tipo de despedidas es encontrar el tono tanto al escribir como al ilustrar?
(J.M.) Los textos están escritos desde la emoción. Si se caracterizan por algo es porque los datos identificadores, nombre, dedicación... son más breves, pero está más trabajada la parte de los afectos, para que te pinche, para que llegue sobre todo a quien ha tenido relación con los personajes. Alguien nos dijo que detrás de la historia los textos daban la sensación de que el personaje sonreía y eso también se refleja en la ilustración. Es verdad, ambos recogen algo de optimista, de aceptación de la situación. Pese a que se hable de algo que puede ser doloroso, quiere ser agradable de leer y contemplar.
(P.M) Yo lo veía un homenaje a esas personas. Tratarlas como si fueran alguien famoso, mi intención era darles un punto como si fueran estrellas. Es también el punto que se le da al divulgarlo en forma de libro ilustrado, no es una columna de periódico. Con este libro, al cambiar el soporte, hemos propuesto una forma nueva de hacer obituarios, la menos en nuestro entorno.
En el epílogo hablan de lo mal que lleva la sociedad actual la muerte.
(J.M.) Llevamos mal la muerte porque tenemos la sensación de que esto dura para siempre. Pero esto es como un viaje organizado, empieza en un punto y en otro va a terminar. No nos damos cuenta de que ese final… la muerte tiene un destino para todos. Vivimos en una sociedad supermedicalizada, en el que el recurso a la medicina parece la panacea y no reparamos en que habrá un momento del que no te podrá sacar ni la mejor intervención. No somos conscientes de que esa irreparabilidad de la muerte existe, la tapamos. Cuando le ocurre a alguien en el entorno familiar, intentamos generar un ámbito de protección, convertir al sufriente en un ser frágil casi como si fuera un niño, hablar con todo el mundo antes de con él sobre qué le pasa y de qué quiere hacer con el resto de su vida... Me genera una sensación de que no estamos gestionándolo bien.
(P.M.) Tengo la sensación de que siempre tenemos más miedo a la muerte de los demás. Por eso el obituario positivo tiene mucho valor, por tener interiorizada esa idea de qué va a pasar.
¿Todo el mundo se merece un obituario?
(J.M.) Creo que sí. Todas las personas, independientemente de la opinión que tengamos sobre ellos, somos bastante parecidas. Todos buscamos nuestra comodidad y la de los nuestros, queremos a nuestros hijos, padres, parejas. Toda esa gente sencilla que se desenvuelve por la vida buscano el bienestar de sus allegados merece un obituario.
En el prólogo José Luis Larrión señala que uno de los grandes problemas del obituario es la falta de originalidad, que acaban repitiéndose. ¿La muerte nos iguala?
(J.M.) De ese texto de Larrión me llama la atención que hay periódicos que tienen cientos de obituarios preparados de antemano, y que incluso han llegado a equivocar la muerte de alguna persona, como el escritor Rudyard Kipling. Estos obituarios del libro nada que ver, surgen después, cuando algo se suscita que me lleva a escribirlo.
(P.M.) Es la parte emocional, la conexión que te hace decir cosas buenas de esas personas... Si no sería como las esquelas, en las que basta rellenar los nombres.

Pachi era el del bigote

Carlos y Pachi forman los Calleja, un tándem inseparable hasta que Pachi decidió ayer bajarse y decir adiós. Lo suyo era una pareja de hecho tan sólida como el Gordo y el Flaco. Como Isabel y Fernando. Como Tom y Jerry. Formaban parte de una misma moneda. Si la cara fue Pachi. La cruz era Carlos. O al revés. Que tanto monta. Monta tanto. Fue una fusión fraguada desde el útero materno. Nacieron gemelos y en algún momento debieron decidir que seguir juntos no sería mala opción. La vida les hizo compartir camino. Y el tiempo les dio la razón. Los dos fueron periodistas. Fotógrafos, ambos. Vinculados a Diario de Navarra siempre. Eran colegas, amigos, compañeros de piso, de vida, de confidencias y desde que los médicos diagnosticaron la enfermedad de Pachi, su compromiso se renovó de por vida. Pachi era el mayor. Alguna vez lo decía con esa socarronería que le dio después éxito en redes sociales porque había venido al mundo como cuatro o cinco minutos antes que su hermano. Siempre firmaron las fotos juntos: Calleja. Sin otro personalismo que el compartido bajo el apellido de solera fotográfica que estrenó su padre y heredaron Carlos y Pachi. Pachi pateaba la calle, la ciudad y su comarca. Y Carlos también. Subía a las villavesas cuando se trasladaba de uno a otro lugar para fotografiar la actualidad si no lo hacía en el coche de algún redactor. Como Carlos. Porque ninguno tenía carné de conducir y pasaban por la vida como clones del otro sin que fuera fácil distinguirlos ni siquiera por los gustos. Los dos eran de Canon, de chaleco característico de fotógrafo, de caña y tabaco y de palabras, las justas. Solo un detalle revelaba que, en algún momento, Pachi tuvo un ataque de personalismo y que cada uno, oiga, pese al parecido y a todo, era cada quien. Fue el día que Pachi se dejó bigote. Hasta el bigote fue como él. Discreto y casi imperceptible para los jóvenes periodistas que acompañaban y aprendían del reporterismo callejero con Pachi o, con Carlos. Ellos nunca sabían identificarlos. Eran dos gotas de agua. Una ha decidido seguir el curso del río camino de otro lugar. Carlos, su hermano, colega y compañero le ha llevado hasta la puerta de salida. Probablemente porque siempre supo que Pachi tendría que abandonar antes el lugar al que había llegado primero.

CLAVES

Título Esa gente que tanto amé
Autor: Jose Murugarren
Ilustradora: Patricia Miranda
Editorial: Papeles del Duende. Páginas: 114
Precio: 24 euros
Prólogo: José Luis Larrión

Los homenajeados

Susana Ortiz Urbeltz, artista y profesora de baile; Pachi Calleja, fotoperiodista; Lourdes Fernández Biurrun, Jesús Riaño, periodista; Charo Solchaga, Jesús Lorda, secretario del Ayuntamiento de Pamplona; José Murugarren Vélez, padre del autor; Enrique Pimoulier, fotógrafo. Chiquito de la Calzada, humorista; Georgie Dann, cantante; Rafaella Carrá, cantante; Franco Battiato, cantante; Ennio Morricone, músico; Michael Robinson, exfutbolista y comunicador; Luis Eduardo Aute, cantante y artista; Camilo Sesto, cantante; Pau Donés, cantante; Olivia Newton John, cantante y actriz.

Los autores

Jose Murugarren Leoz, hijo de comerciantes, se crió en el barrio pamplonés de la Txantrea, aunque se trasladó a la Rochapea y al Casco Viejo. Estudió primero en Escolapios y ya en la Universidad se decidió por Ciencias de la Información. Tras trabajar en Deia y hacer colaboraciones en distintos medios, desde 1991 forma parte de la plantilla de Diario de Navarra, donde es redactor jefe de información local. Es coautor de libros como Sanfermines, 204 horas de fiesta, Pamplona, 25 años de democracia municipal y autor de A través de la mirilla y ha ganado varios concursos de cuentos. Está casado con Ana Osa, médico radiólogo, con quien tiene dos hijas, Maider y Ainara.

Patricia Miranda Cifuentes nació en Estella en 1976. Es licenciada en Bellas Artes y realizó un curso de doctorado en Historia del Arte en la Universidad del País Vasco.También tiene el grado en Enseñanzas Artísticas y Diseño por la Escuela Superior de Diseño de La Rioja. Diseñadora en BrandOK, empresa del Grupo La Información, ilustró el libro A través de la mirilla y es la autora de la escultura de los premios Somos Valientas. Tiene un hijo de 15 años.

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