La condesa de la Vega del Pozo, emprendedora y filántropa

María Diega Desmaisières y Sevillano, condesa de la Vega del Pozo, vizcondesa de Jorbalán, duquesa de Sevillano con Grandeza de España, marquesa de Fuentes de Duero y de los Llanos de Alguazas (Madrid, 16 de Junio de 1852 - Burdeos, 9 de Marzo de 1916). Es una mujer poco conocida en Navarra a pesar de que su influencia pudo haber cambiado el panorama cultural. Con la reciente adquisición, restauración y exposición de su retrato por el Museo de Navarra podemos considerar que se ha recuperado, además de una magnífica pintura, su memoria, olvidada por muchos años. Ha sido en las dos últimas décadas y especialmente a partir del centenario de su muerte, cuando diversos autores se han preocupado por la vida y obras de esta insigne dama. María Diega fue la destinataria única y final de la fortuna y de los títulos nobiliarios conseguidos por la unión de poderosas familias que prosperaron por privilegios y distinciones otorgados por la Corona. El vínculo a Navarra le llega por parte de su abuela paterna, Bernarda López de Dicastillo y Olmeda que contrajo matrimonio con el general Miguel Desmaisières y Flórez. Desmaisières es una estirpe de origen francés que prosperó en la corte madrileña sumando distinciones y reconocimientos en la carrera militar de varias generaciones de sus miembros. El origen está en Arnaldo José Desmaisières (1733, Trith) que llegó a la capital al servicio de las Reales Guardias Valonas y formó parte de las campañas militares más importantes durante los reinados de Carlos III y Carlos IV. Contrajo matrimonio con María Antonia Flórez y Peón, viuda de Cayetano Valdés y Quirós, militar oriundo de Asturias. Los López de Dicastillo, originarios de la localidad navarra del mismo nombre, como otras tantas familias del norte, progresaron al servicio de la corte hasta alcanzar puestos que les situaron en la élite del poder en Madrid y Guadalajara. Se inicia así, el condado de la Vega del Pozo y vizcondado de Jorbalán en 1705, por privilegio concedido a Mateo López de Dicastillo y López de Dicastillo, que adquirió estos títulos con la denominación de sendos parajes de su pueblo natal. El primer conde de la Vega del Pozo había sido Oidor del Consejo Real de Navarra y había pertenecido a los Consejos de Castilla y de Cámara. María Diega fue la novena y última en ostentar, de forma legítima, los títulos navarros. EMPRENDEDORA Y AVANZADA SOCIAL DEL SIGLO XIX Con estos términos titula su biografía, Luis Narváez Rojas (2022). Diega Desmaisières tuvo todo lo material necesario para haberse dedicado a una vida cómoda, como se esperaba en una mujer de clase alta y especialmente siendo soltera, en la sociedad del siglo XIX: asistencia a oficios religiosos, a recitales de música, teatro, coleccionismo de arte o tertulias con damas de la alta sociedad. Sin embargo, fue una mujer emprendedora y avanzada a su tiempo. Desde que murió su madre, María Nieves Sevillano, en 1882, cuando ella tenía 30 años, tuvo que emprender una vida en solitario. De muy pequeña había perdido a su única hermana y a su padre. En la adolescencia perdió a los dos principales pilares de su vida, los que le dieron más afecto y los que se habían encargado de su formación. Eran su abuelo materno, Juan de Mata Sevillano y su tía, Micaela Desmaisières, “santa Micaela”. Juan de Mata Sevillano (Vicálvaro, 1790) fue un hombre de personalidad triunfadora, con gran visión de negocio. Amasó una gran fortuna, inicialmente como empresario, proporcionando alimento a las caballerías reales. Por su dominio de las finanzas no sólo realizó ventajosas inversiones, especialmente con la compra de propiedades durante la Desamortización de Mendizábal, sino que también actuó como asesor de grandes inversores. Esto le llevó a posicionarse en lo más alto de la jerarquía social y a ser una persona muy influyente. Dio el salto a la política. Por su decidida participación con el bando liberal en el pronunciamiento militar y por su fidelidad a la Corona recibió el título de duque de Sevillano con Grandeza de España. Sus relaciones le sirvieron, entre otras cosas, para convenir ventajosos matrimonios para sus hijas. A María Nieves, de carácter difícil y costumbres rutinarias, le dispuso matrimonio con el diplomático Diego Desmaisières López de Dicastillo, conde de la Vega del Pozo, un hombre de reconocida valía. Sevillano compartía su carácter altruista con la hermana de su yerno, Micaela Desmaisières (Madrid, 1809), vizcondesa de Jorbalán, fundadora de la Orden de Adoratrices, canonizada en 1934, siete décadas después de su muerte. La figura, rompedora para su tiempo, de santa Micaela ha merecido la atención de numerosos autores. Renunció a la vida acomodada que le correspondía por su posición como vizcondesa, para rescatar a mujeres de la prostitución, acogerlas y darles formación o cuidar enfermos, arriesgando su vida. Como mujer demostró un coraje desmedido en la lucha contra la mentalidad clasista de la época que no entendía aquellas actuaciones impropias para una dama de su clase y contra el rechazo a lo que suponía una lacra para la sociedad. Micaela fue un ejemplo de filantropía para su sobrina, Diega, como demostraría en futuros proyectos sociales. En esta nueva etapa en solitario la ausencia de responsabilidades familiares en su condición de soltera le permitió dedicarse plenamente a rentabilizar su hacienda, a emprender nuevos proyectos agrarios con la compra y explotación de propiedades, a aumentar su patrimonio y a promover proyectos sociales, materializados en la construcción de singulares edificios monumentales, algo poco común en una mujer de su época. En aquellos años de finales del siglo XIX y principios del XX la Condesa se encontraba inmersa en grandes proyectos constructivos como el colegio del Pilar, en Madrid, fundado en 1910 para acoger a niñas sin recursos o el colegio de sordomudos en Santiago de Compostela. En Córdoba fue promotora de los complejos olivareros de Montoro y Marmolejo. En Guadalajara, donde residía en su palacio, construyó la Casa Asilo san Diego de las Adoratrices, el panteón familiar, y el complejo agrario de Villaverde. En Navarra adquirió treinta y tres fincas en La Plana, de Olite, además de administrar sus tierras de labor en Dicastillo. En sus empresas se preocupaba de generar empleo, proporcionar vivienda a los trabajadores y mejorar sus condiciones laborales. Entre las edificaciones nunca faltaba una iglesia o capilla para no descuidar las obligaciones religiosas de los trabajadores. Incluía paga el domingo como día trabajado para los que asistieran a misa. EL PALACIO DE DICASTILLO La casa familiar de Dicastillo se remonta al siglo XVI. Vio pasar nueve generaciones de sus propietarios hasta que a finales del siglo XIX la última sucesora en el título, María Diega Desmaisières y Sevillano decidiera homenajear a su familia navarra, López de Dicastillo, con la construcción de un majestuoso palacio digno de su noble estirpe. La construcción del palacio de Dicastillo, entre 1889 y 1909, fue una obra grandiosa en aquel momento, no sólo por lo que la fastuosidad de su arquitectura supuso a nivel local y provincial sino también porque ayudó a la recuperación económica de un pueblo menoscabado por crisis, epidemias y guerras. En el aspecto arquitectónico es una muestra excepcional de las mansiones campestres en estilo neogótico inglés, estilo que triunfara en Europa a partir de las restauraciones historicistas del teórico francés, Viollet Le Duc. Es un palacio proyectado por el arquitecto Ricardo Velázquez Bosco, afamado arquitecto y académico de san Fernando, de Madrid y edificado bajo la dirección de Máximo Goizueta, arquitecto municipal de Estella y posteriormente Diputado. El palacio fue decorado con las mejores manufacturas del momento a nivel europeo: ebanistas italianos, chimeneas de piedra de Colmenar, armaduras, faroles y otros ornamentos decorativos de la casa de Brichard de París, relojes, candelabros y platería de Espuñés, de Madrid, porcelana china, vidrieras traídas de Munich, azulejerías, posiblemente de Zuloaga, así como, numerosas pinturas y esculturas de grandes artistas (Mariano Benlliure, José Alcoverro, Salvador Martínez Cubells, Cornelis de Vos, etc.) Como era propio de estas mansiones campestres, según las modas aristocráticas europeas de la época acompañó al edificio residencial de pabellones administrativos, cocheras, casa del guarda, casa del jardinero y de un jardín de seis hectáreas. La Condesa, como en todos sus cometidos, buscó a los jardineros más capacitados. Como era habitual entre las clases altas recurrió a los prestigiosos jardineros franceses que desde el siglo XVIII habían trabajado al servicio, primero de la corte y después de los grandes propietarios de las mansiones privadas. La Condesa, por las frecuentes estancias de sus familiares en los balnearios del sur de Francia, conocía los bellos jardines que los rodeaban, con fuentes, esculturas, pajareras y verjas. Ella pasaba largas temporadas en Biarritz, cerca de Bayona, y acostumbraba a viajar a sus posesiones en Burdeos, tierra de viñedos y grandes arbolados. El jardín de Dicastillo lo encargó a Paul Maymou, conocido por la variedad de especies que distinguían su Vivero de Bayona. Julio Altadill, en 1911, en su Geografía del País Vasco Navarro describe que contó con una plantación de más de dos mil variedades de rosales, además de variedad de plantas, flores, arbustos y árboles de especies singulares y exóticas de las que hoy se conservan escasos pero magníficos ejemplares centenarios. La obra de Altadill está ilustrada con fotografías de Laureano Landa, figura relevante de la cultura navarra y de la historia local. Casualmente, fue vecino de Dicastillo y amigo personal de la Condesa. De su gran inquietud por la cultura nos ha llegado una importante colección de fotografías de época del palacio de la Condesa de la Vega del Pozo durante su construcción y de sus numerosos viajes por España y Europa, así como, una valiosa colección de dibujos y anotaciones de heráldica que actualmente se custodia en el Archivo General de Navarra. SEPULTURA DEL PERRO, MERLÍN La falta de afectos con la que le tocó vivir, bien por pérdida de sus seres queridos, bien porque no formó familia propia, la suplió con el cariño de su perro, Merlín. Podríamos decir que fue un perro de sangre azul por su vida privilegiada bajo la protección de la Condesa, un cavalier king spaniel, a juzgar por los rasgos de la escultura que presidía su sepultura. De él se cuentan historias que ponen en evidencia sus altas capacidades pero realmente, lo que perpetúa su memoria es la magnífica sepultura que su dueña mandó construir en el jardín del palacio. Es una obra de primer orden, realizada en mármol de Carrara, atribuida al afamado escultor Mariano Benlliure. CESIÓN DEL PALACIO PARA SEDE DEL ARTE Y LA CULTURA DE NAVARRA La Condesa proyectó para el palacio el más honorífico destino. Al poco de acabar la construcción, hacia 1909, hizo una propuesta de cesión en propiedad del palacio a la Diputación Foral de Navarra con la condición de que fuera sede del Arte y la Cultura de Navarra: Museo provincial, Archivo histórico y Escuelas prácticas de Experimentación agrícola. Incluía prebendas sociales como la constitución de cuatro pensiones vitalicias de 1250 pesetas. para empleados, la celebración de premios anuales de 2000 pesetas. a la virtud, el arte y la industria; así como, la entrega de 2000 pesetas. para los más necesitados del pueblo. Para sufragar los gastos complementó la donación con las rentas de las fincas que poseía en Olite. Además de las obligaciones impuestas al nuevo propietario la donación estaba sujeta a unas cláusulas que revocaban la validez de la cesión. Entre otras causas, quedaría invalidada la propuesta en el caso de que cesase el Régimen Foral navarro y el Estado quisiera incautarse de la propiedad, volviendo en tal caso el palacio y sus rentas a ser propiedad de los herederos de la Condesa. A pesar de la buena impresión que causó la oferta, las exigentes cláusulas crearon desconfianza y finalmente no prosperó. La Diputación no aprobó la generosa donación posiblemente, porque suponía descentralizar la cultura navarra a una pequeña población entonces mal comunicada. También reparó en esto la Condesa. Como queda reflejado en su correspondencia, hizo uso (fallido) de su influencia para que el Ferrocarril vasco-navarro pasara por Dicastillo. También, pudo influir el hecho de que pocos años antes, en 1880, el arquitecto Florencio Ansoleaga había proyectado la instalación de la Escuela de prácticas agrícolas en el cercano monasterio de Irache y el Museo y Archivo Provincial en la calle san Ignacio, de Pamplona (1887). Esto habría supuesto rivalizar con Ansoleaga, que por aquellos años gozaba de gran prestigio en Navarra. PANTEÓN EN GUADALAJARA Su final fue inesperado. Falleció en 1916, a los 64 años de edad, en un hotel de Burdeos. En Guadalajara permanece el panteón familiar que ella misma encargó en 1881 a su arquitecto de confianza, Ricardo Velázquez Bosco. Es un templo grandioso, único en España por sus dimensiones y por la riqueza artística que contiene. Está realizado en un estilo ecléctico con recursos ornamentales de influjo bizantino. La sepultura de la Condesa es una obra sobresaliente, en basalto y mármol, del escultor, Ángel García Díaz. Por la generosidad demostrada en Guadalajara fue reconocida como “hija predilecta” de la ciudad. Blanca Sagasti Lacalle, Doctora en conservación de Bienes Culturales. Autora de: 'De la casa familiar de los López de Dicastillo al palacio de la Condesa de la Vega del Pozo' (2016)

La condesa de la Vega del Pozo, emprendedora y filántropa

María Diega Desmaisières y Sevillano pudo haber cambiado la cultura navarra si se hubiera aceptado su propuesta de llevar a su palacio de Dicastillo el Museo y el Archivo de Navarra

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