Ricardo Calleja: "Sin cristianismo habría menos libertad y pluralismo con los no creyentes"

Ricardo Calleja Rovira, profesor de Ética en el IESE de la Universidad de Navarra, doctor en Filosofía del Derecho, acaba de editar un libro con textos de Benedicto XVI, ahora que han pasado poco más de dos meses de la muerte del Papa emérito. Sin embargo, la idea nació mucho antes, más o menos hace dos años. Se lo encargaron la editorial Encuentro y el Instituto de Estudios Europeos, porque sabían que llevaba trabajando sobre el pensamiento de Benedicto XVI y su dimensión política y cultural “y que quería escribir un libro así”. Las últimas pruebas las terminaron apenas una semana antes de que muriera el pontífice alemán, en Nochevieja. Recientemente presentó el libro en Pamplona, en la Universidad de Navarra. ¿Cuál es la idea principal de Benedicto XVI en estos textos que, según dice en el subtítulo, trasladan una propuesta para Europa? Se trata de una propuesta para Europa, pero tiene una visión universal, y no solo en lo colectivo, política, cultural sino también lo personal. La idea fundamental es la que expresa el título: una propuesta, una apuesta casi, que es como un eco de la que hizo Pascal: ante la duda, vivir como si Dios existiera. Es una hipótesis de partida que incluso para los no creyentes es aceptable, porque no les obliga a creer pero les permite vivir de acuerdo con los principios y las grandes intuiciones morales que vienen de la civilización cristiana: la dignidad de la persona y sus derechos, la importancia de las relaciones, la capacidad de conocer la verdad y entablar diálogos unos con los otros. Los no creyentes dirán que esa apuesta, si Dios no existe, se apoya en un vacío. Plantea que ante la duda, si Dios no existe todo da igual, porque la vida dura lo que la vida biológica y en realidad no significa nada. Por eso, como hipótesis puede ser razonable vivir como si Dios existiera. Además, ojo, si existe y vives como si no lo hiciera, es un problema. Pero la idea de Dios no es imprescindible para la organización de la vida en común. El libro y los textos de Benedicto hacen referencia a uno de los grandes autores del pensamiento del comienzo de la era ilustrada, Hugo Grocio, que es el primero que en una Europa cristiana plantea que los seres humanos somos capaces de fundamentar las exigencia básicas de justicia, los fundamentos de la vida en común, la ley natural, basándonos únicamente en la naturaleza y en la razón. Y dice “aunque Dios no existiera”. Grocio era creyente, pero señala que no es necesario Dios para fundamentar las instituciones comunes. Lo que Benedicto hace ver es que donde desaparece la idea de Dios como algo relevante en la vida pública, no aumenta la libertad del ser humano y se evitan conflictos, sino que aparecen formas más insidiosas de condicionar al ser humano. Él está de acuerdo en que las instituciones básicas de la sociedad no se tienen que apoyar en la ley revelada, en que las principales normas de la sociedad se derivan de la ley natural, de lo que podemos conocer por la razón. Lo que plantea es que cuando en la sociedad desaparece la fe, la idea de Dios, tendemos a ceder con más facilidad a las presiones de lo poderes, los intereses, las emociones y acabamos en sociedades fragmentadas, polarizadas, emotivistas, donde no importa la verdad sino solo el poder de quien puede manipular a los ciudadanos. Esa idea de Benedicto, ¿no choca también contra el pluralismo religioso de nuestras sociedades? Una de las cosas que observa Benedicto es que para los creyentes de otras religiones no les resulta más hospitalaria una cultura política europea laica sin un papel para Dios y sin referencia a la tradiciones de su religión principal, que es el cristianismo. Al revés, el entorno donde el creyente de otra religión está más cómodo es el que entiende y acoge el fenómeno religioso como algo más que una simple opción de compra intelectual en el mercado de la ideas. Quien cree da a su fe una importancia en su vida que en una sociedad laica no se le reconoce. Al revés, se ve casi como un capricho que se puede tolerar, pero mejor que no se airee en publico. Benedicto propone para una sociedad cada vez más multicultural articular un pluralismo respetuoso bajo una marco en el que el Dios cristiano está presente, como sucede en Europa. Esto tiene algo paradójico, porque la asunción que se hace en el ámbito de la Ilustración es la contraria: para evitar conflictos sociales, neutralicemos lo más posible la esfera pública. Pero la realidad es que cuando quitas a Dios nunca hay un vacío, el espacio lo llenan otros ídolos que a veces tienen más poder de manipulación que las religiones: poderes económicos, ideologías políticas, nuevas tecnologías... ¿No se le podría acusar de proponer una teocracia en el fondo? Benedicto está en un punto medio. No está en la teocracia, dice que el cristianismo no es una religión política y que a la Iglesia le va mal cuando se asocia excesivamente con el poder político. Pero tampoco piensa que una sociedad libre y respetuosa con el pluralidad se deba basar en la neutralidad total del espacio público. Piensa en instituciones libres, en un proceso político abierto a todos, pero ese sistema necesita unos fundamentos morales prepolíticos, que constituyen un gran consenso moral, no solo sobre la vida personal, sino sobre el modo de convivir en la vida política. Para mantener esos fundamentos vigentes y que no cedan a las presiones, es importante la memoria cultural, mantener vivas las raíces y seguir tomando en serio las grandes ideas e intuiciones morales que dieron lugar al único experimento vigente de sociedades libres y abierta, que son las occidentales, de cuño cristiano. Si desaparece el cristianismo, no va a haber más pluralismo y libertad para los que no creen o para quienes cree en otras religiones, sino menos. ¿Cómo definiría a Benedicto XVI y su legado? El obispo Martínez Camino dijo en la presentación del libro que tenía la estatura de un padre de la Iglesia, que son los que evangelizaron la cultura grecorromana y fueron capaces de formular en los términos de su tiempo el lenguaje cristiano. Benedicto tiene esa estatura porque el suyo es el gran intento de evangelizar la cultura moderna. Su gran aportación es mantener la tensión entre dos polos: el arraigo en la tradición cristiana y los retos de los contemporáneos. Tiene la convicción de que el cristianismo tiene la respuesta a las nuevas preguntas, pero no basta con repetir los mensajes enlatados en siglos pasado. Es preciso pensar de nuevo, encontrar nuevas formulaciones. Benedicto, además, con gran realismo dijo hace ya muchos años que esa labor va a suceder con una Iglesia en minoría, sin hegemonía en la sociedad. Por tanto, no será un ejercicio del poder, sino que los cristianos deben hacerlo ejercitándose como “minorías creativas”, que no se encierran en un gueto sino que quieren proponer aquello en lo que han creído siempre, y no solo en abstracto, sino como la respuesta a las inquietudes, las angustias y las ilusiones de esta nueva época.

Ricardo Calleja: "Sin cristianismo habría menos libertad y pluralismo con los no creyentes"

Profesor del IESE de la Universidad de Navarra, ha recopilado en un libro textos del Papa emérito que tienen una hipótesis previa: vivir como si Dios existiera, también en el ámbito colectivo

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