Susana Rodríguez Lezaun, escritora pamplonesa: "Intentar controlar todo puede pasarte una factura irrecuperable"

A finales de agosto de 2022, cuando escribió la línea que cerraba su última novela, pensó en descansar un mes y volver en octubre a teclear una nueva trama en la que envolver a Marcela Pieldelobo. No pudo cumplirlo: una semana después de aquel punto final ya estaba novelando para su inspectora del Cuerpo Nacional de Policía. “Me encanta Marcela. Quiero que esté, que salga, que actúe. Me parece un personaje muy atractivo, y eso que no ha hecho más que echar a andar”, resuelve sonriente su creadora, la escritora pamplonesa Susana Rodríguez Lezaun. “Tenía tan clara la siguiente novela...”, desliza de la que ya lleva cien páginas escritas. Lo cuenta en vísperas del lanzamiento este miércoles de 'En la sangre', en la que a Pieldelobo le asignan el asesinato en Bera de una joven, confidente de la policía y novia de un destacado dirigente abertzale, una muerte que apunta a un inspector de Policía amigo de Pieldelobo y que complica un operativo contra el narcotráfico con agentes infiltrados. La inspectora se dio a conocer en 'Bajo la piel' (2021), y, tras las irregularidades cometidas para resolver un triple asesinato relacionado con una poderosa familia del Opus Dei, está en el punto de mira de sus superiores de la comisaría de Pamplona. En 'Bajo la piel' había bastante dolor y angustia, mucha determinación, furia e intento de no frustración. ¿Qué hay en la sangre? Todo eso y algo un poco peor. En el caso de esa frase concreta, el problema de Marcela son los genes: se parece demasiado a su padre, y este no es buena persona, sino violenta, alcoholizada. Como él le dice -de ahí el título-, “eres como yo, lo llevas en la sangre”. Eso, como mínimo, puede asustar a cualquiera, ponerle en alerta, y ella es una mujer complicada y con un carácter difícil. Si nos quedamos solo con los títulos, son dos novelas cien por cien Marcela. El pilar sigue siendo Marcela, aunque 'En la sangre' es un poco más coral y presto voz a personajes que antes no la tenían, pudiendo leer los pensamientos de algunos de los coprotagonistas de la trama. Lo hice con mis primeras novelas, la trilogía de 'Sin retorno', y me gusta: más corales, en las que cada personaje tiene al menos un párrafo, una escena o incluso un capítulo en el que mostrarse, justificarse, explicarse y actuar. En 'Bajo la piel' no lo hice porque tenía que presentar a Marcela y me exigía muchísimo, pero 'En la sangre' me apetecía ceder la voz a otros personajes. ¿Ha cambiado Marcela? Sí. En 'Bajo la piel' partíamos de la muerte de su madre, y le estaba costando encontrar la manera de manejar esa situación. Por eso recurría muchas veces al alcohol, un somnífero para los sentimientos, un colchón barato al alcance de todos. Pero ahora aquel dolor profundo se está disipando. Echa de menos a su madre, pero la fase dura del duelo ya ha pasado. Se traduce en una persona menos irascible e iracunda, que bebe menos y es capaz de hablar más y de pensar con más claridad. Sigue siendo una mujer difícil, de carácter algo intratable, pero, tragado y repartido el dolor, más calmada. ¿Y usted ha cambiado en estos dos años? Mucho. La pandemia me ha dejado una cicatriz de estas gordas, arrugadas, que voy a tener toda la vida, que no hay cirugía que repare... y eso se nota. No puedo evitarlo porque la que escribe soy yo, y por mucho que escriba ficción e intente alejarme, todos los personajes son míos, soy yo, en todos hay algo que les presto. Y me ha cambiado también en que intento vivir más. Si algo he aprendido de la pandemia es que ahora visualizas la muerte en cualquier momento, y eso asusta. Aparte de las pérdidas personales, de la catástrofe de los confinamientos, económica, a todos los niveles... la pandemia me ha matado, y como escritora también: he tardado dos años en escribir un libro y ha sido la primera vez que me ha pasado. Creo que es síntoma de la marca. ¿Ha cambiado en estos dos años como escritora? 'En la sangre' ha sido como una continuación. Me sentí muy contenta al acabar 'Bajo la piel' porque creía que había crecido, que había superado muchas barreras, que había encontrado mi voz. Y 'En la sangre' ha sido como una continuación: he seguido fiel a mi voz, a los diálogos, a descripciones muy justas, a palabras que sugieran una imagen para no describir tanto... Es continuación de la Susana que hallé como escritora en 'Bajo la piel'. He encontrado el sillón y ahora intento hacer hueco en el cojín para comprobar si, definitivamente, es mi sitio, mi voz, mi estilo y lo que quiero hacer. O no. Nunca se sabe. No estoy cerrada [sonríe]. Y mientras, a la trama en 'Bajo la piel' con una familia poderosa del Opus Dei le sigue otra de corrupción policial, contrabando y narcotráfico con la implicación de la izquierda abertzale. Haciendo amigos. [ríe]. Pero insisto: son personas. Ni hablo de la Policía ni de los partidos abertzales. Son personas que, en este caso, están en esos lugares, esas asociaciones o esos organismos y que no son buenas personas. Y ya está. Malas personas tienes en todos los sitios. Daba realismo a la trama utilizar por un lado policías infiltrados en el tema del narcotráfico porque es una cuestión que está a la orden del día -existen brigadas de agentes que se infiltran en organismos de narcotráfico, de terrorismo yihadista... para intentar abortarlos desde dentro-. Y el mundo abertzale es un sistema con el que convivimos desde hace muchísimo tiempo. Podía haber elegido otro partido político, pero al ser gente joven en esa zona pensé que le daba más realismo. No hay nada más debajo. No quiero buscar polémica para vender libros. Nada más lejos de mi intención. Quiero que la gente lea la novela y vea una trama policial, unos personajes que se mueven en un ambiente u otro. ¿Qué es Bera y su muga? Unos paisajes brutales. Mi madre es pintora y solíamos ir a Bera y alrededores para hacer fotos para que luego ella pintara esos paisajes. Lo conocemos mucho de eso. Y está perfectamente situado entre Guipúzcoa, Francia y Navarra. Ese sentido fronterizo absoluto tiene que definir el carácter: así como en los isleños esa sensación de “de aquí no puedo salir” al estar rodeados de mar, en los de Bera la de “puedo ir a donde me dé la gana”. Además, toda la historia de Bera y las localidades de alrededor de contrabando, de paso de las mugas... me parece fascinante. Marcela es una fanática de saberlo todo y de controlarlo todo. ¿Es lo más necesario en este mundo o lo que más agota? Es agotador, y puede ser muy decepcionante o doloroso. Hay cosas que necesitas saber porque te lo pide tu cabeza y, sin embargo, al conocerlo, ser el mayor disgusto de tu vida, hundirte en la miseria, pasarte una factura irrecuperable. A nivel de saber, Marcela también se refiere a cómo funcionan las personas: saber leer qué hay alrededor, por qué vemos Marte cada equis tiempo; cosas que, si conoce, está mucho más tranquila porque entiende cómo funciona el mundo. Marcela dice que no es una justiciera, pero sí que intenta impartir justicia sea como sea, y ese sea como sea es muy peligroso. Es un problema. Ser justiciera tiene una connotación negativa, y ella lo es en el sentido de que quiere impartir justicia. Sus compañeros le dicen que dentro de la ley, pero, cuando ella está convencida de que algo ha sucedido, intenta muchas veces provocar, empujar a esas personas a hacer algo para pillarlas. Aunque no sean del todo lícitas, busca las maneras de demostrar que eso ha sucedido, y, personalmente, como Susana Rodríguez, creo que no está bien: muchas leyes no son justas, pero salirnos de ellas sería convertir la sociedad en una jungla, cuando Marcela cree al revés, que dejar impune a quien ha cometido un delito es lo que convierte la sociedad en una jungla, algo que intenta evitar. ¿Ha habido algún momento de la novela que le ha costado escribir más que otro? Las escenas de dolor emocional. Me trae a la cabeza el mío, el agujero en el que estuve metida [se refiere a pérdidas personales en los dos últimos años] y del que me ha costado mucho salir. Empatizar con la madre de la víctima de la novela y describir la angustia me recordaba a mi propia angustia, y me costaba. Pero por suerte tengo un colchón familiar impresionante, y cuando me siento baja, están mis hijos, mi marido, mi madre, mis hermanos -mis tres hermanos y yo estamos muy unidos y, si uno de nosotros está para abajo, los otros tres enseguida tiran para arriba, todos a una-. Pero hay personas que no tienen ese colchón, y me cuesta describir cómo tienen que lidiar solas con esa ausencia, con ese dolor. No ha sido fácil. En las primeras líneas de la novela la víctima piensa en los viajes en el tiempo. De ser reales, ¿qué haría o desharía usted? Creo que dedicaría menos tiempo a unas personas para dedicárselo a otras que sí que merecen la pena pero que en su día no supe ver. Seleccionaría mejor a quién dedico mi tiempo. El tiempo es finito y muy valioso y he conocido personas que con el tiempo me han demostrado que son una pérdida de tiempo. Del resto, a lo hecho, pecho: soy fruto de lo que he hecho en mi vida, así que, para adelante con todo [ríe].

Susana Rodríguez Lezaun, escritora pamplonesa: "Intentar controlar todo puede pasarte una factura irrecuperable"

Arrepentimiento, confianza, medias verdades, dudas e integridad surgen en su segundo libro de Marcela Pieldelobo, ‘En la sangre’, con asesinato, corrupción policial, contrabando, narcotráfico e implicación de la izquierda abertzale. Lo presenta este jueves en Elkar (18.30 horas)

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