'Tirar del hilo', el último libro de Javier Marrodán Ciordia, recuerda a aquellos reportajes que durante veinte años escribió en 'Diario de Navarra'. Reportajes con testimonios de personas que con nombres y apellidos contaban su historia y que él trasladaba después a las páginas con un estilo directo y claro, con frases exactas, vocabulario inmenso y metáforas enriquecedoras que resalta en el prólogo del libro José Miguel Iriberri, exsubdirector del periódico. Reportajes sinceros que se leían calmados. Pero en 'Tirar del hilo' se encuentra algo que nunca estuvo en aquellos, ni en los que siguió escribiendo después en la revista 'Nuestro Tiempo' de la Universidad de Navarra, ni en sus libros sobre el terrorismo de ETA: está él, que habla en primera persona para enlazar su historia con las de otras personas, muchas entrevistadas en sus años de periodista y muchas otras presentes en sus casi 56 años de vida. Porque 'Tirar del hilo' quiere contar qué le llevó en septiembre de 2019 al seminario del Opus Dei en Roma, el Colegio Romano de la Santa Cruz. Por eso lo ha subtitulado 'Todas las historias que me han llevado a Roma'. Nacido en Madrid el 2 de julio de 1966 y en Pamplona desde 1969, periodista, profesor y montañero, se ordenará sacerdote en mayo de 2023. Antes, este 19 de noviembre, como diácono.
¿Qué tal está?
Muy bien [sonríe]. Expectante. Es verdad que llevo unos años preparándome para esto y no voy a decir que sea algo repentino, pero me fui a Roma con esa posibilidad en el horizonte [ordenarse sacerdote] y la ilusión se ha ido afianzando. Estar en el seminario en Roma supone un periodo de formación y de discernimiento en el que descubrir si la posibilidad que has considerado es de verdad lo tuyo. Y en ese sentido me he ido confirmando que sí.
Para Anna Caballé, profesora universitaria y especialista en biografías, la autobiografía es una escritura de cómo se está haciendo la persona. ¿Lo es 'Tirar del hilo'?
El propio proceso del libro ha sido gradual, más espontáneo e improvisado que decirme que iba a escribir un libro autobiográfico. Empecé recopilando historias que había ido publicando en Facebook, en un blog que tuve, en 'Diario de Navarra'... unas relacionadas con el monte; otras, historias de la vida misma; semblanzas de gente curiosa; obituarios de personas que había conocido... Creí que todo eso podía tener un sentido, pasé el material a algún amigo y a personas a las que les gusta la escritura y me dijeron que podía ser el núcleo de un libro. Entonces pensé qué quería contar.
¿Y qué quería?
Estaba dando un giro biográfico interesante [sonríe], para muchas personas insospechado -al irme a Roma hubo quien se sorprendió -. El reto podía ser contar cómo había acabado en esta tesitura biográfica. El subtítulo, 'Todas las historias que me han llevado a Roma', hace un guiño al refrán, pero es muy real porque, incluso de manera inconsciente, muchas de las personas que aparecen retratadas en el libro, situaciones que hemos vivido... son el subsuelo, el humus, en el que han ido teniendo lugar procesos más interiores.
¿Cómo se siente tras haber tirado del hilo?
Ha supuesto revisitar pasajes destacados y me he conmovido al volver a leer o rescatar historias, algunas tremendas. Pero, en general, la perspectiva es de gratitud. Me siento muy afortunado por la vida que he llevado. Este libro se puede resumir en la última frase: doy gracias a Dios, que ha cruzado mis caminos con los de tantas personas buenas, interesantes e inolvidables. Para escribir el libro ocurren varias circunstancias, el confinamiento [lo comenzó en marzo de 2020], el cambio biográfico que se avecina, la edad a la que he llegado que te permite asomarte y ver con cierta perspectiva lo que has hecho, la escritura, las lecturas... Todo eso está presente, pero por encima de todo está la gratitud.
En este viaje que es 'Tirar del hilo', también a su alma, ¿quién es hoy Javier Marrodán Ciordia?
Yo también me lo pregunto [sonríe]. Hay una frase de José Miguel [Iriberri] con la que creo que me encuentro cómodo: “Si yo no conociera a Javier Marrodán [...], diría que he leído la vida de un tipo cincuentón, ilustrado y entusiasta que se la ha ganado paso a paso; que siempre ha tenido unos principios y unos valores muy claros para pronunciarse; que se siente reposadamente satisfecho de lo que ha hecho y razonablemente contento de lo que va a hacer [...]; que puede abrazar hoy a sus padres recibiendo y dando cariño con el respeto y la ternura de aquella infancia, aquella patria”. Cuando me fui a la Universidad después de veinte años en el 'Diario' y empecé en 'Nuestro Tiempo' y a dar clases, estaba tan a gusto que pensé más de una vez que era como si hubiera estado preparándome durante un montón de años para aquello; que todos aquellos reportajes, las idas, las venidas, las lecturas... habían sido una preparación inconsciente para que, llegado el momento de estar dando clase o de dirigir la revista, fuera capaz de hacerlo bien.
¿También para el sacerdocio?
Cuando esta posibilidad ha comenzado a concretarse, me ha vuelto a ocurrir algo parecido: llegué a Roma, empecé a estudiar, a tener exámenes... y pensé que qué bien que los años previos me habían estado preparando para esta nueva etapa.
Y eso que cuenta que tuvo la llamada bajando del monte Baigura el 7 de septiembre de 2018...
[sonríe] Soy del Opus Dei desde hace 41 años y en más de una ocasión sí que había considerado la posibilidad del sacerdocio, de que Dios contase conmigo. A la vez estaba feliz y contento con mi trayectoria profesional en el 'Diario', luego en la Universidad, y no me puse a tratar de articular aquello en la práctica. La novedad en ese día que recuerdo bien fue que pensé que llegado a este punto debería poner los medios para que, si Dios quería, se materializase. Y me puse en marcha.
¿Por qué?, ¿porque todo se reduce al verbo servir, como dice en algún momento?
Sí, servir a Dios y a los demás. Cuando comenté que me iba a Roma, dos o tres personas me dijeron que veían una continuidad natural entre la esencia del trabajo periodístico -contar lo que ocurre para que la gente tenga más elementos de juicio y tome sus decisiones de manera más fundada o libre- y el sacerdocio, que no deja de ser predicar la buena noticia del Evangelio. Y creo que es una manera de verlo.
¿Y cuál ha sido su vocación?
La vocación profesional tiene que ver con las aptitudes naturales, con el temperamento, con la herencia familiar que uno va recibiendo, con las lecturas... Uno se reconoce unas inclinaciones o capacidades y va viendo posibilidades de utilizar esos talentos. En mi caso, la escritura es el hilo conductor, y el periodismo, un oficio concreto que me permite aplicar todo eso que se me da bien, me gusta y creo que puedo cultivar. Quizá la diferencia con la vocación más espiritual, pensando en el sacerdocio, la palabra más oportuna es la de llamada: porque tiene algo de descubrimiento personal, pero uno no descubre que se le da bien la escritura, sino que quizá Dios le está proponiendo un plan.
Me decía que llegar a este momento ha sido como si se hubiera preparado para esto los años anteriores. ¿Ha sido un recorrido fácil, no ha tenido dudas?
No he tenido dudas en el sentido de que tal vez estuviera equivocándome. Más bien lo contrario: ni siquiera ha empañado la ilusión que me llevó a Roma que el día a día ha podido resultar un poco más cuesta arriba por horarios, clases, exámenes... Veía que tenía un sentido, que era el sitio y que incluye ese recorrido y esos peajes, como me ocurrió en el periodismo y en la Universidad, con malos momentos, malas épocas, crisis por falta de sintonía con alguien, con algo que te parece mal... adversidades que son ley de vida y se dan en cualquier ámbito. No he tenido nostalgias de otras vidas porque la que he llevado me ha resultado interesante, hablando de la vocación en estos términos. Por eso digo que es un libro de periodismo, la montaña y una cierta aproximación a algunos misterios de la condición humana, que también son mis propios misterios, asumiendo que la vida tiene ese componente y que hay cosas que no entendemos. Pero por eso hablamos de fe: creer algo que no es evidente.
¿No ha sido incómodo dar el paso justo en este momento en que la Iglesia se encuentra en la picota por abusos en su seno?
Puede haber un componente de incomodidad en la medida en que para muchas personas dolidas, desconcertadas y ofendidas -con motivos y razones incuestionables- todos los sacerdotes están bajo sospecha debido a tantos tristísimos casos de abusos. Pero pienso que es también una responsabilidad y hasta un estímulo tratar de ir desempañando la imagen y la dignidad del sacerdocio. Sé que contaré con la ayuda de Dios y con el ejemplo de muchos sacerdotes muy santos y muy heroicos que han vivido y siguen viviendo su ministerio de forma entregada, que son de verdad los buenos pastores de los que habla Jesús en el Evangelio. Intentaré mirarme siempre en ese espejo.
Además de las entrevistas que publicó en 'Diario de Navarra', habla de sus compañeros, también con nombres y apellidos.
Los años en el 'Diario' han sido importantísimos. Cuando ahora me asomo a esa etapa, larga, intensa, emocionante, compleja a veces... veo que ha sido muy importante por el trabajo -la escritura, la profesión, la vocación profesional...- y por las tantísimas relaciones con compañeros, entrevistados, por haber asistido a momentos tan relevantes, a situaciones a veces tan dramáticas... No fue de la etapa del 'Diario', sino de la de la Universidad, la entrevista en Niza a una superviviente de Auschwitz [él y varios alumnos]. Nos hicimos una reflexión que ya me había hecho más de una vez: cómo una mujer con 92 años había abierto las puertas de su casa a cuatro personas desconocidas. Y no había otra razón que por ser periodistas. Ser periodista es un pasaporte para asistir a situaciones muy destacadas. Lo viví sobre todo con víctimas del terrorismo, en el periódico y en 'Relatos de plomo': hablabas con alguien a quien habían matado a su padre, a su marido... y te decían “esto no se lo he contado a nadie”. Es una responsabilidad profesional de hacer justicia y de reflejarlo, y pensaba: “Soy un privilegiado. Estoy escuchando a alguien algo que no había contado ni a su entorno más íntimo. Lo hace conmigo por ser periodista”.
Sobre el terrorismo, el libro descubre las numerosas víctimas que ha conocido, algunas hoy parte de sus amistades.
Recuerdo mi primera entrevista a iniciativa propia: a un guardia civil herido en el cuartel de Alsasua, un chico joven que había perdido una pierna y tenía la otra muy maltrecha. Fue más adelante, cuando me dijeron que ya podía recibir a gente en el hospital. Era una perspectiva nueva: de un hecho del que ya habíamos informado, escuchar el relato de quien lo había vivido y padecido en primera persona. Nos contó que estaba cenando, que empezaron a caer las granadas, que salió corriendo, que pisó la trampa... Y a la vez por qué se había hecho guardia civil, qué proyectos tenía, que se iba a casar, sus ilusiones profesionales. Vi muy claramente que con esa entrevista los lectores -y yo como periodista- se iban a hacer cargo mucho mejor de qué es realmente el terrorismo, qué supone matar a alguien o intentarlo. Fue una de las experiencias profesionales que me marcaron, a finales del 88. El 90 fue un año muy intenso y poco a poco me fui familiarizando. Años después escribí 'Regreso a Etxarri-Aranatz', la historia de la familia Ulayar; luego surgió 'Relatos de plomo'...
¿Le ha dado pudor mostrarse en el libro?
Sí [sonríe]. Los periodistas tenemos muy en el ADN que escribimos para otros, y aquí he traspasado una frontera. Me costó superarla, pero una vez que lo hice me sentí cada vez más cómodo. Hay un capítulo al que tengo especial cariño, Gente de la intrahistoria, que empieza con varias personas a las que entrevisté en mi época del Diario, personas sencillas, anónimas, aparentemente irrelevantes, que a mí me han dado en varias ocasiones la verdadera medida de la humanidad, que te reconcilia con el mundo. Por eso, a la vez que cuento sus historias también estoy contando la mía porque esas personas han sido muy importantes para mí. He leído a Carmen Rigalt en sus memorias que siempre ha entrevistado a gente famosa, relevante, personas con un discurso muy ensayado y con las que es muy difícil tener una conversación de verdad. Y al leer a Rigalt pensaba que me supone un reto mucho más atractivo entrevistar a quien nunca se ha sentado con un periodista y lo que cuenta no está contaminado por relatos anteriores. A veces descubres historias muy inspiradoras en personas con vidas muy modestas.
Tras haber sido periodista y docente, ¿cuál va a ser su oficio ahora?
San Juan Pablo II decía que un sacerdote es un administrador de los misterios de Dios. Tiene que ver con hacer a Dios presente en los hombres -también de un modo sacramental- con su acogida, su manera de relacionarse con los demás; con escuchar, acompañar, ayudar en lo que pueda, vivir para los demás.
Habla de su vínculo con la escritura, ¿ser sacerdote implica renunciar a ser periodista?
Decía a los alumnos que ser periodista es un modo de estar en el mundo, de observar lo que ocurre, de escuchar, de relacionarte con la realidad y de contarlo. Lo puedes hacer en un periódico, pero también en la sobremesa de una cena, de tertulia con amigos... Y esto está muy metido en el ADN del sacerdocio. Hay una tarea muy habitual en el sacerdote, la predicación: contar la Palabra de Dios y buscar modos atractivos, sugerentes, eficaces, de hacerlo. Ser sacerdote no va a ser tanto renunciar a esa actividad que me ha marcado y ha dado tanta continuidad a mi vida profesional, sino de explorarla desde una nueva perspectiva. Sí que habrá novedades: no podré contar las historias de la gente. Quizá ahora se trata de que contaré esas historias a Dios.
DNI
Javier Marrodán Ciordia, licenciado en Ciencias de la Información y doctor en Comunicación Pública por la Universidad de Navarra, ha trabajado como redactor en 'Diario de Navarra', como director de la revista 'Nuestro Tiempo' de la Universidad de Navarra y como profesor en su Facultad de Comunicación. Es autor o coautor de publicaciones como 'Regreso a Etxarri-Aranatz', 'Heridos y olvidados', 'Pamplona, retratos de una ciudad' y 'Auschwitz en primera persona'. Director del proyecto 'Relatos de plomo', sobre la historia del terrorismo en Navarra, le premió la Fundación Víctimas del Terrorismo. El año pasado se licenció en Teología Moral en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, en Roma. Ha dedicado 'Tirar del hilo' a sus padres, Jesús y Mari Carmen, y a sus ocho hermanos.
'TIRAR DEL HILO'
Autor: Javier Marrodán.
Editorial: Eunsa.
Páginas: 574.
Precio: 24,90 euros.