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Literatura

Germán Sánchez Espeso retrata una infancia en la que se crecía con miedo a todo

Tras cumplir 80 años, el autor, ganador del Nadal, recuerda en ‘Niñez, dulce veneno’ la “terrorífica” Pamplona de los años 40 en la que le tocó ser niño

Ampliar Germán Sánches Espeso este lunes junto a la librería Ménades de Pamplona, donde presentó 'Niñez, dulce veneno'.
Germán Sánches Espeso este lunes junto a la librería Ménades de Pamplona, donde presentó 'Niñez, dulce veneno'jesús caso
Publicado el 30/05/2022 a las 20:11
Germán Sánchez Espeso conserva en la cabeza la Pamplona de su infancia como si fuera un mosquito prehistórico atrapado en la resina de un árbol. Él desapareció de la ciudad a los 17 años y cuando volvió, muchos años después, se encontró con otra cosa. No había estado presente durante ese intervalo para ver cómo se habían ido superponiendo las nuevas pamplonas a las antiguas, así que de repente encontró que su memoria conservaba intacto aquel escenario de la niñez. Hacía tiempo que quería escribirlo, pero no fue hasta que cumplió 80 años cuando finalmente lo ha hecho: “Me dije: ‘Qué cojones me importa a esta edad”. El resultado es 'Niñez, dulce veneno', editado por Pamiela. Se trata de un libro con humor y drama en el que ha querido “divertirse, sentir, reír y esponjar”, y del que ha diseñado personalmente hasta la portada, con una foto suya con cara de bicho en torno a los 7 años.
El paisaje que evoca, sin embargo, no es grato. Lo recuerda “como cuando estás metido en un ropaje incómodo”, ya que la situación social le producía pesadillas nocturnas, angustia vital y una “neurosis bien administrada”. Aquella Pamplona, según recuerda, tenía fuentes con forma de taza y un chorro vertical en medio, guardias en La Taconera que castigaban si te pillaban arrancando una flor y escenas como la hilera de gente que veía pasar muy de niño por la plaza de la Cruz, presos esposados que iban desde el Gobierno Civil hasta el Auxilio Social a comer.“Yo estaba leyendo tebeos y pasaban veinte así, era obsceno”, apunta.“Tengo recuerdos concretos, exactos”, asegura Sánchez Espeso. A veces duda de que solo quede su palabra de todo aquello.
La Guerra Civil había terminado hacía poco, provocando una “devastación física y mental, de cuerpos y almas” y hambre generalizada, según describe. Un día recuerda que su madre le fue a despertar por la mañana y le anunció: “¡Ha acabado la guerra!”. Se le quedó grabado, aunque él no sabía a qué guerra se refería. Era la Segunda Guerra Mundial, la que “se estaba comiendo Europa”, relata, y, de paso, la que hacía imposible que se reconstruyera España tras su propia guerra. No duda Sánchez Espeso en calificar la época de “terrorífica”: “Todavía olía a sangre, era una época de silencios culpables, de maridaje entre iglesia y estado, en la que una palabra te podía acarrear veinte años de cárcel y se estaba fusilando por toda España a personas non gratas”, contextualiza. “Crecí en el miedo a todo”, sostiene.
No son éstas unas memorias al uso. El libro está formado por casi doscientas narraciones breves, una especie de cuentos, los llama él, hilados para formar un todo. Le asaltan en estos breves capítulos recuerdos como cuando jugaban en el desván de la casa de un amigo y encontraron entre ropas militares antiguas un revólver y una caja de cartuchos. “A ver cuántos libros atraviesa una bala”, se dijeron, y mientras lo comprobaban hubo un momento en el que el arma se disparó. “Dio contra la pared cerca de nuestras cabezas, se formó una nube de humo blanco de yeso”, apunta. Siguieron tirando.
Encontró el autor un camino en los jesuitas, “Muchas veces vas a un sitio no por querer ir ahí, sino por huir de otro”, explica. Y descubrió que el cine le abría una ventana sorprendente. En Loyola se encargó del cine. “Los jesuitas te lo daban todo para que siguieras tu camino, en eso eran espléndidos”, admite. Hizo cursos, se formó en la Filmoteca Francesa y se vio todas las películas experimentales en París. “Iba oficialmente a aprender francés pero cogí el dinero de la Alliance [Française] para gastármelo en cine”. También en Bérgamo estudió cine. “En los años 40 es la gran eclosión de Hollywood, que cubre el mundo con sus códigos morales, imperiales, y su propia gramática del cine”, establece.
En segundo de Teología se marchó. “Abandoné las creencias, me dije ‘Esto es una gran estafa y me salvo”. Estudió Lenguas Clásicas, Filosofía y Cinematografía. Obtuvo el título de realizador de televisión en Prado del Rey, fue director de cine publicitario, residió en Estados Unidos y trabajó en la editorial McGraw Hill de Nueva York. Su bibliografía incluye 15 novelas, entre las que destaca Narciso, premio Nadal en 1978.
El libro tendrá una segunda parte dedicada a los jesuitas, con el mismo tono, “con cariño pero con verdad, sin paños calientes”, anuncia Sánchez Espeso.
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