Una exposición en constante cambio

La exposición que presenta el Museo Universidad de Navarra es una muestra acogedora que retrotrae al visitante hasta 20.000 años atrás. Las poblaciones paleo-siberianas emigran a América por el estrecho de Bering, un espacio salvaje lleno de peligros, y consiguen dejar un legado muy grande. La exposición del periodista y fotógrafo leonés Álvaro Laiz absorbe al visitante por varios motivos. En primer lugar, lo puramente estético. Las luces tenues del recorrido animan a acercarse a los elementos iluminados y reflexionar. La claridad del sonido envolvente captado en el suelo de las zonas visitadas es otra de las características que sobresalen, al igual que la calidad de los vídeos naturales proyectados grabados en lugares que transmiten pureza. Fotografía, vídeoarte, instalaciones, tecnología e investigación científica sobre los primeros habitantes de América componen The Edge - el filo, el borde, en inglés-, la nueva apuesta del MUN. Una muestra donde todos los formatos tienen cabida en constante movimiento. POR PARTES En la primera serie, que se denomina Información relativa y está dispuesta en forma de U, lo que capta la atención son una treintena de retratos de gentes con las que se ha topado el leonés Álvaro Laiz durante los viajes realizados desde el estrecho de Bering hasta la cordillera de los Andes. La idea es llegar hasta la Tierra de Fuego en Argentina, una vez que finalice ese trabajo, las novedades se incluirán a la exposición que dura hasta el 2 de octubre y que presta especial atención a la sostenibilidad. Su viaje a Bering, porción de mar que separa Alaska de Rusia en aproximadamente 85 kilómetros, comenzó hace unos siete años. “Antes de conocernos hace cuatro años, él ya había empezado un proyecto en Siberia”, explicaba Valentín Vallhonrat, director artístico del MUN, durante la presentación del trabajo. Allí en el norte de Rusia, Laiz se encontraba realizando El Cazador, un fotolibro que narra la historia entre un cazador y un tigre siberiano. Esta historia desarrollada en la tundra, le llevó al leonés hasta el estrecho de Bering, justo en frente de Alaska. Ese lugar al que los chukchi, los habitantes de la región de Chukotka en Siberia denominan kromka, que traducido al inglés es The Edge. Es decir, el título de la exposición, que significa “el punto en el que se juntan el hielo, el mar y la tierra”. Un lugar en constante cambio. Una vez realizado el fotolibro, Laiz entró en National Geographic Storytelling Fellow y volvió a Chukotka para estudiar esa cultura. Durante el nuevo viaje, el artista se dio cuenta de que los antepasados de esa región habían sido los primeros en cruzar por Bering hacia América hace 20.000 años. Fruto de su interés, Laiz necesitaba comprender esa migración histórica y “comenzó a desarrollar un diálogo entre la ciencia y el arte, entre la genética de poblaciones y la imagen”. “ Al inicio, nos acercamos a un trabajo misterioso, interesante... Pensamos que era el artista ideal para iniciar una residencia en el museo”, confesó Vallhonrat sobre el comienzo de este proyecto que pertenece a la iniciativa Tender Puentes del MUN. Los retratos fenotípicos de esa gente que hay en la primera serie parecen que están en movimiento. Como si la imagen más definida deja una estela atrás. Es en esa estela donde el artista pretende simbolizar los antepasados que cada personaje lleva dentro. A cada instantánea le acompaña un pie de foto que incluye las coordenadas del lugar exacto, el lapso de tiempo y la fecha en la que el fotógrafo se topó con esa persona. El retrato va sobre un fondo blanco, por lo que si el visitante quiere saber el lugar tendrá que introducir en su móvil las coordenadas y le transportará. “¿Cómo documentar algo que ocurrió hace 20.000 años?”, se preguntaba el artista. Esa fue la primera cuestión a la que se enfrentó a la hora de iniciar un proyecto que ha sufrido “mil vicisitudes”. “Álvaro es un fotógrafo que proviene de lo documental, se acerca a la realidad que existe y la documenta”, contextualizaba el director de arte. “Ahora ha tenido que abandonar las certezas de lo documental”, añadía. Ese ha sido uno de los retos, conocer más sobre los antepasados sin tener prácticamente rastros de ellos. Aunque alguno hay. El ADN. “Necesitas herramientas diferentes a lo documental y contacto con la ciencia”, apuntaba Laiz. Así que, sin dejar muy lejos las cámaras y el dron, se unió a un grupo de expertos de genética poblacional y tomó muestras genéticas de más de medio centenar de habitantes de las zonas visitadas. Esto no va solo de arte. LA CAVERNA Conforme uno sale de la sala en la que se encuentran los retratos, si se gira a mano izquierda enfila el resto de series que el artista ha preparado para la ocasión. Con nombres como Strange Tools II, Flujos de Tiempo Profundo, Tótems, Postales para mañana, Mapas de lo invisible... Laiz desarrolla su trabajo. En el pasillo principal se escuchan sonidos que proceden de dos salas, la 1 y la 3. Son sonidos graves difíciles de describir. La sala 1 es La Caverna, un espacio a oscuras solamente iluminado por cuatro pantallas en las que se reproducen cuatro vídeos. El artista recomienda verlos en movimiento. Cuatro siluetas danzan en el cosmos dejando a su paso rastros de su figura. Son danzas típicas de rituales que realizan en Chukotka y Perú. “Buscaban equilibrio entre naturaleza y comunidad de esta manera”, explica sobre esas tradiciones. Los sonidos son las “vibraciones generadas por estos rituales”, como apunta Ignacio Miguéliz, licenciado en Geografía e Historia. El leonés eligió esas danzas porque son “relativamente similares” y querían una representación del norte y del sur. Para materializar esa instalación transformaron los movimientos del baile a través de algoritmos. “Para mí este proyecto tiene más que ver con un laboratorio que con un trabajo artístico”, reflexionaba sobre un trabajo que le ha permitido “experimentar con técnicas que no había utilizado nunca”. Para Laiz los vídeos no son nuevos, pero la “captura de movimiento”, “visualización de datos” o “técnicas antiguas como el carbón transportado” sí. Todo han sido preguntas y respuestas, no había algo fijado. De hecho, en un principio, la idea no era hacer este proyecto, era seguir contando la historia de El Cazador en otras zonas, pero falló y eso le guió hasta aquí. “Casi ha sido un ejercicio de correr hacia el precipicio y esperar a que crezcan alas por el camino”, ríe. En el trabajo del artista leonés caben sonidos del suelo y caben viajes en los que solo ha “tejido” relaciones de amistad con lugareños para en la siguiente visita haberles podido grabar. “En Rusia me pasé un mes tomando té para establecer vínculos con gente hasta que colaboran”, destaca. The Edge ya se puede visitar. Pasado, presente y futuro en el piso -1 del MUN.

Una exposición en constante cambio

El artista leonés Álvaro Laiz expone en el MUN un trabajo fruto de la investigación realizada en sus viajes desde el estrecho de Bering hasta la Tierra de Fuego en Argentina para comprender mejor la primera población de América hace 20.000 años

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