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Elecciones

La división del electorado condena a Estados Unidos a la ingobernabilidad

Los republicanos se baten ya en guerras intestinas para controlar a las facciones trumpistas y la agenda de Joe Biden queda en entredicho

Ampliar VOTACIONES eeuu
Un hombre vota en las elecciones legislativas de EEUU, en San FranciscoEFE
Publicado el 10/11/2022 a las 06:00
Hay victorias que pueden convertirse en pesadilla. Eso es lo que le espera al líder republicano en la Cámara Baja, Kevin McCarthy, que este miércoles tenía todas las papeletas para convertirse en el próximo portavoz del Congreso. A falta de que se cuenten todos los votos, las urnas parecen haberle dado un triunfo a su partido, pero tan ajustado que es probable que lo consuma en guerras intestinas. Este miércoles, ya empezaron.
Tras una larga noche de recuentos interminables y emociones cruzadas, el día después de la jornada electoral más importante de sus vidas, según habían dicho los demócratas al electorado, Estados Unidos amaneció sin resultados claros. Lo único que era seguro es que la mayoría de los ciudadanos no quiere una opción nuclear que haga estallar por los aires todo el sistema, como proponen los negacionistas de Donald Trump al cuestionar la legitimidad de las elecciones mismas. Más bien quieren que los dos partidos en el poder se pongan de acuerdo para encontrar soluciones a los problemas que preocupan a todos, desde la inflación a la inseguridad ciudadana. Y siempre sin eliminar los derechos adquiridos, porque nadie concibe que el Partido Demócrata hubiera podido salvar la cara sin el voto masivo de mujeres para defender el aborto.
La vieja fórmula de repartir el poder de las cámaras entre ambos partidos se hizo palpable a lo largo de la jornada, pero si en el pasado eso obligaba al presidente y los líderes de la oposición a negociar y entenderse, la enconada polarización del país no deja ahora opción para el consenso. Por el contrario aboca al país al inmovilismo político durante los próximos dos años y pone a McCarthy en una difícil posición.
A primera hora de la mañana, tras constatar que no habría resultados rápidos, McCarthy reunió a su equipo y mantuvo una conferencia telefónica con sus asesores en la que reconoció que la avalancha de votos que esperaban para erguirse cómodamente con los 218 escaños que necesitan para ser mayoría en el Congreso no se produjo. Su siguiente objetivo es garantizarse que el ala extremista del partido (el llamado Freedom Caucus) no le arrebata la oportunidad con la que siempre ha soñado.
Fuentes dicha facción dijeron a CNN que hay alrededor de dos docenas de miembros dispuestos a votar en contra de su candidatura sí no hace concesiones de poder a su sector de ultraderecha. Hace siete años este caucus, que surgió con el Tea Party, ya bloqueó su ascenso al liderazgo del Congreso y forzó su propia radicalización. Gracias a la fuerza del trumpismo, hoy tienen 35 miembros y están mucho más organizados. Son los que salen fortalecidos de las urnas, porque quien quiera que sea presidente del Congreso dentro del Partido Republicano necesitará la unidad sin fisuras de todos los miembros para poder aprobar legislación de peso.
TRES SENADORES
En un contexto semejante la agenda de Joe Biden ha estado estos últimos dos años en manos de dos senadores demócratas de corte conservador, que han ejercido el poder de su minoría para sabotear los planes progresistas del mandatario. Biden soñaba con obtener al menos un escaño más en el Senado para poder prescindir del voto de Joe Manchin o Kyrsten Sinema.
Ese senador número 51 que proporcionaría el desempate en un Senado salomónicamente dividido desde 2020 en 50 a 50, se materializó en la madrugada del miércoles con la milagrosa victoria de John Fetterman en Pensilvania. Pero, para que se cumpla el sueño de Biden, es imprescindible retener todos los asientos que estaban en juego. Tres seguían ayer en liza y uno no se conocerá hasta el 6 de diciembre, porque en Georgia es necesaria una segunda vuelta si ninguno de los candidatos -hay tres en liza-, logra, como parece, el 50% de los votos. Junto a Georgia, los estados de Arizona y Nevada sustentaban ayer el hilo del triunfo para ambos partidos.
En el primero, el astronauta Mark Kelly, al que el atentado contra su esposa, la excongresista demócrata Gabby Giffords, lanzó a la política, contó en su cierre de campaña con el apoyo de la familia del querido senador republicano John McCain, fallecido de cáncer. Sus hijos no podían permitir que su legado quedará en manos de un candidato como Blake Masters, entregado al trumpismo. Los resultados preliminares pintan bien para que Kelly conserve el asiento de McCain y los demócratas tengan al menos la oportunidad de seguir como estaban, con 50 senadores y con el voto de desempate de la vicepresidenta Kamala Harris.
Nevada es otro cantar. Allí el fiscal general republicano Adam Laxalt, nieto de un querido gobernador de origen vasco, puede beneficiarse de los últimos votos procedentes de la parte rural para consolidar su victoria preliminar sobre la demócrata Catherine Cortez Masto, la primera hispana elegida para el Senado.
El Estado acepta recibir votos por correo con el matasellos del día de las elecciones hasta seis días después, por lo que todo el mundo intentaba ayer leer en los pozos del café el color político de las papeletas por contar para saber si Cortez Masto tiene alguna posibilidad de remontar. Si esa montaña de votos restantes procede mayormente del condado de Clark, al que pertenece la ciudad de los casinos, con el poder organizador de los sindicatos para movilizar el voto a favor de los demócratas, Nevada podría quedar en la casilla azul y el sueño seguiría con vida.
ENCRUCIJADA REPUBLICANA
Más allá del control de las cámaras y lo que puede suponer para la agenda de Biden y de Estados Unidos, el Partido Republicano se encontraba en una encrucijada trascendental que requiere reflexiones profundas. ¿Le ayuda seguir encadenado a Donald Trump de cara a conservar el poder?
El expresidente ha recaudado 350 millones de dólares para los aproximadamente trescientos candidatos que ha apoyado en estas elecciones y ha participado en una treintena de mítines y cuarenta recaudaciones de fondos. Según sus cálculos, 224 de los 330 candidatos que dice haber seleccionado han ganado sus contiendas, “y francamente algunos tenían muy pocas probabilidades y han quedado en quinto lugar”, dijo en la noche electoral del martes.
Trump había organizado una fiesta para seguir los resultados en su residencia de Mar-a-Lago en Florida, donde reunió a “gente de la que leéis que no son las más amables pero son financieramente brillantes”, dijo a la prensa, que convocó para escuchar sus palabras. Esperaba una celebración a lo grande, y aunque de acuerdo a su costumbre no permitió que la realidad le estropeará el discurso, el tono fue cambiando a lo largo de la noche.
La victoria de Fetterman en Pensilvania aguaba sus expectativas, pero también la reñida competición en asientos clave como los de Arizona y Georgia, en los que ha invertido mucho tiempo. La Cámara Baja también se le resistía y pronto la fake media -a la que agradeció su presencia al principio de la noche e invitó a divertirse con la música y la comida- pasó a convertirse de nuevo en el gran enemigo por “quitar importancia” a la “increíble victoria” de sus elegidos.
El expresidente ha convocado al país para un “gran anuncio” el próximo martes. Todo el mundo espera que lance su campaña presidencial para recuperar la Casa Blanca, pero sin duda en los próximos días recibirá muchas presiones para aguantar al menos hasta que se sepa qué es lo que hay que celebrar.
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