Yihadismo
“Me dijo que si no quería casarme, debía dedicarme a la prostitución”
Una víctima de matrimonio forzado en Tombuctú toma la palabra en la CPI

Publicado el 08/02/2022 a las 18:44
El testimonio de una mujer que fue obligada a casarse y a tener relaciones sexuales con un yihadista en Tombuctú, entre abril de 2012 y enero de 2013, cuando el grupo Ansar Dine tomó la ciudad maliense, puso de relieve este martes ante la Corte Penal Internacional (CPI) la dureza de la ocupación para las víctimas.
El testimonio de la mujer fue el primero presentado por los Representantes Legales de las Víctimas en el caso contra Al Hassan Ag Abdoul, acusado en la CPI de ser el jefe “de facto” de la Policía Islámica entre 2012 y 2013 en Tombuctú.
La testigo protegida explicó que, poco tiempo después de la entrada del grupo armado en Tombuctú, un hombre desconocido se presentó dos veces en la casa de su madre para decirle que quería casarse con ella.
“Le dije que no, yo solo quería cuidar de mi madre. Me respondió que, si no quería casarme, debía dedicarme a la prostitución”, recordó la mujer ante los jueces, que presentó testimonio con la voz distorsionada para mantenerse en el anonimato.
El hombre acudió a la casa por tercera vez y se presentó con otros seis yihadistas armados que, tras darle una suma no precisada de dinero a la progenitora, se llevaron a la mujer a la fuerza. “Mi madre me dijo que tenía que ponerme en las manos de Dios”, relató la testigo.
Los secuestradores la condujeron a una casa en la que la víctima y el agresor se quedaron a solas, pero ella le dijo que necesitaba ir al hospital porque se encontraba mal, solicitud a la que él accedió.
Al llegar al centro de salud, la mujer aprovechó que el hombre no hablaba tamasheq, el idioma local. Le pidió a una enfermera que le suministrara un método anticonceptivo mediante una inyección y le dijera a su agresor que le habían diagnosticado malaria.
La sanitaria “incluso me dio algunas pastillas para apoyar la teoría de que estaba enferma. Si no, temíamos que me golpease”, indicó la mujer.
A continuación, el hombre se la llevó a una casa donde la encerró contra su voluntad y la violó “día y noche, siempre a la fuerza”. La siguiente vez que la mujer fue al hospital, tres meses después y acompañada otra vez por el yihadista, le dijeron que estaba embarazada.
“No había conversaciones entre nosotros, yo ni siquiera hablaba su idioma”, explicó la testigo, por lo que se comunicaba con su agresor a través de gestos. “Nunca me dio permiso para salir. Si se iba, se llevaba la llave”.
El hombre siempre portaba un arma cuando estaba en la casa, incluso cuando iba al baño. “Él hacía las compras y preparaba sus comidas. Si no estaba en la casa, yo podía cocinar para mí”, añadió la mujer.
Cuando la llegada de las tropas francesas era inminente, el yihadista le dio la llave a la madre de la víctima para que la pudiera liberar, tras lo cual el hombre desapareció de Tombuctú.
ESTIGMA SOCIAL
En los años siguientes sufrió el estigma de haber sido “la mujer de un yihadista”.
“Notaba que la gente me miraba mal a mí y a mi hijo”, explicó la testigo, que terminó mudándose de barrio para evitar los comentarios de los vecinos.
El abogado Seydou Doumbia, que junto a su equipo representa 1.946 víctimas, explicó que la ocupación de los grupos yihadistas provocó el desplazamiento forzoso de miles de personas a la capital, Bamako, convirtiendo Tombuctú en “una sombra de sí misma”.
“La población que se quedó atrás fue tristemente confinada y resignada a soportar innumerables formas de tratos crueles, inhumanos y degradantes (…) tales como ejecuciones, amputaciones, tortura en todas sus formas, ultrajes a la dignidad personal, palizas, destrucción de propiedad, violencia sexual y matrimonios forzados”, enumeró el abogado, que intervino por videoconferencia.
ANSAR DINE
El letrado defendió que algunos habitantes se unieron al grupo Ansar Dine por motivos que no tenían nada que ver con la religión o la política.
Puso el ejemplo de un joven de 18 años que abandonó el colegio porque aceptó el trabajo como chófer que le ofrecieron los yihadistas. Cinco meses después, reunió dinero suficiente para que sus padres se mudaran a Bamako, la capital, una proeza por la que le felicitó toda la familia.
La historia de ese joven “es similar a la de muchos chicos en la región que se unieron a los yihadistas no por convenciones o creencias, sino porque lo necesitaban. La pobreza empuja a la gente al yihadismo”, concluyó el abogado Doumbia.
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