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120 aniversario

Pamplona en 1903: una ciudad que rebosaba sus murallas y estrenaba el Monumento a los Fueros

Ese mismo año, el Teatro Principal pasó a denominarse Teatro Gayarre, el Ayuntamiento dedicó el Paseo de Valencia al músico Pablo Sarasate y la ciudad sufrió su terremoto más intenso

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Diligencia saliendo por el Portal de San Nicolás en 1903. Foto tomada del libro 'Pamplona. El siglo XX en imágenes'ARCHIVO
Publicado el 12/03/2023 a las 06:00
En 1903, en una Navarra agrícola que apenas superaba los 300.000 habitantes -menos de la mitad que en la actualidad-, Pamplona no era el gran aglutinador de población que es hoy: solo uno de cada diez navarros vivía en la capital; ahora, uno de cada dos. Eso sí, Pamplona era inequívocamente una ciudad de su tiempo y no un mero pueblo sobrepoblado. Conservaba sus imponentes murallas y una gran fortaleza -la Ciudadela- que daba fe de la estratégica plaza defensiva que había sido, tenía los edificios administrativos más importantes (desde el Gobierno Civil -en el actual Rincón de la Aduana- a la Diputación, pasando por el Consejo Foral -hoy Parlamento-),  un teatro (el Gayarre, que ese año tomó su nombre), plaza de Toros ("la vieja"), hospital (donde hoy encontramos el Museo de Navarra), un gran espacio abierto común -la plaza del Castillo, entonces plaza de la Constitución- anexo a un amplio boulevard -el Paseo de Sarasate, llamado así oficialmente desde 1903- y luz eléctrica alumbrando sus calles desde 1888. El Monumento a los Fueros, erigido en ese 1903, debía apuntalar a la capital como centro espiritual de Navarra.
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El Teatro Principal, en su antigua ubicación en la Plaza del Castillo. En 1903 pasó a llamarse Teatro GayarreARCHIVO
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La Plaza de Toros vieja de Pamplona, en una postal de 1903ARCHIVO
La Pamplona extramuros, no obstante, tenía un carácter mucho más rural. Era habitual ver a lavanderas junto al río Arga, secando las blancas ropas en un interminable tendero; todo tipo de trabajos agrícolas en los campos y huertas, mulos cargando aperos o caballos tirando de carromatos. Y aquel espacio fronterizo cada vez estaba más poblado, desde la Rochapea hasta Burlada. Incluso varias fábricas comenzaban a asentarse en esas tierras... aunque la más exitosa, Cementos Portland Valderrivas, se emplazó lejos de la capital, en Olazagutía, justo en ese año 1903. 
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Grupo de lavanderas, a orillas del río Arga, junto al puente de la Rochapea. Foto tomada del libro 'Pamplona. El siglo XX en imágenes'ARCHIVO
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Vista general de una escena agrícola en Pamplona. En primer término un carro, 2 mulos y un hombre arando con otro mulo. En segundo plano, en la izquierda, la parte superior de un baluarte con una garita, en la derecha la parte superior del baluarte de San Bartolomé, tomada desde el suroesteJosé Martínez Berasáin
No obstante, eran las murallas y sus seis puertas, que se cerraban cada noche -salvo una-, las que definían a la ciudad. Recibían los nombres de Portal de Francia, San Nicolás, Taconera, Portal Nuevo, Tejería y Rochapea. Y por esas escapatorias, precisamente, salían las sonoras diligencias rumbo a Madrid o otras localidades navarras. Desde 1832, Pamplona había estado unida con la capital de España mediante este servicio tan evocador; desde 1849, con Tudela, Estella o Sangüesa.
Para aquella época, el recinto amurallado se había quedado pequeño y constreñía a la población. Sobre la mesa de las instituciones pesaban proyectos de "ensanche", al estilo de los llevados a cabo en Viena o Barcelona, y dos de los baluartes, el de la Victoria y el de San Antón, ya habían sido derribados.
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El Portal de San Nicolás, ubicado en un extremo de la actual calle San Ignacio, en una imagen tomada entre 1901 y 1903. Foto publicada en 'Pamplona, calles y barrios', de J.J. ArazuriARCHIVO
En el número 41 de la calle Tecenderías (conocida como Florencio Ansoleaga desde 1917) se encontraba la cárcel y perrera, mientras que la Casa Inclusa para niños abandonados estaba en la calle del Carmen. Donde hoy encontramos las oficinas de Correos en el Paseo de Sarasate se levantaba un edificio dedicado a la compra-venta de grano (El Vínculo) y, a su lado, la Casa de Misericordia, la Audiencia (desde 1898) y la Casa de Baños (en el número 28). 
Curiosamente, fue en 1903 cuando el Ayuntamiento de Pamplona decidió dedicarle aquel paseo al célebre violinista Pablo Sarasate, que todavía vivía. Hasta entonces, el despacho del notario Prudencio Valencia había dado nombre coloquial al lugar.
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Vista de la calle Florencio Ansoleaga, antigua Tecenderías. en su cruce con la calle Campana, tomada desde el noreste. En primer término, un mujer con mantilla. En segundo plano, 3 mujeres con sombrero y sombrilla y, en la derecha, el edificio de la Cámara de ComptosFidel Astiz Iriarte
Desde luego, la presencia militar era importante. Había cuarteles en la Ciudadela, pero también en la calle San Ignacio y en la de la Merced, entre otras, y el Hospital Militar se ubicaba en la calle Santo Domingo. 
También proliferaban las iglesias. De las cuatro principales -San Saturnino, San Nicolás, San Juan Bautista y San Lorenzo-, esta última acababa de sufrir una importante remodelación, que finalizó en 1902, dándole el aspecto con el que ha llegado a nuestros días.
También había lugar para los espectáculos. La plaza de Toros estaba en la calle Espoz y Mina y había frontones en las calles San Ignacio, San Agustín (un trinquete) y en la calle de la Pellejería.
La plaza del Ayuntamiento, que hasta mediados del siglo XIX se había conocido como plaza de la Fruta, no era la sala de estar de la ciudad; ese honor le correspondía a la Plaza de la Constitución (hoy del Castillo), que albergaba al Teatro Gayarre, el hotel La Perla, el Nuevo Casino Principal y el Café Iruña, entre otros establecimientos emblemáticos.
En aquella Pamplona, tan cercana y tan lejana a nuestro tiempo, 56 promotores se lanzaron a la aventura periodística. Emplazaron una rotativa Marioni en el número 41 de la calle Nueva y establecieron la redacción en el cercano 40 de la calle Zapatería. El 25 de febrero publicaron el primer número, solo unos días antes de que la ciudad viviera un episodio de sucesivos seísmos, que se prolongaron durante tres horas y que alcanzaron los 5,5 grados en la escala de Ritcher, en lo que ha quedado registrado como el mayor terremoto sufrido por la ciudad. 
Tras aquellos primeros pasos, Diario de Navarra fue creciendo y modernizándose al igual que Pamplona y Navarra para, a lo largo de 120 años, cambiar mucho sin perder nunca la esencia de lo que fueron.
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