"Corro solo. No me gusta el espectáculo que se ha montado alrededor del encierro. Y cuando se acaba, me voy a casa "
Es un hombre que ha mirado de frente a la muerte. Y de perfil. Desde el suelo y levantado en el aire. La muerte, reflexiona ahora, olía a toro, "resoplaba muy cerca de mí de una manera animal". Fue el aroma del final que él pensó vivir en el callejón el pasado 12 de julio, en los últimos coletazos de un dramático encierro de Miura, cuando un morlaco de 575 kilos se cebó con su cuerpo a su antojo.
"Le miré a los ojos y pensé que no se podía vivir después de sentir tanto dolor, que ahí terminaba todo", cuenta. Pero, como en la metáfora, también Torreblanca volvió al mundo de los vivos tras vislumbrar la luz al final del túnel. "No sé cómo pude levantarme de aquel callejón y huir. Si me vuelve a enganchar allí dentro, me mata". Así lo valoraron también en un primer momento los cirujanos de Urgencias del Hospital de Navarra, que creyeron que no llegaría con vida al centro sanitario. A las 8.04 del domingo de San Fermín, Ermitaño se cruzó en la carrera de este abogado pamplonés que cumplirá 44 años en diciembre. Le corneó en el muslo izquierdo y en el tórax. Pudo perforarle el corazón, pero tuvo suerte, "los médicos dicen que fue un milagro", y una costilla desvió la trayectoria del asta, salvándole, paradójicamente, la vida esta nueva herida. Esta semana, desde el domicilio familiar donde ahora descansa, en el barrio de Iturrama, revivía los que para él fueron los instantes más largos que puede tener uno en su existencia .
Después de esa vivencia, se habrá arrepentido en más de una ocasión de lanzarse a citar al toro a punta de periódico...
No le doy vueltas. Pasó y fue así. Y estoy vivo. Cuando corres, ya sabes que puede pasar.
Aún así, cuando salió de casa aquella mañana no se imaginaría que tardaría 17 días en volver, ¿qué recuerda de los momentos previos de aquel día?
Desde hace años, en Sanfermines sigo siempre la misma rutina. Todos los días me voy a dormir a la misma hora, sobre la medianoche. Estoy con mis hijos, que son pequeños (la mayor cumplirá 15 años en breve, y la pequeña tiene 6) y me los quedo los 9 días. Entonces lo que me toca es una vida de San Fermín de padre. Los llevo a los kilikis, a los gigantes, a las barracas, a los espectáculos de Carlos III, el break-dance, que les gusta mucho, el deporte rural de la Plaza de los Fueros... Mi única, digamos, escapada, que me permito estos días es la del encierro. Me levanto a las 6.20 de la mañana y me voy. Todos los días. Ese domingo lo hice igual que siempre. Me levanté, me duché, ni desayuné ni nada, dicen que es mejor tener el estómago vacío por si te coge el toro, y no llevé conmigo absolutamente nada. De hecho, en Urgencias les costó identificarme. Sólo llevaba un reloj antiguo porque alguna vez he llevado un reloj bueno y acabo con él destrozado. Entonces, me puse uno viejo de la empresa de mi hermana, que llevaba grabada la inscripción "Y. Torreblanca" (su hermana se llama Yolanda). Eso les despistó.
También llevaba un periódico enrollado, que perdió en la primera embestida de Ermitaño.
Sí, lo compro siempre en el kiosco que está junto al cine Carlos III, de camino a la Plaza del Castillo. De hecho, llevo dos años trabajando en Madrid y ando un poco descolocado con los precios. No me acordaba que era domingo y yo pensaba que llevaba el dinero justo para comprar el periódico. Pero, precisamente ese día que es más caro, por lo que me faltaban unos céntimos... Yo ya sé que hay mucha gente que no lo lleva, pero yo soy tradicional, no sé, me da cierta seguridad el llevarlo. Un chico que estaba esperando en el kiosco me lo dio. Dijo que él sólo iba a usarlo para leerlo y que si a mí me daba seguridad, me lo daba...
¿En qué tramo se colocó ese día?
Siempre corro en el mismo. Desde el final de Estafeta, un poco antes de llegar a Kukuxumusu, hasta el callejón. Y eso cuando llego, porque te llevas una cantidad de golpes, de gente que se te cae encima, delante... que a veces te impiden llegar hasta donde tenías previsto. Es muy complicado. Me he dado cuenta este año más que nunca de que no depende de ti. Yo este año había llegado en muy buena forma física. En Madrid había estado machacándome en el gimnasio, hago en general bastante ejercicio y también pesas, y la verdad es que estaba bastante fuerte. (Ríe) Me sirvió de parapeto para las cornadas, pero poco más... Ahora tengo que reiniciar de nuevo mi puesta en forma...
La imagen de su cogida la hemos visto en repetidas ocasiones, ¿cómo la vivió usted?
Este toro se había quedado rezagado y hubo varias veces en las que se le vió con intención de volverse hacia atrás, dirigiéndose desafiante a la gente y a los pastores. Entonces, yo, ya llegando a Telefónica intenté tirar de él hacia la plaza de toros , conseguí que se fijara en mí en esa dirección, pero se arrancó de repente con una velocidad increíble. Me enganchó del muslo izquierdo y me lanzó al aire, junto a la entrada, a la esquina derecha de la entrada del callejón. Caímos los dos. Recuerdo que tenía la cabeza del toro junto a mí. Al levantarse es cuando me pilló por el pecho y me clavó una cornada bestial (se toca el lugar de la herida, con una mueca de dolor). Me levantó a pulso. Ya en ese momento supe que la herida tenía que ser brutal. Los toros, y más los miuras, tienen una fuerza increíble. Yo mido 1,90 y ese día pesaba unos 85 kilos (durante la convalecencia, calcula, habrá perdido 7 u 8 kilos) y me sentía un pelele.
Se le detendría el tiempo...
Yo sólo me enteraba del toro y de mí. No tenía tiempo para más. Después he visto fotos y he comprobado cómo hubo gente que se arriesgó por intentar ayudarme, pero el toro también estaba a lo suyo. Ni se enteraba. Y es que no había terminado. Traté de escapar, y conseguí salir del callejón, di un par de pasos, pero caí desplomado me volvió a tirar al suelo, no lo sé muy bien, porque ya no me quedaban fuerzas, y trató de cornearme otra vez. Si me engancha por tercera vez allí dentro, me mata. Me destrozó los pantalones y me arrastró al vallado de la derecha. Me sentí atrapado, sin fuerza, me tapaba como podía con los brazos... Vino un chico, con un niki azul marino, que después me he enterado que se llama César y me arrastró. No le conozco de nada, ni me enteré en su momento de lo que había hecho, pero le estoy profundamente agradecido.
No le resultará difícil revivirlo todo, con la gran cantidad de imágenes y fotografías que hay de su cogida...
Es extraño. Yo viví un encierro muy distinto del que luego he visto en televisión o en las fotos de los periódicos.
¿En qué sentido?
Yo me sentía totalmente solo. Nunca me había sentido tan solo. Pensaba continuamente: "¿Pero, no va a venir nadie a ayudarme?". Cuando la realidad es que a mi alrededor debía de haber un montón de gente tratando de distraer al toro. Pero yo, en ese momento, abría los ojos y sólo veía al toro. El tiempo se me hizo eterno hasta que pudieron meterme bajo el vallado y llevarme a la ambulancia. En todo momento, hasta llegar al hospital, estuve consciente. Yo tengo mi vivencia personal de lo que pasó, pero en ella luego convergen lo que te cuentan amigos y familiares, lo que ves en los medios... Incluso he tenido pesadillas, y al final, es todo una mezcla de lo que realmente pasó y de lo que has imaginado tú que ocurrió...
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Torreblanca, con la portada de Diario de Navarra que recogía su cogida.
Con un gesto de dolor, Torreblanca toca su pecho, donde recibió la cornada en el tórax. JOSÉ CARLOS CORDOVILLA
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