El hasta ayer rey Gyanendra nunca había gozado de la popularidad de su antecesor, el rey Binendra, que murió a tiros junto a la reina Aishwarya y todos sus hijos en una masacre en el Palacio Real a comienzos de junio de 2001. Según la versión oficial, los asesinatos fueron obra del príncipe heredero Dipendra, quien habría disparado en estado de embriaguez contra toda su familia y luego se habría suicidado. Esta historia nunca se la creyó el pueblo. Al contrario, lo que se extendió fue el rumor de que Gyanendra, hermano del rey, que heredó el trono al desaparecer el resto de la familia real, estuvo involucrado en el asunto. Muchos nepaleses seguían pensando que era conveniente mantener una monarquía representativa, pero nadie quería ver en ese papel a Gyanendra y mucho menos a su hijo Paras. Así es que los partidos monárquicos apenas figuraron en los resultados electorales el pasado 10 de abril, de los que emergieron como principal fuerza los maoístas. Su líder Baburam Bhattarai, anticipó entonces: "Esta votación es para poner fin a la monarquía." Ayer el objetivo se hizo realidad.
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