Los nueve regresan 1.086 días después

Nueve días, nueve ausencias’ se titulaba el reportaje publicado el 5 de julio de 2020 en este mismo suplemento. Rostros habituales, de los que hacen la fiesta y de los que la viven descubrían sus sentimientos ante aquel año tan extraño, en blanco y sin blanco. Un guiri, un torero, un corredor del encierro, un ganadero, un fotógrafo, un feriante, un pirotécnico, un concejal de Bayona y una peña alemana recreaban el vacío y la promesa de reencontrarse con los Sanfermines. Dos años después, vuelven a responder. Cuentan cómo han sido estos meses largos y sus sensaciones ante la inminente vuelta a Pamplona. “He tenido mucha suerte en venir aquí y en poder volver”. Larry Belcher (Ohio, 1951) se hace entender bien. Y raudo. Para comprender qué suponen para el los Sanfermines basta compartir un café y un paseo por el corazón de Pamplona. Escucharle y mirarle a los ojos. Aficionado a los rodeos, estudió Literatura y llegó a Pamplona tras el rastro de Hemingway. “Lo demás ha sido una locura”, avanza convencido. ¿Enamoramiento, mejor?, “No, hay que estar un poco loco para no faltar en Sanfermines desde 1976, pero en la fiesta he conocido a mis mejores amigos”, asegura Larry. Y eso que la primera vez tenía 27 años. “Tengo la sensación de que me perdí unos cuantos”, sonríe en la plaza del Consejo a un mes justo de los Sanfermines. Acaba de llegar de Valladolid, donde vive desde hace dos décadas, para renovar los abonos de los toros, saludar a algunos amigos y en cierta medida, aclimatarse a la ciudad. “La calle Estafeta ha cambiado mucho, está ahora muy enfocada al turismo, la Plaza del Castillo sin embargo sigue igual y aquí me siento como en casa”, reflexiona acariciado por la brisa golosa de los 20 grados de un mediodía, cubierto el cielo de nubes grises y rizadas, envolventes como un cuadro de Botero. Vendrá, como siempre con su mujer, con Ana, médico internista en un hospital de Valladolid. “La primera vez que le traje era 1983. Nos alojábamos en el hotel La Perla. Llegamos el 5. A medianoche se despertó y me dijo: ¡Larry! hay una guerra en la calle. Yo respondí: No, la guerra todavía no ha empezado”. Las rutinas, aunque a veces se difuminen entre la multitud, forman parte de la fiesta. De unos y de otras. “¿El chupinazo?, entré una vez y dije, nunca más. Es el ambiente, las tertulias, los amigos, los toros, el encierro que ya dejé de correr....”. Pero Larry está contento de poder volver. Y sonríe. Hace dos años contaba en una entrevista en este mismo suplemento que se encontraba como en “un limbo” en aquel 2020 que desgarró tantos sueños. A través de su mujer conoció de cerca la crudeza de la pandemia. “Asustaba, aquello iba en serio”, cambia de pronto el semblante y su mirada viaja. “Un shock, sin embargo casi lo llevé peor el año pasado, el virus ya no afectaba tanto, pero seguíamos sin poder ver a los amigos en Pamplona. Nos fuimos a Ribadesella, en Asturias, algo totalmente distinto, para olvidarnos de esto. Es la vida, tienes que asimilarlo. Esto, la fiesta, es de lo más importante que me ha ocurrido, pero no lo más importante. Eso es mi mujer. He tenido mucha suerte de venir y volver. Por tanta gente, aunque cada vez somos menos”, incide Larry. “La edad, la vida. Hay gente joven que viene detrás, pero aficionados a los toros, ya no tanto, hay quien ve el encierro como un espectáculo, como una prueba de atletismo. Falta pasión”, percibe. Y al tiempo enmarca la fiesta en la posición de mesura. “Tienes que tener una especie de perspectiva y tenerla en su sitio. Saber donde está en la escala de valores”, enmarca la fiesta “con sentido común”. Larry es un habitual en el archivo de la Casa de Misericordia, en el municipal y en toda hemeroteca donde pueda hallar un dato nuevo de todos los que ya acumula sobre los Sanfermines. Cuando viene a Pamplona se aloja en casa de Joe Distler, otro norteamericano habitual en la fiesta. Vive ahora en París y su casa de la calle Zapatería es un suerte de santuario-museo, una oda a los Sanfermines. Por allí pasa mucha gente y es incondicional el prestigioso y veterano fotógrafo Jim Hollander. “En Sanfermines nos quedamos en un piso de la calle Amaya, de una familia que está fuera esos días, pero si vengo en otra época del año me quedo en casa de Joe”. Es 10 de junio, en Gerena hace ya “un calor que da miedo”. Sin concesiones. Y Manuel Escribano anda de limpiezas en su casa. “Preparando la piscina”, responde al teléfono. Se oye su voz sevillana, y se escucha cantar a los pájaros, igual que se escuchaban hace dos años cuando las plazas de toros mandaba altanero el silencio. Acaba de llegar de la feria de San Isidro y falta justo un mes para que vista de luces en la plaza de Toros de Pamplona. Está con ganas. “Primero porque a la plaza de Toros de Pamplona en Sanfermines es donde siempre uno quiere volver y feliz porque regrese la fiesta y la normalidad, los amigos, el toro y todo lo que significa, por todo eso”, apunta Escribano que “lo más importante es el reencuentro con todos los amigos y la gente que solo ves esos días”. Como acostumbra, llegará a Pamplona un día antes de la corrida y esa noche hará el encierrillo con los pastores. A la mañana siguiente correrá el encierro, también con ellos, “grandes amigos”, por detrás de la manada. Y luego la corrida.”Es vivir y llenarte de todo lo que es Pamplona”, resume diáfano. Considera que este 2022 “va a ser un motivo más para estar contento y feliz” y que “la plaza de Pamplona es relumbrón, para el toreo y para la sociedad, con aficionados llegados de todas las partes del mundo y este año si celebramos los 100 años, aún con más motivo”, reflexiona. Apuesta por continuar con las sesiones de toreo para niños.”La fiesta hay que impulsarla, enseñarla y mostrarla”, subraya la oportunidad. La pandemia ha sido un receso obligado y común. Repara el matador en que, tal vez por esto, lo ha llevado bien. “Es como un consuelo, no eres tú solo y a nivel mental creo que eso me ayudó, no fue tan traumático y lo llevé bien”, apunta y se queda con la conclusión de que “todo puede cambiar rápidamente”. “Debes aprovechar el momento y disfrutar, el mañana a lo mejor no llega”, dispone. Pasó el covid sin síntomas y todos en casa están bien, en Gerena, donde son 7.000 habitantes. “Voy a volver con todal normalidad, como si el año pasado hubiera encierros, porque dos años sin tenerlos... aunque empieza a haber fiestas, como Sanfermines no hay nada”. No tiene atisbo de duda David Rodríguez López. Madrileño de 48 años, es corredor habitual y ya conocido en Pamplona, ataviado con su camiseta blanca y verde en los últimos tramos del encierro. Hasta la irrupción de la pandemia sumaba 27 Sanfermines sin fallar uno. Entrevistado en junio de 2020, dijo que tal vez haría una visita a Pamplona en aquellos no Sanfermines que parecían los últimos y fueron los primeros de dos, de una serie demasiado larga en el calendario de los incondicionales. Finalmente no estuvo. Pero sí, en fechas fuera de los Sanfermines. Hizo cientos de kilómetros para disfrutar del otro cordón umbilical que le une a Pamplona, la música de El Drogas. “Fui a un concierto suyo en la sala Zentral”, apunta que no le acabó de encontrar ningún atractivo a un 7, un 9 o un 14 de julio en Pamplona sin Sanfermines, “a pesar de que muchos amigos fueron”. En estos dos años ha entendido sobre todo la dureza de la pandemia para todo el mundo y ya en la letra pequeña de los encierros, repara en “lo que se pierde con la edad”. “Esa chispa en la carrera hay que intentar suplirla con la veteranía y entrenar para tratar de mantener la velocidad”. “Pero algún día nos vamos a tener que quitar de estar, o si no nos quitará el toro y ese día está cada vez más cerca”, asume. “Si Dios quiere” volverá, como siempre con su mujer y sus tres hijos. La mayor tiene ya 19 y disfruta los Sanfermines desde que era bebé. El 14 de julio de 2019, ese día en que nadie imaginaba ni en el contexto de la broma más pesada dos años sin Sanfermines, Rubén Albarrán sacó sus últimas fotos en Pamplona. El encierro, la despedida de los gigantes... y tantos instantes captados en nueve días en la calle. Fotógrafo de Guadalajara, conoció las fiestas como corredor del encierro. Se estrenó en 2000; doce años después se situó al otro lado del vallado para congelar esos segundos que vertebran historias de pasión del hombre junto al toro. Colaborador en Diario de Navarra, este año volverá a trabajar con el periódico. Han sido dos años difíciles, subraya. “Fuimos padres el 13 de julio de 2020, no me arriesgaba a trabajar, no quería poner en peligro a mi mujer y a mi hija; por otro lado luego no hubo eventos sociales, en el fútbol se restringió el acceso a los medios... Ahora ha vuelto el trabajo, pero el covid sigue entre nosotros”, apuntaba el 22 de junio, precisamente convaeciente por el covid. “Las sensaciones en esta vuelta son extrañas”. Fueron padres de otra niña en diciembre y le va a costar separarse de ellas por primera vez. Yves Ugalde es concejal de Cultura y Festejos en el Ayuntamiento de Bayona y este año será el responsable de la delegación “de unas quince o veinte personas” que acudirá el 8 de julio a Pamplona, en el acto de las ciudades hermanas. Lo hace “con ilusión” tras dos años de pandemia en los que han tenido “las mismas dificultades que Pamplona” y donde tienen ya preparado el programa de las fiestas de Bayona, en agosto. “Vemos la luz en un ambiente excelente de voluntad común, todos unidos con ganas de hacer bien las cosas y salir de la crisis”, apunta Ugalde. Con ascendencia en Tierra Estella por parte paterna, tiene familia en la calle San Nicolás de Pamplona y ya antes de ser concejal era un habitual de los Sanfermines, conoce las fiestas desde hace más de cuatro décadas. En este tiempo de pandemia ha estado “dos o tres veces en Pamplona, con amigos, “para hacer una visita y comer” con Jean Claude Larronde, presidente del Museo Vasco de Bayona. Pirotécnico de más de cuatro décadas de profesión pero con las ganas de quien empieza, Bernardo Sanchiz (Valencia, 1954), regresa a Pamplona como diseñador y fabricante de Hermanos Caballer. El suyo es un regreso posible porque la firma se mantiene fuerte tras los años de pandemia y los problemas en el sector. Y una vuelta esperada. “Ha sido traumático a todos los niveles y muchos se han quedado en el camino. No es nuestro caso y volvemos con muchas ganas de aportar, de salir a la calle y de que nos vean. En pirotecnia se hacen muchas cosas y se puede innovar. Para San Fermín tenemos todas las ganas y si siempre son especiales este años nos la vamos a jugar. Es especial”. En marzo retomó en Mallorca la temporada de ferias, ya como las previas a la pandemia. A San Fermín llegará tras haber pasado esta semana por Irún, cercana a su Hernani natal. Tres atracciones, una de sus suegros, en las que trabajan entre 16 y 17 personas para cubrir todos los turnos y la ilusión por volver a una “plaza” de las más esperadas. “Es una de las fiestas más importantes de España.Sobre todo porque acude mucha gente e fuera y eso es importante para nuestro sector.El año pasado fue como un parque, con horario, recinto vallado, limitaciones. Este año la organización es distinta y espero que vaya bien como en el resto porque hay muchas ganas de fiesta”, explica Sergio Porta González, que ya perdió la cuenta de sus visitas a San Fermín. Portavoz de la Peña Borussia, fundada en 1963 y a la que llegó en 1980, Günter Bonas tiene preparada y en la maleta la ropa blanca desde que a mediados de junio salió hacia Berlín. De allí volará para pasar unos días en San Sebastián y el día 7, bien de mañana, llegará a Pamplona. En la Casa de Misericordia participará en la Misa de San Fermín y así retomarán las fiestas que un grupo de amigos alemanes descubrieron hace casi sesenta años y de los que son unos asiduos. Vendrán seis y la expedición se completará hasta las 20 personas conforme avancen los días de fiestas. “Se sumarán los jóvenes, hijos de amigos de la peña que se ha han ido aficionando”, relata al otro lado del teléfono. Serán los primeros sanfermines en tres años pero no su primer viaje a Pamplona desde que estalló la pandemia. El año pasado hicieron un alto y llegaron desde San Sebastián para vivir el día 6 en la capital mundial de la fiesta, como conocen a Pamplona. “Fue especial ver a la gente con pañuelo. Fuimos solo par ese momento. Ahora ya será para la fiesta de verdad. Estuvimos en contacto con el Ayuntamiento y en cuanto se confirmó que habría fiestas preparamos las reservas. Estamos en tres hoteles y uno ya estaba lleno. Y se han subido muchísimo los precios para los primeros días, pero ya tenemos todo y contentos de regresar”, relata. En un año de echar la vista atrás por los 100 años de la plaza de toros, la hemeroteca muestra la presencia de la ganadería Miura en la feria de Pamplona hace un siglo. Desde 1972 su participación ha sido ininterrumpida y no faltará en este regreso. ”Afortunadamente y gracias a Dios ya no queda nada y si está San Fermín estamos nosotros. Hay que estar y nos hace mucha ilusión y más tras dos años sin fiestas. Es verdad que como llevamos desde 1972 sin fallar, se olvida que estábamos antes. Ahora contamos los días para que los toros lleguen al Gas, cuando se haga sitio para el encierro del día 7, y de que vuelvan a la calle para el encierro y luego a la plaza. Llegaremos el día 12 por la tarde para vivir un poco la fiesta y el 14 ya para trabajar y sufrir un poco más”, comenta desde Sevilla Antonio Miura, uno de los responsables de la ganadería, que acudirá acompañado por diez personas más entre familia y amigos.

Los nueve regresan 1.086 días después

Hace dos años este mismo suplemento desnudaba los sentimientos de nueve habituales de la fiesta ante el primer año de pandemia. A pocos días de regresar a Pamplona les vuelve a preguntar.

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