Plaza Consistorial
Como antes

- Jose Miguel Iriberri
"La alegría es una de las pocas cosas de la vida que se puede plagiar a sí misma sin producir molestia y hastío, y es en este regreso a lo consabido donde radica el secreto de los Sanfermines. Podrán variar algunos de los actores e incluso parte de la tramoya, pero nunca la función”. La opinión corresponde a un artículo de José María Romera que tomo hoy al asalto, precisamente hoy, tras los dos años de parón sanferminero. “El carácter cíclico de la fiesta hace inevitable, y también gozosa, la repetición anual de ritos, maneras, actos, signos y festejos varios”, escribía Romera en 2000. Me subo al carro del artículo para hacerle una ecografía a la fiesta tras dos años de exilio. ¿Y qué aparece en la pantalla? Nada nuevo. Ocurrencias tangenciales de esas que llenan las sobremesas de la Escalera y se van con las migas del mantel. Llegado el 6, volver a empezar. Porque, efectivamente, “la alegría es una de las pocas cosas de la vida que se puede plagiar a sí misma”. Y los Sanfermines son alegría. Todos los programas, los oficiales y los familiares, están hechos para la alegría. Todos: desde el chupinazo a la llantina, no menos alegre, del Pobre de mí.
Salvando la procesión, cuyas crónicas de 1717 valen para hoy, los Sanfermines son un aluvión de novedades que, sin embargo, parece como si nunca se hubieran producido. Varían “los actores, parte de la tramoya, nunca la función”. No busquen el acta de nacimiento de las variaciones porque la mayoría viene de la calle. Y cuando la novedad se viste de tradición, ya es de toda la vida. El alcalde Urmeneta describió con ironía el apego de la fiesta al pasado cuando encontró, en un bando de los 70, la misma errata que se coló en su bando de los 50. Aquí, el tiempo se adapta a las tradiciones. De un año para otro, por ejemplo, se adaptó al disparo, desde el balcón consistorial, de los cohetes arramplados de la Plaza del Castillo.
Volver a empezar. Volver al programa de familia, de amigos, de ritos. Al santo, al toro, al pañuelo, al ajoarriero, al clarete. En Sanfermines, la fiesta, que es transgresión, baila el vals de Astráin en increíble armonía con la tradición. Será porque, como firma Trapiello, “las tradiciones dicen lo que no somos ya capaces de decir”.
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