"A los chavales les dijeron que no fueran a los toros porque se iban a quedar ciegos, y ahí están"

Día de San Isidro en Las Ventas, chulapos, picadores y parpusas. Hacen su agosto los vendedores de friagua-friagua-friagua, los que te venden las almohadillas pa’ la piedra y los que te venden la moto. Antes del festejo por los pasillos de la plaza corre el aire de la verdad descarnada del toreo en Madrid, que es un aire de cuchillos. El niño Javier va en brazos del alguacilillo, absorto y sin embargo divertido como un niño de Francisco Bayeu. Ahora va mucha gente a los toros, unos porque les gusta y otros para dar por saco. A los aficionados nos decían viejos sádicos; ahora solo nos dicen sádicos porque en el tendido, sobre todo hay pibes. Más de media plaza se podría hacer gratis el Interrail de Pedro Sánchez. Las sociedades abiertas se mantienen vivas por una suerte de sistema inmunológico que hace que lo prohibido nos resulte interesante. A los chavales les dijeron que no fueran a los toros porque se iban a quedar ciegos, y ahí están. Porque Morante, Urdiales y Ortega son el nuevo ‘Sexo, drogas y rockandroll’, el bar de los botellines al que llaman injustamente ‘El Guarro’ es más que el café Gijón y provoca más Isaac Fonseca que las drags de Montero y Ángeles Rodríguez Pam. Como hay gente nueva en la plaza, pasan las cosas que no habían pasado nunca, En mitad de la faena de muleta, uno ha gritado: “¡Música maestro!”. En Madrid no se toca la música durante las faenas, por eso toca una banda pequeña, una banda jibarizada y heroica y, cuando devuelven los toros por flojos, la emprenden con los pasodobles y la zarzuela un poco como la Orquesta del Titanic. En la inmensidad venteña, ese abismo alto y ancho por el que vuelan bandos de palomas, esa banda pigmea toca en el paseíllo como si quisiera llenar algún vacío cósmico y después se calla. Al pobre paisano que ha pedido música le han dicho de todo. Si le escucha Sánchez, promete ponerle a Las Ventas el DJ Paquirrín o algo. Me he acordado mucho de los del Pacma y de Jorge Javier Vázquez. Si echas las cuentas, todos los que decían que se acababan los toros se están acabando ellos antes.