Debate sobre la gestación por sustitución

Pocos temas provocan tanto revuelo y discusión como el relacionado con la gestación por sustitución, máxime si el debate irrumpe en los medios de comunicación y después se propaga por las redes sociales. Sin embargo, al igual que sucede con otros temas complejos, relacionados con los límites de la tecnología, una vez más falta tiempo y mesura a la hora de reflexionar, mientras sobra ruido y tal vez improvisación. Entre tanto, las expresiones que se utilizan no son inocuas. Como afirmaba Aristóteles, además de significado, el lenguaje contiene también intencionalidad. Así, los que se muestran partidarios de legalizar esta modalidad de reproducción hablan de “gestación subrogada” y de “madres y padres de intención”, refiriéndose a la mujer que desarrolla el embarazo como “gestante subrogada”. Por el contrario, quienes se declaran en contra de esta práctica reproductiva, prefieren hablar en términos de “vientres de alquiler”. Es fácil constatar que la batalla del lenguaje aparece de inmediato. La polémica surge incluso antes de pensar y aportar argumentos con el fin de sustentar las respectivas propuestas. Al parecer, el culto a la velocidad y su ritmo frenético no perdonan. Pero no es fácil afrontar dilemas éticos y encontrar una respuesta plausible que sea compartida. Conviene precisar que la “gestación por sustitución” -expresión que utiliza la ley- no es nueva. En Europa, es admitida por Reino Unido, Grecia y Portugal. En el resto de países encontramos la prohibición expresa en Francia o la ausencia de regulación. En España, el artículo 10 de la ley sobre técnicas de reproducción asistida de 26 de mayo de 2006 establece: “Será nulo de pleno derecho el contrato por el que se convenga la gestación, con o sin precio, a cargo de una mujer que renuncia a la filiación materna a favor del contratante o de un tercero”. A su vez, el Comité de Bioética de España, en el informe sobre los aspectos éticos y jurídicos de la maternidad subrogada, de 16 de mayo de 2017, propuso la prohibición universal de la gestación por sustitución, al tiempo que defendía la nulidad de los contratos firmados en el extranjero y proponía sancionar a las agencias que actúan como intermediarias. Más recientemente, el Código de Deontología Médica, aprobado en diciembre pasado, rechaza en el capítulo 15 -dedicado a “Sexualidad y reproducción”- la gestación por sustitución como técnica de reproducción asistida. De hecho, en su artículo 65 afirma: “La gestación por sustitución con contraprestación económica es contraria a la deontología médica. La comercialización del cuerpo de la mujer vulnera su dignidad”. Aunque, a continuación, en el apartado segundo, introduce el principio de altruismo y matiza: “La gestación por sustitución altruista no es contraria a la deontología médica siempre que se preserve la dignidad de la mujer y el interés superior del menor, con la regulación oportuna y el control de la Comisión Nacional de Reproducción Humana Asistida”. En este sentido se han pronunciado igualmente el Parlamento Europeo y la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, o el Comité de los derechos del Niño, que ha mostrado su preocupación por esta práctica, aún en los casos en que se realice de forma gratuita porque puede comportar, de una u otra forma, la venta de niños. Hace cuatro años, el Observatorio de Bioética y Derecho de la Universidad de Barcelona, elaboró un documento de reflexión en el que consideraba que la gestación sustitutoria no debe ser una alternativa legal para tener descendencia. Las personas no pueden reproducirse cuando quieran y de la manera que deseen porque técnicamente sea posible. Debe haber límites. La técnica no debe banalizarse y la edad no es una cuestión baladí. El motivo principal de su oposición es el peligro de instrumentalizar a la mujer gestante convirtiéndola en una especie de “vasija o incubadora”. Por todo lo expuesto, podemos concluir que no todos los deseos o pretensiones son derechos que tengan que ser satisfechos o cumplidos. El deseo legítimo de constituir una familia es una aspiración plausible y sin lugar a dudas respetable, pero no es un derecho que pueda exigirse. Existen otras opciones establecidas por la ley. El deseo de tener hijos puede realizarse a través de los medios ya existentes: reproducción asistida y adopción. No podemos olvidar que en un mundo globalizado la pervivencia de desigualdades genera situaciones de riesgo y de necesidad, a veces lacerantes, que el libre mercado tiende a explotar. Por tanto, no puede obviarse la posibilidad de mercantilización del cuerpo humano, así como las situaciones de vulnerabilidad que conlleva la gestación sustitutoria, principalmente para los niños recién nacidos y las mujeres gestantes. Lamentablemente, a pesar del tiempo transcurrido, de poco han servido las elocuentes palabras pronunciadas por el ilustrado Jean Jacques Rousseau en su célebre Discurso sobre el origen y fundamentación de la desigualdad entre los hombres cuando, en pleno siglo XVIII, advertía expresamente que “nadie debería ser tan pobre como para tener que venderse, ni tan rico como para contar con el dinero suficiente para poder comprar a otra persona”. F. Javier Blázquez Ruiz Catedrático de Filosofía del Derecho. UPNA.

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