El tripartito de Pedro Sánchez
El lanzamiento de Sumar ha visualizado sin tapujos una realidad que hasta ahora no había salido a flote en toda su crudeza: con la fractura entre Yolanda Díaz y Podemos, el Gobierno de coalición se ha convertido a todos los efectos en un tripartito, con dos socios minoritarios enzarzados en una pugna fratricida por el mismo espacio político y las relaciones entre sus líderes seriamente deterioradas. Además, con la peculiaridad de que la impulsora de la nueva plataforma de izquierdas era en teoría la principal representante de la marca morada en el Ejecutivo. La alta tensión entre esos dos grupos que ha salido a la luz y la inminencia de una doble cita electoral en la que, salvo un acuerdo previo a las generales, competirán entre sí -Sumar no se presenta el 28-M, pero sí varios de sus integrantes- y con el PSOE pondrá a prueba la estabilidad del gabinete en el tramo final de la legislatura. Aunque ambas partes se hayan esforzado durante meses en poner sordina a sus diferencias, no constituyen ningún secreto sus distintas sensibilidades en asuntos nucleares como el apoyo militar a Ucrania o la reforma de la ley del ‘solo sí es sí’ tras la masiva rebaja de penas a agresores sexuales. Del discurso de Yolanda Díaz al confirmar su candidatura a la Moncloa se desprende la apuesta por una izquierda más institucional, alejada de la retórica populista de Podemos y sus invectivas contra el llamado régimen del 78. La afinidad con ella de Pedro Sánchez, que confía en el empuje de Sumar para revalidar una mayoría en el Congreso, ha abierto una brecha de desconfianza entre el partido de Ione Belarra y los socialistas, y enrarecido el ambiente en el Gobierno. El Ejecutivo no está en condiciones de soportar una sucesión de desgarros internos a cuenta de la competencia en las urnas entre sus componentes. Pero el enconado pulso entre Sumar y un Podemos necesitado de asegurar su supervivencia política, y que además mantiene una privilegiada relación con ERC y EH Bildu -dos socios esenciales para Sánchez-, amenaza con agitar el tablero.