La Unión Europea presiona a China
Con Pekín convertida en capital de la diplomacia mundial, la UE continuó ayer el desembarco en ese país. El viaje oficial de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y del francés Emmanuel Macron, pretende presionar a Xi Jinping para que ejerza su influencia sobre Putin en busca de una salida a la guerra en Ucrania y afianzar unos lazos comerciales tensionados por la estrategia del gigante asiático para configurar un nuevo orden mundial en el que aspira a arrebatarle el liderazgo a Estados Unidos. Los encuentros celebrados entre los dos líderes comunitarios y el mandatario chino evidenciaron el mutuo interés en mantener abierta una línea de diálogo constructivo, pero también sus contrapuestas visiones. Ambas partes coinciden en la necesidad de evitar una escalada bélica y en el firme rechazo al uso de armas nucleares, una amenaza esgrimida por Moscú. También en el respeto a la soberanía y a la integridad territorial, lo que hasta ahora no ha sido suficiente para que Pekín condene la invasión ni para que dibuje una clara línea divisoria entre agredido y agresor. La genérica apuesta compartida por una solución negociada choca con el firme apoyo de la UE al plan de paz de Kiev y sus recelos hacia el presentado por China, escorado hacia Rusia. La enfática afirmación de Macron de que sabe que puede contar con Xi para que Putin entre en razón no fue respondida con compromiso alguno por parte de su interlocutor. La potencia asiática se esfuerza en impulsar su protagonismo como mediador global y gran referente, junto a EE UU, en un mundo bipolar. Europa no es ajena al pulso geoestratégico, económico y tecnológico entre ambos gigantes, en el que la defensa de sus intereses le obliga a buscar una posición propia. Aunque no cabe esperar grandes avances, el carácter estratégico de las relaciones entre ambos bloques aconseja mantener engrasados los cauces de diálogo por razones comerciales y para explorar hasta donde sea posible una salida diplomática a la guerra.