Humildemente, Yolanda
Lo de Yolanda es confuso y simbólico. Más que Eva Perón, parece la Virgen María. Goza de un aura como de polvo de oro de Campanilla o algo, y si entra en una habitación, la gente se eleva medio metro del suelo, sobre todo los hombres conservadores de una determinada edad, hechizados y con el celo cagalón.
Se ha presentado Yolanda en Jerusalén-Magariños porque termina en -iños, y viene con toda su simbología del domingo de Ramos con borriquita, palmas sobre las cabezas y estreno de partido. Sumar es una cosa que ha esperado como el advenimiento del mesías que ella misma encarna después de aquel falso profeta. Van los acólitos tocándole los rizos y las tenacillas y te la tienes que creer porque es una cuestión de Fe. Habla en parábolas de sumar y de cuidarse. Hasta una poetisa le leyó unos versos proféticos: “Las alimañas querrán comerte el corazón” y le dio tal ímpetu que parecía una chamana de Fene.
Yo desconfío de las cosas que vienen con poeta igual que de las manifestaciones que vienen con batucada, pero esa es otra historia. De Yolanda me acuerdo de cuando dejó a los banderilleros sin comer porque no le daba la gana de pagarles el subsidio, pero España la tomaba por su madre. Digo que es confuso porque estamos hablando de una vicepresidenta del Gobierno de un partido que de pronto crea otro partido que la gente aún no ha votado. Su voluntad es ser presidenta del Gobierno porque es la hora de que sea una mujer y a estas alturas suena a reivindicación antigua de un feminismo demodé.
Luego uno lo pone todo en perspectiva y pretende gobernar en España la que es la vicepresidenta del Gobierno. “Humildemente, quiero ser la próxima presidenta del gobierno”, dijo humildemente. Dicen que un movimiento político que fracasó por el excesivo personalismo del líder va a triunfar por el personalismo de su próximo líder, porque es mujer y dice biquiño. Ahora que me acuerdo, la puso ahí Pablo Iglesias con lo que es madre, hija y espíritu santo. En lo de Magariños se ve que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con el mismo pelazo. Cuando terminó el acto, el dedo de Pablo Iglesias seguía ahí.
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