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"No a los jefes capataces, sí a los líderes que conectan talento"

Avatar del Roberto Cabezas Roberto Cabezas18/03/2023
Hace unos días me tomé un café con un amigo, directivo de una empresa importante, y me comentó que se encontraba triste y frustrado. Mi amigo es un profesional exitoso, reconocido, de una gran capacidad profesional y de una calidad humana exquisita. Su jefe le había dicho, en un pasillo de la empresa, que le cambiaba de posición y de proyecto y que el cambio se debía efectuar lo antes posible. Esta persona sintió que estaba saliendo por la ventana del baño, pese a que el proyecto que lideró fue exitoso y muy valorado. Mientras me lo contaba una momentánea expresión de frustración difusa cruzó su rostro.
Esta situación me ha hecho reflexionar sobre el valor del liderazgo empático. Porque, ¿cómo medimos en las compañías el liderazgo? ¿Cómo se mide la confianza? Creo que no existen métricas ni algoritmos confiables que nos permitan medir estos asuntos como sí medimos los ingresos, la rentabilidad o los costes.
¿Por qué los grandes líderes inspiran a todo el mundo a la acción? ¿Por qué hay personas que nos inspiran y otras no? Pienso que en el liderazgo lo importante es la consistencia, porque el liderazgo no se ve, no se mide en el corto plazo, se ve y se concreta en la sistematización de ciertas conductas, acciones, formas y tono. Es como ir al gimnasio. Si voy una vez y me machaco doce horas seguidas no veré resultados, pero si todos los días me ejercito 30 minutos con el paso del tiempo sí habrá cambios. Con el liderazgo pasa lo mismo. La clave no está en la intensidad, sino en la perseverancia y constancia. No serás un líder por contratar una vez al año a un conferenciante que ofrezca una sesión motivacional y ofrezca las cinco claves mágicas del éxito. ¡No! El liderazgo es un trabajo silencioso, diario, coherente y profundamente honesto, generoso y transformador.
Para ser un buen líder lo más importante es tener habilidades que lo hagan más humano, creando entornos laborales virtuosos que nos hagan crecer y evolucionar. El liderazgo no va de mandar o de crear entornos poco saludables y desmotivantes, va de inspirar, de crear confianzas, de sustituir las palabras “yo”, “mío”, “mí” del vocabulario diario por el “nosotros”, “juntos” o “nuestro”. Un buen líder debe impulsar entornos construidos sobre la base de un profundo sentido de confianza y cooperación, porque no se lidera desde la imposición o desde la obligación, se lidera desde el afecto. Es una ecuación sencilla, tratar a la gente como te gustaría que te trataran a ti, y punto, ¿no os parece?
Estoy convencido que los mejores líderes se muestran a su gente tal cual son, con sus miserias y con sus cualidades, escuchan sus necesidades y demuestran coraje, incluso si es el coraje de admitir que no están seguros de qué hacer en determinadas ocasiones o decisiones. Líderes imperfectos, como tú o como yo. Porque creo que el mayor error que cometen los líderes es que piensan que necesitan tener todas las respuestas a todos los retos y oportunidades, y esto no siempre es así. El liderazgo no se trata de tener un cargo, se trata de cuidar a los que están a nuestro cargo, y eso es distinto.
Pienso que se tiene una visión equivocada del concepto de liderazgo, ya que muchos lo entienden como la capacidad de conducir a otras personas en la dirección que el líder desea. No hay nada más lejos de la verdad, desde mi perspectiva. Sostengo que el liderazgo implica primero una habilidad para llevar nuestra propia vida hacia un fin óptimo (y trascendente) y hacia la excelencia. Posteriormente, una vez hayamos avanzado en este sentido, podremos conducir a otros hacia el fin propio de cada uno, sí señores, de cada uno, el cual no es necesariamente idéntico al del líder, y esta dinámica del liderazgo se consigue actuando desde la ejemplaridad para transformar desde la integridad y con fuerza creativa, para provocar las conciencias, mover corazones, para identificarse con las ilusiones, sueños, esperanzas y deseos de las personas que le acompañan en esta aventura profesional. Solo así, el liderazgo renunciará al argumento del poder, incluso de la autoridad, para adentrarse en el territorio del ejemplo, ya que en el liderazgo es muchísimo más importante conjugar el verbo mostrar que demostrar, ya que son nuestras acciones las que determinan y condicionan el mensaje, finalmente.
¡No a los jefes capataces que siguen atados a la dinámica del orden y mando! Sí a los líderes que conectan talento, que crean redes, que definen y proponen propósitos comunes, que dan alas para volar como las gaviotas, que ayudan a ebullir las mejores versiones profesionales, que comprenden y valoran las singularidades, porque liderar, en el fondo, es servir.
Roberto Cabezas. Director de Desarrollo de la Facultad de Farmacia y Nutrición de la Universidad de Navarra
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