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"Más viejos, más pobres, más enfermos... y con menos sanidad pública"

Avatar del Gabriel Asenjo Gabriel Asenjo03/03/2023
Recuerdo estos días las palabras de un funcionario foral de alto rango que, hace unos años, en su despedida de la Administración, confesaba off the record que se jubilaba con la impresión de que, tanto los gobiernos de Navarra de derecha, de centro y de izquierda, posiblemente de forma involuntaria, habían estado trabajando en interés de la sanidad privada y “de las academias de inglés”. Venía a reconocer que la Administración foral no había sido capaz de detectar en las últimas décadas que la ciudadanía reclamaba notables mejoras tanto en la escuela como en la sanidad pública. Se refería al déficit asistencial público en áreas como odontología, psiquiatría, psicología, fisioterapia o geriatría y al considerable gasto de la población para ser atendido en alguna de estas especialidades en el ámbito privado. Y en el caso de la enseñanza, recordaba la pobre presencia de las lenguas extranjeras en las aulas públicas con lo que ello conllevaba, como ahora, de un hondo sacrificio económico de las familias navarras intentando remontar la crisis del 2008 y, a la vez, obligadas a pagar por una docencia extraescolar de la lengua inglesa, de la formación musical, artística y deportiva. Sin embargo, pese a que el inglés sea pasaporte absolutamente imprescindible en el siglo XXI, hoy día, cuando los profesores particulares vuelven a cotizarse al alza, las lenguas extranjeras continúan siendo la gran asignatura pendiente de nuestro sistema educativo a la vez que, paradójicamente, se empequeñece nuestro vocabulario en castellano por falta de recursos para atender la diversidad.
Pero entre los idiomas y la sanidad me preocupa más aquello en lo que nos va la salud, y me inquieta que el recurso a la medicina privada (necesaria como la pública) se imponga como el camino más corto para aliviar nuestras patologías menores, porque, cuando se trata de situaciones críticas, la atención pública todavía sigue constituyendo nuestro salvavidas.
Seguro que el presente de la sanidad, tan inflamado estos días, resulta mucho más complejo que el simplismo de ese mensaje repetido de “menos políticos y más médicos” que es una forma de expresar nuestra desafección a la teatralidad y a la ineficacia de la clase política para acordar salvar un bien común. Pero no resulta muy explicable el deterioro de nuestra sanidad únicamente por los efectos de la pandemia y la incompetencia de los gobernantes, pese a que, en privado, muchos acusan a nuestra cultura funcionarial como la culpable que lastra el dinamismo de lo público. Da la impresión que el deterioro viene de largo. Y que, como intuía el funcionario retirado, existe una responsabilidad antigua que abarca a todos los colores políticos, empezando por algunos gobernantes defensores de lo público que mandan a sus hijos a la enseñanza privada y recurren a la asistencia privada en una especie de “protegedme de aquello que amo”. Y así nos podríamos encontrar en un itinerario indeseado en favor de las grandes corporaciones aseguradoras marcando la dirección de nuestra salud.
Pero merecería la pena reflexionar sobre dos aspectos claves con profundo impacto en el futuro de la sanidad que no se contemplan estos días. El primero, una tendencia demográfica pesimista y devastadora: pese al recurso a la robótica y a la inteligencia artificial los “boomers “ van a tener que cotizar muchos años en medio del envejecimiento suicida de la sociedad. Vamos a ser más viejos sin remedio, mucho más enfermos, más vulnerables y más pobres. Con y sin metaverso, aseguran los sociólogos, colapsaremos como sociedad si no se habilita una política de natalidad tan urgente y necesaria como un camino de financiación que sostenga la asistencia pública universal. Sanidad pública y natalidad significan fortaleza y futuro.
Otro núcleo del sistema sanitario que repercute en nuestra salud es la investigación y la medicina preventiva. Una comunidad pequeña como Navarra, con una alta producción de inteligencia investigadora desde biomedicina a tecnología de salud, recibe pocos científicos para quedarse y compensar el gasto en talentos que se marchan tras formarse en Navarra. Así que o trabajamos la cantera de vocaciones tecnocientíficas o nos quitan el pan del morral.
De momento, atravesamos un panorama desmoralizador en Atención Primaria, de urgencias saturadas, profesionales que se desviven por atenderte pero no les da la vida, listas de espera, revisiones que no llegan, pacientes con cáncer atendidos por enfermeras con una generosidad humana excepcional pero con los enfermos reclamando una mirada del médico especialista. Los pacientes nos topamos con el síndrome del facultativo quemado, precario, además de maniatado por una burocracia que frena su eficacia profesional y le resta tiempo de diálogo con los enfermos con lo que ello supone de riesgo a equivocarse.
Gabriel Asenjo Doctor en Ciencias de la Información
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