Cartas de los lectores
Peseteros y huelguistas vocacionales

- Luis Álvarez Atarés
En mayo del pasado año, tras varias oposiciones, mi mujer tomó posesión de su merecida y conseguida plaza de médico de Atención Primaria en Navarra. Trabajaba en otra comunidad desde hacía varios años, donde obtuvo una plaza por oposición anteriormente. Allá se desplazaba durante toda la pandemia, casi 200 kilómetros diarios, con la mejor voluntad y ganas de ejercer su profesión. La misma ilusión que tuvo al poder regresar a Navarra y con la que la veo acudir cada día a su consulta. Con las preocupaciones de sus pacientes como si fueran familiares en casos; con el seguimiento de los atendidos de urgencia durante las guardias, en otros. Igualmente me transmite la preocupación por compañeros que han tenido que estar de baja por estrés y saturación laboral. Con el consiguiente perjuicio para los pacientes por la ausencia de su médico de cabecera y de la sobrecarga para quienes cubren como pueden la atención. Supliendo incluso la falta de pediatras y atendiendo a los niños con la mejor de las voluntades.
Yo no soy experto en conflictos laborales ni médicos. Soy más de observar, leer, escuchar y analizar. Y el caso que nos ocupa, la disputa entre administración y colectivo médico, creo que tiene dos objetivos muy distintos aunque, supuestamente, ambos debieran trabajar por el bien de los ciudadanos.
Los facultativos no exigen una mejora de condiciones porque sí. La escasez de médicos en España y en Navarra es una realidad estadística, asistencial y creciente. Por arriba y por abajo. Muchos van alcanzando la jubilación. Otros prefieren salir al extranjero por mejores condiciones laborales y desarrollo profesional. Y, los que se quedan, deseando ejercer su profesión con la pasión inherente. Pero, a ser posible, sin desfallecer en el intento y con las mejores condiciones posibles. Que tampoco son tontos, vaya. Y es en este punto donde tenemos la desventaja. Navarra, como en tantos otros ámbitos últimamente, no es competitiva a la hora de retener ni atraer profesionales. Y las condiciones laborales son un contratiempo. No hay más que ir a tablas comparativas. La pescadilla que se muerde la cola: si no se consigue atraer y retener médicos, los profesionales no podrán atender como es debido, sufrirán más y la asistencia será cada vez peor, provocando que algunos más quieran irse y muchos no venir. La exigencia es clara: mejorar las condiciones para mejorar la competitividad laboral, con el consiguiente beneficio asistencial, con más recursos humanos y, por supuesto, un reconocimiento a quienes permanecen.
Y si yo no soy especialista laboral, los médicos, en general, tampoco. Ni de hacer nada que perjudique a sus pacientes sin motivo. Ni de hacer huelgas reales. ¿Por qué el seguimiento de la convocatoria alcanza cifras irrisorias? Más allá de servicios mínimos que parecen máximos. Porque esta gente, hecha de otra pasta, no tiene un empleo, tiene una vocación de servicio. Y lo digo con conocimiento de causa. Que tres días de ausencia dieron para muchos insomnios, dolores de cabeza y cargos de conciencia. Terminando por entregar la cuchara y volver al frente. No creo que sea solo “pedir y dar”: nadie dice que la labor de la administración sea sencilla, porque los recursos son limitados, por supuesto. Pero, en este caso, como en tantos otros, la labor del ejecutivo se está centrando en desacreditar a quien le molesta. Sus argumentos se podrían reducir a que los médicos solo quieren más dinero. Se están encargando de lanzar todo tipo de mensajes tachándolos prácticamente de peseteros. Y a fe que están ganando adeptos. Un ejecutivo que presume de trabajar por las mejoras sociales aumentando el gasto en estas necesidades, según dicen. Pero en la más básica de las atenciones no viene bien ahora, por lo que sea. Mejor difama que algo queda.
Los médicos navarros solo quieren más dinero. Éste es el discurso fácil del gobierno. Yo prefiero quedarme con que los médicos navarros solo quieren lo mejor para poder atender a sus vecinos, familiares, amigos, conciudadanos… y a sus políticos, por supuesto, también.
Luis Álvarez Atarés
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