Furor por las Letras del Tesoro

Al final de la calle se lograba vislumbrar una gran cantidad de gente haciendo cola, desde horas muy tempranas, alrededor de un emblemático edificio. Podría tratarse del comienzo de las rebajas de unos grandes almacenes o, tal vez, la venta anticipada de entradas para asistir a un concierto de un grupo de rock mundial. Pero algo no cuadraba, la diversidad del público congregado, amas de casa, profesionales, jubilados, jóvenes, hacía difícil adivinar de qué se trataba. Finalmente, todo tuvo explicación: nos encontramos ante la sede del Banco de España rodeada de inversores y ahorradores ávidos por invertir en letras del Tesoro, una imagen imposible de imaginar hasta hace muy poco tiempo. Recordemos que las letras son, junto con otros activos que conforman la Deuda Pública, valores emitidos por el Tesoro que necesita colocar para financiar los gastos del Estado. El inversor, cuando adquiere letras, presta su dinero al Estado en la confianza de que, llegado el vencimiento, éste le devuelva el capital junto a los intereses. Se caracterizan por emitirse a corto plazo, máximo doce meses, tener gran liquidez, ya que se pueden comprar y vender en cualquier momento, y gozar de máxima seguridad, siendo este último aspecto, a mi juicio, el que ha desatado tal avalancha de compras. Para justificar este interés por las letras, recordemos que venimos de padecer el peor año de la historia en productos y fondos de renta fija con caídas anuales medias del 12%. El inversor conservador está escaldado y ya no quiere más riesgo, ni más volatilidad, ni más aventuras. Busca, ante todo, seguridad, seguridad que ofrecen las letras del Tesoro. Ya sé que hay muchos inversores que no se fían de la garantía que puede otorgar el Tesoro, y más con un gobierno como el actual que está destrozando las cuentas públicas, pero es mejor confiar en que el Estado sí cumplirá sus compromisos porque, de lo contrario, la hecatombe sería de tal calibre que, seguramente, las inversiones financieras serían la última preocupación que tendríamos los españoles. Otra de las causas que explicaría el apetito inversor por las letras, sería su rentabilidad. Recordemos que llevamos muchos años de represión financiera, con tipos de interés nulos e incluso negativos (lo que suponía invertir para perder, aberración que pasará a la historia) y los ahorradores hemos ido pasando del enfado primero, a la resignación después, con unas entidades financieras que se negaban a remunerar nuestro preciado dinero. Y, de repente, gracias a la subida de tipos, impuesta por los Bancos Centrales, se ve la luz y la felicidad inunda el ánimo de los inversores que ven cómo, por fin, pueden obtener un beneficio por su dinero de forma fácil, ágil, transparente y segura. Pero no nos engañemos, también conviene hacer números, ser sensatos y realistas. Por ejemplo, hay que saber que con una inversión de 10.000 euros obtendríamos 24 euros al mes, a los que habría que restar la comisión bancaria de unos 3/5 euros/mes. Por otra parte, hay que considerar su fiscalidad, ya que en sus rendimientos hay que incluir en el IRPF (tributando entre un 20% y un 26% de los mismos). En este sentido, es incuestionable que las letras están en clara desventaja con relación a otros productos como los fondos de inversión. Igualmente, sería aconsejable no perder de vista la inflación y ser conscientes de que mi poder adquisitivo ira reduciéndose con el tiempo ya que el 2,90% obtenido por las letras a doce meses no compensa, ni de lejos, la inflación esperada para estos años. A pesar de todo y aunque lo ideal es diversificar en diferentes activos, no cabe duda de que la inversión en letras del Tesoro puede ser idónea para perfiles ultraconservadores o para colocar puntualmente un dinero que se tenga “muerto” en cuenta corriente, sabiendo que la rentabilidad obtenida va a ser muy superior que la otorgada por cualquier depósito bancario. Sí, ya sabemos que los malvados bancos no dan nada. Así las cosas, los que tengan previsto invertir en ellas, deben aprovechar la ocasión de los tipos actuales porque, seguramente, no los vamos a ver por mucho tiempo. A pesar de que Christine Lagarde y Jerome Powell exhiban una dureza inusitada en sus discursos, bien saben que no pueden llevar a término sus amenazas. A los diferentes estados europeos no les hace ninguna gracia el aumento de déficit que supone remunerar generosamente los activos que emiten, por ello presumiblemente no queden muchas más subidas de tipos, a lo sumo un par más en lo que resta de año. Aprovechemos, pues, el momento y disfrutemos de la plácida y gratificante sensación que supone obtener un beneficio sin asumir riesgo alguno. Nuestro bolsillo lo agradecerá y nuestra mente más. Juan Pablo Montes Director R4Banco

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