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"En nuestros entornos laborales muchas veces huimos del conflicto y vamos dejando pasar oportunidades de contar y decir la verdad"

Avatar del Roberto Cabezas Roberto Cabezas01/02/2023
Hace poco mi hijo menor de seis años me dio una lección de vida. Él y su hermana habían realizado una travesura de niños y yo les reñí a los dos, por partes iguales. Incluso un poco más a su hermana. Llegando a casa, mi pequeño Javier, muy serio y algo avergonzado, entró en mi habitación y me dijo, “papá te tengo que decir algo”. Yo le miré con cariño, me incliné a su altura, y le dije que me comentara lo que quisiera. Me miró a los ojos y me dijo, “papá, no riñas a mi hermana, lo que hicimos fue responsabilidad mía”. Me quedé en silencio, muy sorprendido y me dio pie a reflexionar sobre el valor de la verdad.
La verdad nos hace libres. Pero en estos tiempos, ¿quién anhela conocer la verdad? Casi nadie, ¿no? Pienso que muchas veces no queremos conocer la verdad, porque no queremos reconocer cosas en nosotros que no nos gustan. Sin embargo, creo que, para ser realmente libres, transparentes y luminosos, tenemos que reconocer y querer en nuestra totalidad, no sólo la parte nuestra que nos gusta y apartar, esconder o enviar a las sombras la parte que nos disgusta.
La falta de sensibilidad hacia la verdad, hacia esa búsqueda de respuestas sobre la realidad de las cosas y el sentido de la propia vida, lleva consigo la deformación, el desconcierto, incluso la descomposición de la idea y de la experiencia de la libertad. ¡Me resisto a tener una vida sin verdad y sin sentido! Ojo, la verdad cruda y sin caridad es antipática e incluso inalcanzable. Debe ser empática, amable, generosa, delicada.
Estamos viviendo tiempos complejos, inciertos, volátiles e inconsistentes donde se valora no la verdad de los hechos, sino los efectos de esas actuaciones tanto en el plano personal y especialmente en el ámbito profesional.
En nuestros entornos laborales muchas veces huimos del conflicto y vamos dejando pasar oportunidades de contar y decir la verdad. De expresar juicios de valor que pueden destruir al otro, pero también pueden ayudar a construir una relación duradera. En otras palabras, decir la verdad es una manera de empatizar y construir relaciones fuertes y perdurables. Y esto tiene directa relación con la construcción de relaciones profesionales y personales basadas en la confianza. En ser depositarios de la confianza. La confianza se recibe, la confianza “se gana”, no se puede ir al supermercado y comprar un kilo de confianza. También confianza “se pierde”, porque no es permanente. Pienso que todo lo que estabiliza nuestra vida requiere tiempo como la práctica de la fidelidad, del compromiso, de las obligaciones, de la confianza, de las promesas o de la responsabilidad.
La verdad no tiene puntos medios, es como el embarazo, se está o no embarazada, no medio embarazada. La verdad es o es una trampa, una falsedad, un engaño o sencillamente un fraude.
Sostengo que cuando confían en nosotros nos sentimos más valorados y se multiplica nuestro compromiso con las personas y con los proyectos, nuestros deseos de colaborar aumentan, somos mucho más creativos y capaces de aceptar riesgos, porque nos implicamos. La desconfianza sistemática nos hace más débiles y frágiles, incluso. La confianza transforma el entorno y nos transforma. ¡No a la estrategia de la sospecha, sí a la estrategia de la confianza! La verdad hace metástasis en las compañías y genera profesionales y personas integras, coherentes, fiables, transparentes, leales, empáticas.
Uno es confiable o no lo es. La confianza se gana. Se otorga y se recibe. Uno todo lo que puede hacer es ser confiable, es entender y practicar el valor de la verdad. La estrategia de la confianza nos hace mejores personas y profesionales, y por tanto beneficia a las compañías. No hay dinero que pueda comprar la confianza. Son inversiones no económicas con efectos económicos. Invertir en confianza es asegurar una rentabilidad para las empresas, que traerá un incalculable valor económico.
Javier me enseñó que el verdadero amor es elección. Metió en su vida y en la de toda la familia una inyección de luz, y no la que brilla, sí la que ilumina. Lo digo en voz alta y sin temor, no tengamos miedo de decir y a buscar siempre la verdad. Con orgullo y sin vergüenza. Mi hijo no eligió el camino fácil, eligió lo que vale la pena elegir, lo que deja un legado y construye puentes de confianza, de libertad, de seguridad, de confidencia, de sinceridad y de lealtad.
Una muestra de la verdad viva y de coherencia de vida. Creo que el mundo necesita testigos apasionados y coherentes de la verdad, como mi pequeño hijo, en esta época tan relativizada que intenta convencernos de que es imposible conocerla. La pasión por buscarla y transmitirla se ha convertido en una tarea épica, imprescindible y absolutamente obligatoria.
Roberto Cabezas Ríos Director de Desarrollo de la Facultad de Farmacia y Nutrición de la Universidad de Navarra
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