La mano de Irulegi

No conozco ningún otro país donde los hallazgos arqueológicos reciban tanta atención mediática como en Israel. Allá un telediario puede muy bien abrir con la noticia de que se ha encontrado una escudilla de hace miles de años con la inscripción “Rey David”, un día en que se ha producido, digamos, un bombardeo sobre Damasco. A menudo, los medios de izquierda tienden a relativizar la importancia de los hallazgos, mientras que los de derechas (algo que, en Israel, como en casi todo el mundo, equivale a más nacionalistas) echan las campanas al vuelo. La explicación a ese extraño interés resulta sencilla: la legitimidad del regreso (de acuerdo con los sionistas) o colonización (de acuerdo a la mayoría de los palestinos) de miles de judíos a partir de 1880 tiene mucho que ver con la veracidad de la existencia histórica de los reyes y caudillos de los que habla la Biblia y, en general, con la demostración arqueológica de que los judíos poseían soberanamente el territorio antes de su expulsión. En cualquier caso, ese tratamiento político de la arqueología ha generado momentos dignos de una película de los Monthy Python (dicho sea con todo el respeto a los israelíes): en 1969 se realizó un funeral de Estado a los restos humanos de tres individuos hallados en torno a Masada, la fortaleza cercana al Mar Muerto en donde, según Flavio Josefo, un grupo de judíos habría preferido suicidarse a rendirse a los romanos. Pueden encontrar en Youtube las imágenes de los tres féretros cubiertos con la bandera israelí llevados a hombros por soldados. Tiempo después, sin embargo, los análisis científicos demostraron que los restos correspondían a romanos. Durante estos días nuestra Navarra me ha recordado no poco a Israel. El descubrimiento de la mano de Irulegi es, no me cabe duda, un hallazgo excepcional. Personalmente, he de confesar que la identificación de una sola palabra (acaso un nombre propio) en lo que probablemente es protovasco o lengua vascónica, escrita en signario (en “alfabeto”) ibérico, me ha hecho tanta ilusión, como la que les pudo hacer a los arqueólogos israelíes el hallazgo de esos tres cuerpos en Masada. Qué le voy a hacer. Mi afición y mi cariño por la lengua vasca tienen mucho de fetichismo romántico. Pero es que hay cosas dentro de uno que es inútil tratar de extirpar. Consciente de ello, entiendo también las bromas de algunos amigos cuando me preguntan si me figuro que se trata de la mano incorrupta de Aitor o del “arka de la aliantza”. Porque sé que es cierto que, si el texto estuviera simplemente en Ibero, latín o en celta, la mano solo habría interesado a una docena de eruditos. Y a nadie se le ocurriría sacar hilarantes consecuencias políticas de ello. Pero también es verdad que, si estuviera escrito en celta, latín o ibero (lenguas de las que hay abundantes testimonios de su presencia en Navarra), el hallazgo tampoco habría suscitado las suspicacias y las burlas que ha suscitado ahora entre algunos. Aquellos a los que el hartazgo por el nacionalismo vasco y sus cansinas matracas les han llevado a sentir desdén y repugnancia por todo lo que suene a euskara. Se equivocan. La lengua y la cultura vascas no son ni una fantasía decimonónica, ni el caballo de Troya del separatismo. Admitirlo, como admitir la importancia del descubrimiento de Irulegi (si esta se confirmara), no nos conduce a ser anexionados por nuestros vecinos del oeste (de los que nada nos ha separado tanto como el nacionalismo). En cualquier caso, unos y otros, todos, cada uno con nuestra particular pedrada, andamos listos si pensamos que un objeto, un documento o lo que sea, de hace 200, 400 o 15.000 años nos va a solucionar nuestros problemas existenciales, demostrarnos que somos no sé qué o dictaminar qué política lingüística debemos adoptar. Si queremos saber qué es hoy Navarra lo que tenemos que hacer es salir a la calle y darnos una vuelta larga por nuestros pueblos y ciudades. Hablar, no con quienes sabemos que piensan lo mismo que nosotros, sino con los que piensan diferente. Descubriremos una complejidad tal que más nos valdrá respetar y asumir. Iñaki Iriarte López Profesor de la EHU/UPV y parlamentario foral de Navarra Suma

La mano de Irulegi

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